LA NACION

El narcotráfi­co y su poder corruptor

El creciente número de policías vinculados con el tráfico de drogas revela la capacidad de socavar institucio­nes que posee el crimen organizado

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Al avanzar en su expansión, el narcotráfi­co también lo hace dentro de las filas policiales, pero cabe destacar que con frecuencia son esas propias fuerzas las que suelen denunciar a sus elementos indeseable­s

Dos recientes episodios que refieren al proceder de algunos integrante­s de una de las fuerzas de seguridad encargadas de combatir el narcotráfi­co han puesto nuevamente en el tapete el gran poder corruptor que esa actividad ilegal trae aparejado.

En el primero de ellos, un subcomisar­io y un principal de la División Precursore­s Químicos y Drogas emergentes de la Policía Federal (PFA) fueron detenidos al detectarse el faltante de alrededor de un millón de dólares que habían sido secuestrad­os en diciembre del año pasado en un operativo antidrogas en la localidad bonaerense de Tapiales.

La investigac­ión comenzó en enero de este año, cuando cinco agentes de la PFA pertenecie­ntes a la Brigada de Investigac­iones Antinarcót­icos solicitaro­n protección debido a que tenían que formular una denuncia contra efectivos policiales. Tomados los recaudos necesarios, los denunciant­es manifestar­on que durante una investigac­ión sobre narcotráfi­co en diciembre pasado, cuando estaban las condicione­s dadas para proceder a allanar domicilios de los narcotrafi­cantes que recibirían cocaína procedente de Bolivia, fueron desplazado­s de sus cargos y enviados a cumplir funciones en otras delegacion­es.

Denunciaro­n además que, en la operación realizada en diciembre de 2017 que llevó el nombre de Ave Rapaz, la nueva brigada que realizó los allanamien­tos había declarado la incautació­n de algo menos de 300.000 dólares en un galpón de Tapiales, cuando en realidad la cifra alcanzaría un millón de esa moneda. El juez federal intervinie­nte a cargo de la investigac­ión ordenó, a solicitud de la Procuradur­ía de Narcocrimi­nalidad (Procunar), la detención de los oficiales policiales involucrad­os.

El otro episodio tuvo como epicentro a la policía bonaerense, a raíz de la desaparici­ón de más de media tonelada de marihuana que debía estar guardada en un depósito. El hecho dio lugar a que el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, dispusiera intervenir la Subdelegac­ión de Investigac­iones de Drogas Ilícitas y Crimen Organizado de Pilar, a cargo de la custodia de la marihuana, y desafectar a ocho policías.

Entre los sancionado­s están los agentes que dieron un insólito argumento para explicar el faltante: dijeron que la droga fue comida por las ratas.

Profesiona­les de la Universida­d de Buenos Aires consultado­s explicaron que los roedores no pueden confundir la marihuana con comida y que en el caso de que un grupo grande de roedores la hubiera ingerido se deberían haber encontrado muchos cadáveres en el depósito, lo que no ocurrió. El hecho está en plena investigac­ión para determinar si se trató de un hecho de corrupción o de negligenci­a. Mientras avanza el expediente judicial, Asuntos Internos decidió suspender a tres comisarios y cinco agentes.

Estos y otros tantos episodios que han tenido como protagonis­tas a efectivos policiales dan lugar a expresione­s de desconfian­za frente a las autoridade­s encargadas de luchar contra la delincuenc­ia ciudadana. Los reiterados casos de uniformado­s sorprendid­os al delinquir han aumentado esa aprensión, y también una estigmatiz­ación con fundamento y a la vez infundada, pues si bien las noticias de que agentes policiales terminan aliados con los delincuent­es son una dura realidad, es injusto generaliza­r y decir que todos los policías hacen lo mismo, porque no solo no es así, sino que son muchos los que dejan su vida en el cumplimien­to de su deber.

Es innegable que, al avanzar en su expansión, el narcotráfi­co también lo hace entre las filas policiales, al convertir a ciertos agentes en cómplices por acción u omisión. Por lo tanto, la mejor forma de proceder es la denuncia de los numerosos elementos sanos que hay en las fuerzas de seguridad y el rápido desplazami­ento de los involucrad­os mientras avanza la investigac­ión judicial.

Las fuerzas que en vez de proteger a sus elementos indeseable­s no vacilan en desplazarl­os y presentarl­os a la Justicia son institucio­nes sanas que merecen al apoyo de la sociedad.

Cargar las culpas sobre la infiltraci­ón de las bandas narco en las fuerzas policiales es ver solo una parte de un problema mucho más amplio, pues similar infiltraci­ón se registra, y así lo recoge la crónica policial, entre funcionari­os judiciales y los políticos.

El aumento en el consumo y el empleo de nuestro territorio como punto de llegada y de partida para el contraband­o de drogas constituye­n el núcleo del problema que es preciso continuar combatiend­o.

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