Escenas poéticas argentinas
En una de las conferencias sobre poesía que ofreció en la Universidad de Harvard en 1967 –y que aparecen transcriptas en su libro Arte poética–, Jorge Luis Borges intentaba enumerar los principales modelos de metáfora utilizados por poetas de todas las épocas (la vida como sueño, la comparación entre ojos y estrellas, la idea del tiempo que fluye como un río) para terminar diciendo que “lo verdaderamente importante no es que exista un número muy reducido de modelos de metáforas, sino el hecho de que esos pocos modelos admitan casi un número infinito de variaciones”.
La propuesta, como suele suceder con las ideas de Borges, es un viaje de ida que invita a múltiples reflexiones y preguntas: ¿cada generación poética utiliza diferentes modelos de metáforas? ¿Las metáforas de la poesía argentina tienen particularidades propias? ¿Cuál es la gran metáfora argentina? ¿Qué metáfora casi no se utiliza entre nosotros? Antología temática de la poesía argentina, esta exhaustiva selección a cargo de Luciana del Gizzo y Facundo Ruiz, y publicada por la editorial de la facultad de Filosofía y Letras (UBA), propone un interesante abordaje de esas cuestiones: una compilación de poetas argentinos que van de la época colonial y clásicos como José Hernández o Alfonsina Storni a autores actuales como Washington Cucurto o Verónica Viola Fisher, pero divididos no en función del autor sino en eso que, en el prólogo, Américo Cristófalo prefiere llamar “escenas”. “Escenas” en vez de capítulos porque “precisa mejor la separación de las partes; al interior de cada una y en su extensión entera, se presenta un efecto de dimensión dramática definido en la mutación de voces, de ritmos y escansiones, de ángulos y focos”.
Las doce escenas (o temas), entonces, que componen este volumen son: “amor”, “política”, “la tierra y el río”, “idiomas argentinos”, “exilios, recorridos”, “trabajo”, “traducciones”, “geografía”, “violencia”, “ciudad, ciudades: centro y barrios”, “poéticas” y “figuras existenciales”.
Como puede vislumbrarse ya a partir de sus nombres, algunas son más esperables que otras y cada una tiene distintos niveles de precisión: la de “traducciones”, por ejemplo, es una de las más abiertas ya que incluye desde referencias a películas, actores y pinturas (“Hiroshima mon amour”, de Rodolfo Alonso, o “Humphrey Bogart”, de Joaquín Gianuzzi), hasta poemas escritos a partir de otras obras literarias o que trabajan con palabras en otro idioma (“Following the rabbit” de Leónidas Lamborghini).
Por su parte, la escena “Exilios, recorridos” que empieza con el poema “Estancias” de Esteban Echeverría y concluye con un fragmento de “El sexo de las piedras”, de Fernando Araldi oesterheld (nieto de Héctor oesterheld), resulta quizá la más potente como muestra global de la poesía argentina al incluir estéticas tan diversas como la del ya fallecido Daniel Chirom (y su extraordinario poema “La diáspora”) y la de Charly Gradín (editor de las revistas Planta y Mancilla, nacido en 1980).
Más allá de que es cierto –tal como reconoce el propio Cristófalo– que muchos de los poemas agrupados en determinados grupos podrían perfectamente incluirse en otros, la división temática potencia eso que es la clave de la poesía: el hallazgo permanente de nuevos significados, la inagotabilidad de sus recursos.
Con un muy logrado equilibrio de autores, estilos y épocas (y alguna que otra arbitrariedad inevitable en las compilaciones de este alcance) Antología temática de la poesía argentina incorpora voces ineludibles de la poesía nacional de distintas épocas –entre tantos, Leopoldo Lugones, Carlos Guido y Spano, oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik, Juan L. ortiz, Susana Thénon, Juan Gelman, Mario Trejo, Raúl Gustavo Aguirre, Fabián Casas, Irene Gruss o Hugo Gola–, pero también incluye sin complejos a poetas provenientes de la música como Luis Alberto Spinetta o “redescubre” a autores menos transitados como Emilia Bertolé, Roberto Raschella o, incluso, el a menudo poco leído Julio Cortázar de Salvo el crepúsculo.