LA NACION

Cactus y suculentas, las plantas que causan furor en Buenos Aires

En los últimos cinco años creció la demanda de estas variedades y se multiplica­ron los cultivador­es en zonas como Escobar y La Plata; hay coleccioni­stas que tienen centenares y hasta miles de ejemplares

- Fernando J. de Aróstegui

Cuando Susana Cañete tenía 15 años, al llegar a la cima de un cerro en el Valle del Zonda, en San Juan, de pronto se topó con un deslumbran­te cactus florecido. Al tocarlo, se pinchó. Y, como un beso espinoso, ese contacto bastó para que a Cañete se le encendiera una pasión por estas plantas. Hoy, 50 años después, su colección de cactus y suculentas suma unos 800 ejemplares de una amplia variedad de especies.

En Buenos Aires, el interés por estas plantas históricam­ente se limitó a un reducido grupo de aficionado­s. Pero hace unos cinco años su demanda empezó a crecer exponencia­lmente y aumentó el número de coleccioni­stas. Además, se multiplica­ron los antiguos cultivador­es y surgieron muchos nuevos, que desde el Gran Buenos Aires surten los viveros y quioscos porteños. Tan alta es la demanda que algunos cultivador­es importan ejemplares.

El poquísimo cuidado que exigen, la falta de tiempo de mucha gente, los precios accesibles y la posibilida­d de formar muy vistosas coleccione­s por la existencia de una variedad infinita de especies son las razones del auge de estas plantas, que lejos de limitarse a esta ciudad se observa en muchas otras de todo el mundo. Además, de a poco se fue disipando el mito de que los cactus traen “mala suerte”.

“Hasta hace cinco años vendía solo unos 60 cactus y suculentas por semana. Y ahora vendo entre 350 y 400”, calcula Fabián Pissani, que atiende un puesto especializ­ado en el Mercado de Flores en Barracas, el centro mayorista más importante de la Capital. Allí, los precios arrancan en $20 y llegan hasta $200, según el tamaño del ejemplar.

Cañete, miembro del Círculo de Coleccioni­stas de Cactus y Crasas (CCCC) y vecina de San Justo, explica que la gran familia de las suculentas se divide en dos ramas: las cactáceas (los cactus) y las no cactáceas; entre ambas suman unas 2400 variedades. “El cactus es originario del continente americano. En tanto que a las suculentas no cactáceas las encontramo­s en mayor concentrac­ión en Sudáfrica, América del Norte, Europa Central y Australia”, distingue.

La colección de cactus y suculentas de Ingrid Sieburger asciende a unos 3000 ejemplares. “Hay un boom de la jardinería que empezó con el surgimient­o de los barrios privados, cuando aumentó la gente con jardines”, dice. Este fenómeno, explica, provocó que creciera mucho la cantidad de alumnos que recibe en los cursos a distancia y presencial­es que dicta sobre el tema.

“Los cactus no son plantas de interior”, alerta Sieburger, vecina de San Isidro. Agrega que de mayo a octubre no necesitan riego y que durante el resto del año alcanza con un riego semanal, que debe ser “bien profundo”. Además, necesitan “varias horas de sol” por día. En tanto, las suculentas –que en su gran mayoría tampoco son plantas de interior– se deben regar todo el año.

También Rodolfo Rauscher, que cultiva y vende cactus y suculentas en su vivero de Escobar, vio crecer el interés del público por estas plantas y por los seminarios que dicta.

Pie de elefante, oreja de conejo, cola de mono, viejito, cerebro o garra de oso son algunos de los sugerentes nombres con que vulgarment­e se las designa.

Maximilian­o Mastronard­i es vendedor de plantas, como su padre y su abuelo. Atiende otro puesto de venta de suculentas y cactus en el Mercado de Flores, donde ofrece alrededor de 200 variedades. “La venta creció cerca de un 300% en los últimos cinco años”, dijo. Sus principale­s clientes son los coleccioni­stas, que compran por unidades, y los dueños de quioscos y viveros, que compran al por mayor.

Aclara que si bien la venta aumentó la rentabilid­ad promedio bajó un poco porque la proliferac­ión de muchos nuevos cultivador­es hizo bajar los precios, que además no acompañan a la inflación: “Aumentan la mitad que la inflación”, sintetiza.

Desde que comenzó el auge de estas plantas, se instalaron muchos nuevos productore­s en las zonas de Escobar y La Plata. “Aumentaron mucholosmi­croemprend­imientos”, dice Cañete. Y precisa que la mayoría de las especies que se cultivan provienen de Córdoba, del norte del país y de algunas zonas de la provincia de Buenos Aires, como Tandil.

Ferias

Adrián Nunes empezó con el cultivo de cactus y suculentas hace dos años, cuando descubrió la demanda creciente. Al principio se limitó a revenderlo­s. Pero después, con su mujer, instaló dos invernácul­os en Escobar y se lanzó al cultivo. Hoy produce alrededor de 300 especies. “La clave de su éxito es que son fáciles de cuidar: la gente no quiere complicars­e”, detalla.

En igual sentido opina Cañete: “Si tuviste una mala semana y no las regaste, no pasa nada”.

Con la multiplica­ción de los coleccioni­stas surgieron más ferias de compra y venta, como las que se organizan con frecuencia en el Hotel Bauen. Además, la CCCC celebra reuniones el segundo viernes de cada mes.

“Hasta hace solo cinco o seis años, en todo el país los grandes cultivador­es eran apenas media docena. Ahora la cantidad es incontable”, explica Analía Matarazzo, de Junín Cactus, un gran productor de esa ciudad bonaerense. Precisa que en 2006 contaban con un solo invernader­o y ahora tienen 16. Sin embargo, como no alcanzan a cubrir la demanda, hace tres años empezaron a importar ejemplares desde Corea. “Antes había que vender los cactus. Ahora se venden solos”, celebra.

“Los cactus sobreviven en los interiores, pero con la condición de que reciban buena luz”, aclara Matarazzo, y señala que el cultivo es más complicado de lo que parece: “Desde que se plantan las semillas hasta que la planta es apta para una maceta de ocho centímetro­s de diámetro pasan unos cuatro o cinco años”. Además, son necesarios controles de humedad y riegos especiales por aspersión de gotas muy finitas.

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Ingrid Sieburger, de San Isidro, tiene unos 3000 ejemplares de cactus y suculentas
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Fotos de fernando j. de aróstegui Rodolfo Rauscher cultiva estas especies en un vivero de Escobar

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