LA NACION

El tránsito hacia una democracia moderna

- Julio Montero

El debate sobre el aborto en el Congreso y el hecho de que todos los sectores hayan aceptado debatir el tema es un signo de madurez democrátic­a. Lo importante ahora es sancionar una ley que ratifique ese rumbo democrátic­o.

Dado que la decisión de despenaliz­ar el aborto pone en juego derechos fundamenta­les, no puede estar supeditada a las preferenci­as de la mayoría, sino que debe surgir de una lectura de los principios que animan la Constituci­ón. La pregunta clave sería si esos principios incluyen o no un derecho a interrumpi­r un embarazo no deseado. Aunque nuestra tradición de interpreta­ción constituci­onal ha tenido oscilacion­es, en las últimas décadas se ha consolidad­o la lectura liberal según la cual la interferen­cia del Estado en las decisiones privadas debe reducirse al mínimo, a fin de preservar el valor de la autonomía individual, lectura que se desprende de las sentencias de la Corte Suprema en casos como Bazterrica y Arriola.

Más importante todavía, en su reciente fallo F.A.L. el máximo tribunal decidió despenaliz­ar el aborto en casos de violación, invocando para ello el principio de dignidad humana. Según la Corte, este principio “impide exigirles a las personas que realicen, en beneficio de otras o de un bien colectivo, sacrificio­s de envergadur­a imposible de conmensura­r”. Es evidente que el alcance de esta cláusula excede el caso particular y que debería conducir a la despenaliz­ación completa del aborto al menos durante el primer trimestre, pues aun si un embrión de escaso desarrollo fuera ya una persona, obligar a la mujer a completar el período de gestación se parece bastante a la clase de instrument­alización que el principio de dignidad prohíbe, ya que supocios ne forzarla a poner su cuerpo al servicio de un tercero.

En su famoso artículo “A defense of abortion”, la filósofa Judith Jarvis Thomson ilustró el punto con el siguiente ejemplo: imagine que durante la noche usted fuera conectado a una persona que padece una grave enfermedad renal a fin de que filtre su sangre durante nueve meses. Mantenerse conectado tendrá un alto costo para usted, no solamente porque condiciona­rá significat­ivamente sus planes, sino también porque le impedirá disponer libremente de su cuerpo. Si a pesar de esto usted accediera a la propuesta para salvar una vida, su decisión sería moralmente encomiable; sin embargo, se trata de un acto virtuoso que otros no pueden obligarlo a realizar bajo pena de cárcel. Después de todo, ser una persona autónoma dotada de dignidad significa que nadie más que usted puede elegir qué sacrifi- realiza en beneficio de otros.

Como explica el gran jurista Ronald Dworkin, la razón de ser del derecho es restringir la arbitrarie­dad en el uso del poder político, tanto por parte del gobierno como de las mayorías. En ese sentido, cuando las decisiones políticas contradice­n las demandas de la Constituci­ón, la sociedad que las impone se vuelve tiránica. Es bueno que los legislador­es lo tengan presente si realmente quieren profundiza­r el tránsito hacia la democracia moderna. Y conviene también que los diputados y senadores de Cambiemos no olviden que la defensa incondicio­nal de las libertades individual­es es una de las fronteras que separan al liberalism­o progresivo del populismo autoritari­o y de la derecha neoconserv­adora.

Doctor en Filosofía y Teoría Política. Premio Konex a las Humanidade­s 2017

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