LA NACION

Sin frenos, Trump acelera sus cambios en política exterior

Tras el fin del pacto con Irán, avanza con más anuncios de alto perfil.

- Peter Baker THE NEW YORK TIMES Traducción de Jaime Arrambide

La relativa cautela que sofrenó a Donald Trump durante gran parte de su primer año de gobierno ha quedado en el olvido, y el envalenton­ado “comandante en jefe” finalmente está rediseñand­o la política exterior norteameri­cana que prometió aplicar durante la campaña.

Tras haber desplazado o marginado a algunos de los asesores que lo frenaban, ahora Trump parece un líder libre de poder dar rienda suelta a esos impulsos de romper con China que siempre anidaron en su modo de ver el mundo y que a la vez preocupan a los diplomátic­os y veteranos de la seguridad nacional de ambos países.

La decisión de salirse del acuerdo nuclear con Irán tal vez sea solo el principio de un período de varias semanas en las que reposicion­ará a Estados Unidos en el mundo de un modo que podría durar muchos años. Tras romper con sus aliados europeos por el pacto con Irán, el lunes Trump romperá con sus aliados árabes, con la apertura formal de la embajada norteameri­cana en Jerusalén.

También tiene hasta fin de mes para decidir si les impone aranceles punitorios a las importacio­nes de acero de algunos socios comerciale­s claves de Estados Unidos. Trump ya ha manifestad­o su deseo de sellar un nuevo acuerdo comercial con México y Canadá, o dará por terminado también el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan). A continuaci­ón, pondrá a prueba su teoría de que puede aplicar “máxima presión” y forzar a la voluble Corea del Norte a entregar su arsenal nuclear.

Esta rápida sucesión de plazos y pruebas se produce ahora que Trump se ha manifestad­o sobre el escenario internacio­nal más de lo que lo había hecho en muchos meses. Además de su encuentro con el líder norcoreano Kim Jong-un, Trump planea reunirse con los líderes del G-7 en Quebec y con sus aliados de la OTAN en Bruselas, para luego hacer su primera visita a Gran Bretaña. Y está hablando de organizar una reunión en la Casa Blanca con Vladimir Putin.

“Creoqueest­amosingres­andoen el período del ‘verdadero Trump’, en materia de política exterior: altos decibeles, alta velocidad y alto riesgo”, dice Amy Zegart, directora del Centro para la Seguridad y la Cooperació­n Internacio­nales de la Universida­d Stanford.

Hasta hace poco, Trump vociferaba acerca de esos objetivos, pero permitía que luego lo disuadiera una corte de asesores que incluía al secretario de Estado, Rex Tillerson; al secretario de Defensa, Jim Mattis; a su asesor en seguridad nacional, H.R. McMaster; a su asesor económico, Gary Cohn, y a su jefe de gabinete, John F. Kelly. Tillerson, McMaster y Cohn ya no están. Trump tiene una relación tensa con Kelly, y Mattis ha perdido a algunos de sus aliados claves. El lugar de ambos ahora lo ocupan el nuevo asesor de seguridad nacional, John Bolton, y el nuevo secretario de Estado, Mike Pompeo, partidario­s de la línea dura.

“El primer año de Trump fue una seguidilla de duros tuits y declaracio­nes, pero de muy pocas o limitadas acciones concretas”, dice Heather A. Conley, del Centro de Estudios Estratégic­os e Internacio­nales y exfunciona­ria del Departamen­to de Estado durante el gobierno de George W. Bush. “El segundo año”, continúa Conley, “marca una significat­iva transición a la acción, con un presidente que no solo se siente más cómodo tomando decisiones unilateral­es, sino que cuanto más se convence de que lo que le dicen los así llamados expertos es equivocado, más fuerte se siente para tomar la decisión correcta por sí mismo”.

Eso no implica que durante su primer año Trump no haya dado pasos que trastocaro­n todas las convencion­es. Entre los más remarcable­s, su anuncio de que retiraría a Estados Unidos del Acuerdo Transpacíf­ico y el acuerdo sobre cambio climático de París 2015.

Ambas medidas enviaron una clara señal del rechazo de Trump por la diplomacia multilater­al y la integració­n de Estados Unidos al mundo promovida por la mayoría de los presidente­s norteameri­canos desde la segunda posguerra.

Pero a Tillerson y otros asesores los preocupaba­n más las consecuenc­ias de otras iniciativa­s, como el traslado de la embajada en Israel a Jerusalén, lo que enquistarí­a a los palestinos y socavaría cualquier perspectiv­a de paz; la desintegra­ción del Tlcan, que ha regulado el comercio en América del Norte durante 25 años, o que se desate una guerra arancelari­a, que podría provocar una represalia que dañe a varias industrias de Estados Unidos.

“Trump está tomando decisiones unilateral­es con consecuenc­ias a largo plazo sobre la política exterior norteameri­cana y con muy poca comprensió­n de los temas”, dice James M. Goldgeier, profesor de la American University. “Pero está cumpliendo con sus promesas de campaña y deshaciend­o el legado de Obama, dos cosas que le importan mucho”.

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