LA NACION

soñamos con competir con boca o river

- Texto Jonathan Wiktor para la nacion | Foto Prensa MLS

UEVA YORK.– La Quinta Avenida ruge cuando Alfonso Mondelo (1958; Barakaldo, España), director deportivo de la Major League Soccer, abre la puerta de su despacho, en el corazón de las oficinas de la MLS, en las entrañas de Manhattan, el centro del mundo capitalist­a. Afuera las primeras semanas de la primavera resultan confusas incluso para los locales, que no pueden entender cómo a esa altura todavía las temperatur­as son tan bajas. Son las dos de la tarde y afuera hace un frío cruel. Paola García, coordinado­ra internacio­nal de comunicaci­ón de la liga, una colombiana que es pura eficacia, se sienta a un costado para escuchar cada palabra que diga Mondelo. En el resto de los despachos decenas de personas trabajan para perfeccion­ar la competició­n. “Los detalles marcan la diferencia”, dice uno de ellos, por lo bajo, como quien explica la fórmula del éxito.

Mondelo, que no perdió su acento español, llegó a los Estados Unidos en 1971. Tenía 13 años. “En su momento –recuerda– el fútbol aquí era un juego que practicaba­n sólo los inmigrante­s. Los italianos por un lado, los irlandeses por el otro, los alemanes por allí... No era un deporte norteameri­cano”. Hoy, sin embargo, es uno de los deportes más practicado entre los niños de este país. En esa expansión, que en los últimos seis años se aceleró a niveles inesperado­s, hubo una raza futbolísti­ca que acompañó gran parte de la evolución. Pocos países le han aportado tanto a la MLS como la Argentina.

–¿Cómo definiría el presente de la MLS?

–La MLS es una liga creciente, en pleno desarrollo, con metas altas, muy altas, que avanza a pasos firmes. Estamos en ese camino. Desde que comenzó esta liga, en 1996, ha dado un giro de 180 grados. En su momento comenzó siendo una liga que sólo traía futbolista­s por su nombre, para atraer al público a los estadios, pero la política ahora ha cambiado: se incorporan jugadores jóvenes con talento para que ayuden a desarrolla­r el nivel futbolísti­co. Cada día la MLS es más atractiva. El número de equipos crece: estamos en 23 franquicia­s y en los próximos cinco años tendremos 28. Soñamos con la MLS en un Mundial de Clubes y competir de manera directa contra equipos como Boca, River, y los campeones de Europa. Dejame decirte esto: la nuestra es una de las ligas más difíciles del mundo. No tengo dudas. Se lo puedes preguntar a cualquier protagonis­ta.

–¿En qué momento se dieron cuenta de que tenían que incorporar jugadores jóvenes que pudieran solidifica­r las bases del juego?

–No sé si hubo un momento. Fue parte de una evolución que ha ocurrido en los últimos años. Fue algo necesario: además de incorporar jugadores extranjero­s, los equipos de la MLS empezaron a desarrolla­r su propio talento, lo que nos lleva a otro nivel.

–¿La Argentina es uno de los países con más futbolista­s en la MLS, ¿por qué cree que se da eso?

–El jugador argentino, no solo en la MLS, es muy adaptable y por lo tanto necesita menos tiempo para adecuarse al contexto. Además viene bien formado. Es luchador, guerrero, ganador. Decían en España que, para ser campeón, tiene que haber un argentino en el equipo. Y es verdad. Traen una gran técnica individual, una competitiv­idad enorme, y todo eso se valora mucho en este país: la entrega, la lucha y luego demostrar talento, es algo que se aprecia en los Estados Unidos.

–¿La compra de Ezequiel Barco, en casi 20 millones de dólares, es un ejemplo de ese rumbo?

–Eso demuestra la política que se lleva ahora adelante. Los clubes tratan de invertir en jóvenes promesas para que, con el tiempo, se conviertan en estrellas aquí, en la MLS. La idea es que, a cinco o diez años, el Messi o el Cristiano Ronaldo del momento esté acá. Con apenas 19 años, por lo que vimos, Barco tiene algunas cosas de Agüero. Estamos ansiosos por verlo: se hablan maravillas de él pero todavía –por una lesión– no le hemos podido disfrutar mucho.

–¿Cómo se explica que Atlanta United, un equipo que compite hace apenas dos temporadas, lleve más de 70 mil personas a la cancha?

–Es una combinació­n de muchos factores. Ahí se dio la “tormenta perfecta”. Atlanta estaba necesitand­o un equipo profesiona­l. A eso se sumó un grupo de jugadores que ha ilusionado a la gente, con un entrenador como el Tata Martino, que propone un fútbol ofensivo, vistoso, con chicos jóvenes. Todo es muy atractivo. Los fanáticos van al estadio a disfrutar.

–¿Diego Valeri, el MVP de la temporada pasada, dijo que tiene pensado quedarse en el país por mucho tiempo. ¿En cuánto influye el nivel de vida en los Estados Unidos?

–Diría que mucho. Creo que aquí son felices. Ven que la liga es seria, organizada, con buenas instalacio­nes, con buenos centros médicos, que la competenci­a crece, que los aficionado­s cada vez son más. De alguna manera se sienten queridos y no tienen esa presión excesiva que se da en otros países. Cuando Guillermo Barros Schelotto vino a Columbus tuve la oportunida­d de trabajar con él. Un día le pregunté cómo era pasar de Buenos Aires a Columbus. Me dijo: ‘Profe, esto es lo mejor que he hecho en mi vida. Vengo con tranquilid­ad, mis hijos van a la escuela sin problemas, salimos a comer, la gente me trata con respeto. Si perdemos te alientan igual. Si quieren un autógrafo, esperan el momento indicado y lo piden con respeto’. Hay una calidad de vida que no se encuentra en otros lugares. Por eso muchos jugadores se inclinan por la MLS.

–¿Lo ve a Guillermo Barros Schelotto como entrenador en la MLS?

–¿Por qué no? Queremos lo mejor de lo mejor. Y él está en esa lista. Estuvo cerca de venir hace unas temporadas. Si tiene ganas, estoy convencido que va a tener su oportunida­d. Ya lo hizo como futbolista: ahora nos encantaría que viniera como entrenador.

–¿Cuál es su sueño?

–Que persista la evolución, que lo que se ve en Atlanta sea algo normal en todos los equipos y que la pasión siga creciendo. De esa manera, creo, en algún momento podremos alcanzar un nivel de fútbol tan alto como para hacerle sombra a la liga española, a la Premier League. Es un sueño que se puede conseguir. No está tan lejos.

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