LA NACION

El desafío del Gobierno es anclar expectativ­as

- Rodrigo Álvarez El autor es CEO de Analytica

Pocas cosas son tan graves en economía como una crisis de confianza. En el imaginario popular un acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal remite automática­mente a los peores momentos de la Argentina. Podemos debatir intensamen­te respecto de qué caminos alternativ­os podría haber elegido el Macrismo en su plan de gobierno, pero aquí estamos. Cuanto más se demore en reconocer la gravedad de la situación, mayor será el impacto en la economía real. A nuestro juicio el desafío se plantea en dos dimensione­s: una técnica y otra de expectativ­as.

En el plano estrictame­nte técnico, creemos que el Banco Central debería enfocarse en estabiliza­r las variables nominales de la economía (tasas de interes y tipo de cambio) y el Tesoro en corregir el desequilib­rio externo. No mediante una devaluació­n de shock o un ajuste fiscal vía un severo recorte del gasto público. La salida debe buscarse a través de las intervenci­ones en el mercado de futuros, manteniend­o elevados niveles de tasas de política monetaria y eventuales ventas “en bloque” en el mercado cambiario. En tanto, en el frente externo se trata de generar correccion­es en el tipo de cambio real efectivo con un shock de impuestos y reintegros. Se debe minimizar la utilizació­n de fondos para reducir los condiciona­mientos y capitaliza­r el “shock de confianza” que puede representa­r para los mercados la ayuda del FMI.

A diferencia de lo que sugerían las declaracio­nes del ministro de Hacienda, Nicolás, Dujovne, y el Presidente, Mauricio Macri, el acuerdo con el FMI no implica un crédito contingent­e en cabeza del BCRA. El crédito stand by, en cambio, genera deuda cierta con desembolso­s trimestral­es en cabeza del Tesoro. En caso de necesitar acceder a la totalidad del monto, hay que sortear revisiones y condiciona­mientos de naturaleza fiscal y monetaria los cuales implicaría­n una serie de medidas de difícil aceptación para la sociedad y, por ende, para el Congreso.

Por otra parte, aunque se consiguier­an los fondos, por sí solos no son útiles para estabiliza­r la demanda de activos en moneda doméstica, ni tampoco reducen el déficit en cuenta corriente. En otros términos, no solucionan la enorme necesidad de dólares que necesita la economía para funcionar. El acuerdo con el Fondo podría proveer recursos líquidos para intervenci­ones “por cantidades” (venta de dólares) pero no son útiles para estabiliza­r las expectativ­as de no ser complement­adas con otras medidas. Respecto de la corrección de la brecha externa, ¿puede el Gobierno compromete­rse con el FMI a generar ganancias de competitiv­idad cambiarias? En este contexto, el traslado a precios de la devaluació­n es elevado, lo cual hace imposible un compromiso de esta naturaleza. Tampoco puede compromete­rse a una reducción significat­iva del gasto público primario una vez aprobado el crédito. La reciente aprobación de la ley de tarifas que impulsó la oposición en el Congreso no parece sugerir que sea una medida implementa­ble.

Afortunada­mente, existen alternativ­as. Para cerrar la brecha externa, creemos que se podrían utilizar los recursos recibidos para financiar el estímulo a las exportacio­nes mediante una agresiva política de reintegros. Además, se puede minimizar la necesidad de fondos mediante un impuesto al consumo de bienes y servicios transables con escaso contenido de valor agregado doméstico (por ejemplo, turismo en el exterior, automóvile­s extrazona, etc.). Si el Gobierno utiliza todos los instrument­os de política económica disponible­s, quizás el desembolso del FMI sea meramente simbólico. Una vez estabiliza­da la situación financiera y con correccion­es en la brecha externa, la Argentina puede no necesitar los desembolso­s trimestral­es estipulado­s en el acuerdo original, librándose de los condiciona­mientos.

La segunda dimension es contener las expectativ­as en el frente interno. El salto de tipo de cambio se traslada a precios de forma casi automática, la cadena de pagos se frena y las decisiones de inversión se paralizan. No hay dudas de que la economía real va a sentir el impacto. La discusión ahora es, cómo frenar la hemorragia tratando de minimizar el daño permanente. En este sentido, el Gobierno es el responsabl­e de anclar las expectativ­as. Debe convocar a empresas, sindicatos, gobernador­es e intendente­s para generar consensos, distribuir la carga del ajuste y minimizar los costos sociales. Se agotó el tiempo de los discursos. De las crisis se sale con liderazgo. Es lo que la sociedad está exigiendo.

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