Los economistas advierten que la mayor fragilidad del país proviene de los déficits fiscal y externo
Esto lo hace más vulnerable al encarecerse el crédito internacional; aconsejan bajar el gasto
Los déficits gemelos –fiscal y de cuenta corriente– son la gran causa del cimbronazo que sufrió la Argentina la semana pasada, advierten los economistas. Si bien el aumento de la tasa de interés en Estados Unidos afectó las monedas de todos los países emergentes, el país fue el que más sufrió el encarecimiento del crédito, y eso se debe a la dependencia del financiamiento externo.
“El problema estructural de la Argentina es el déficit fiscal y, sobre todo, el alto gasto público, que requiere una presión impositiva alta, que a su vez gravita en los costos de las empresas y las hace menos competitivas. Eso complica las exportaciones y termina afectando el déficit de cuenta corriente”, explica Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos.
El círculo vicioso también se genera con la entrada de dólares para financiar la brecha entre gastos e ingresos. Esos dólares financieros que llegan al país aprecian la moneda –lo que se llama un tipo de cambio atrasado o poco competitivo–, lo que a su vez alienta las importaciones (porque son más baratas) y desincentiva las exportaciones, que son las que generan la entrada de divisas genuinas.
“El país tiene un déficit fiscal alto y necesita endeudarse. Eso implica que cualquier estornudo afuera genere una tormenta en la Argentina. No bien cambiaron las condiciones crediticias –con la suba de la tasa de la Reserva Federal–, la reacción normal de otros países fue devaluar la moneda, entre un 5 y un 10%. En la Argentina, el shock negativo es aun peor porque, debido al elevado déficit fiscal, somos más frágiles a los cambios internacionales”, indica Ariel Coremberg, director del Centro de Estudios de la Productividad de la UBA y coordinador de Arklems. El economista advierte además que con el elevado índice de inflación la devaluación del peso se traslada automáticamente a los precios.
Ramiro Castiñeira, director de Econométrica, señala que “el problema mayor es que el Estado tiene un gasto público alto y una presión tributaria muy elevada. El Estado está asfixiando al sector privado”.
Con esta mirada coincidió Gustavo Reyes, economista jefe del Ieral, de la Fundación Mediterránea, que apuntó que la administración de Cambiemos debe recortar el gasto público “puro” y no recostarse solo sobre la reducción de los subsidios a las tarifas de servicios y el recálculo de las jubilaciones, que tienen un impacto directo sobre el sector privado. “La Argentina necesita mucha inversión y un ajuste gradual de las cuentas públicas”, señaló ayer, en el almuerzo mensual de la entidad.
Ante la consulta de empresarios sobre si el ajuste tarifario podría haber sido “más gradual”, el economista indicó: “A la Argentina no le alcanza la plata, y en ese sentido los subsidios a las tarifas tienen un rol importante. En 2017 todo el recorte pasó por ahí y este año será eso y un aumento menor de las jubilaciones; se podría haber ido algo más pausado, pero avanzando en bajar otros gastos y no que todo el ajuste sea de los privados”.
Asimismo, enfatizó que para una solución estructural del déficit de la cuenta corriente hay que encarar el problema de fondo, que es el exceso de gasto: tanto el sector privado como el público ahorran poco, enfatizó. “Los privados, entonces, para invertir deben financiarse afuera, y eso explica el 20% del rojo; el Estado se lleva el restante 80%”.
¿Por dónde cortar?, preguntó la nacion. Reyes planteó, por ejemplo, que en materia de obra pública habría que seguir un esquema que aplican varios países, como Chile, que consiste en hacer una evaluación del impacto social y económico de cada obra antes de resolver su puesta en marcha. También sugirió revisar “en detalle” la estructura del Estado. “Se hace muy poco en solucionar el exceso de trámites que involucran a mucho personal y que no aportan nada a la economía”.