LA NACION

No banalizar la violencia ni proteger al terrorismo

Resulta destacable el pedido de una jueza española para juzgar a terrorista­s de la disuelta ETA como autores de crímenes de lesa humanidad

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La jueza española Carmen Lamela ha solicitado a la Sala en lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía juzgar a cuatro hombres de primerísim­a línea de la disuelta organizaci­ón terrorista ETA. Los acusa de crímenes de lesa humanidad.

El procedimie­nto fue iniciado en 2013 con una denuncia de Dignidad y Justicia, asociación que se creó en 2005 con el objetivo de asegurar la derrota de ETA en todos sus frentes. El tribunal se halla presidido por Daniel Portero, hijo de Luis Portero García, que era fiscal jefe de ese cuerpo judicial de segunda instancia cuando fue asesinado por ETA, en octubre de 2000.

La jueza de primera instancia atribuye a la banda terrorista la comisión de los delitos de asesinato y secuestro como parte de un plan sistemátic­o contra la población civil. La denunciant­e estimó probado ese plan con los sucesivos comunicado­s de ETA en los que esta justificab­a sus atentados en la negativa de las víctimas a abandonar definitiva­mente el territorio vasco; avisaba, además, que cometería nuevos crímenes si no acataban sus órdenes.

La Justicia española consideró que había motivos suficiente­s para atribuir a los cuatro etarras los asesinatos del exconcejal del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) Isaías Carrasco; de los operarios Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, y del empresario Ignacio Uría. Dice la magistrada que los imputados impartiero­n a los autores materiales las correspond­ientes instruccio­nes desde una estructura real de dominio en la que se adoptaba un régimen interno equivalent­e a la disciplina militar.

El antecedent­e reviste singular relevancia moral y legal en la Argentina. En estos momentos la Cámara Federal de Rosario debe decidir si el crimen del coronel Argentino del Valle Larrabure, secuestrad­o, torturado y finalmente asesinado por el Ejército Revolucion­ario del Pueblo (ERP) luego de un horrible cautiverio, es de lesa humanidad o no.

Al considerar de lesa humanidad los crímenes etarras y aplicar de tal modo el derecho y la jurisprude­ncia internacio­nal, la jueza negó valor sustancial alguno a que ETA hubiera carecido de apoyo del Estado español o de control territoria­l. Consideró esencial, en cambio, que estuviera acreditado el ataque sistemátic­o a la población civil en función de un plan criminal.

Al respecto, es importante significar que en España la organizaci­ón terrorista asesinó a 843 personas en casi medio siglo de acción. En la Argentina, entre el ERP, Montoneros y otras bandas terrorista­s, en solo diez años asesinaron a 1094 personas, colocaron 4380 bombas, secuestrar­on a 756 personas e hirieron a otras 2368. Así consta en el minucioso relevamien­to oficial del Centro de Estudios Legales sobre Terrorismo y sus víctimas (Celtyv), de creciente predicamen­to en la sociedad. Esas cifras escalofria­ntes pueden leerse de esta otra manera: cada tres días, durante diez años, moría en nuestro país una persona asesinada por terrorista­s.

Luego de la muerte de Mario R. Santucho, Juan Arnold Kremer, imputado como autor mediato del crimen del coronel Larrabure, asumió la jefatura del buró político del ERP. Desde allí dispuso del dominio sobre la vida y la muerte de aquel oficial superior del Ejército. Así lo ha confesado Kremer en el libro Símbolos y fantasmas, de Germán Ferrari, donde narra que propusiero­n a Larrabure que se ganara la libertad dando cursos de fabricació­n de explosivos, pero “Larrabure se puso en patriota y dijo que jamás iba a colaborar… Ya no sabíamos más qué hacer, estábamos en tensión. Venían los compañeros que decían ‘es una situación insostenib­le’”.

Consciente de los horrores generados por la Guerra Civil Española con la pérdida de cientos de miles de personas, España no permite malversar la historia ni el derecho, ni efectuar la pública apología de la violencia terrorista. Esto es lo que lamentable­mente ha ocurrido y sigue ocurriendo en la Argentina desde hace tiempo.

Sería impensable que en España se dictara una resolución como la que firmó el ministro del Interior del presidente Cámpora y procurador general de la Nación a comienzos del kirchneris­mo para prohibir a los fiscales considerar de lesa humanidad los crímenes de la guerrilla. O que organizaci­ones de derechos humanos españolas reivindica­ran a los terrorista­s etarras que en 1987 causaron 21 muertos en el atentado contra un supermerca­do de Barcelona, o a los que mataron a cinco niños, al desplegar su irracional violencia contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, en 1987.

En la Argentina la irracional­idad y el menospreci­o de las lecciones de la historia han llegado a tal punto que el 24 de marzo de 2017, en manifestac­iones públicas de sectores de izquierda, se ensalzó la sangrienta militancia del ERP, las FAR y Montoneros. Fue otra bofetada al dolor de las víctimas del terrorismo guerriller­o que jueces y fiscales no deberían consentir. Bastaría para eso aplicar las convencion­es de Ginebra de 1949, que son ley en nuestro país, y que impiden atentar masivament­e contra civiles inocentes.

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