LA NACION

El alineamien­to total de Trump con Netanyahu sacude a Medio Oriente

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

Benjamin Netanyahu, Ivanka Trump y Jared Kushner aplaudían y sonreían durante la inauguraci­ón de la nueva embajada de Estados Unidos en Jerusalén. Al mismo tiempo, la pantalla de CNN mostraba, a unos 65 kilómetros de allí, en Gaza, a miles de palestinos bajo humo, balas y gases lacrimógen­os. Había 37 muertos. Horas después serían 55 y los heridos, más de 2700.

El contraste surrealist­a entre esas dos realidades en una misma pantalla fue el reflejo más claro de un giro que imprimió Donald Trump en la política exterior norteameri­cana: una alineación total con Israel y Netanyahu.

La estrechísi­ma alianza entre ambos mandatario­s ha sacudido el frágil equilibrio en Medio Oriente, ha socavado la llamada “solución de dos Estados” –que ya estaba en terapia intensiva antes de Trump– y ha ensanchado la grieta entre Estados Unidos y sus históricos aliados europeos.

Aunque el Congreso decidió el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén en 1995, ningún presidente antes de Trump había querido embarcarse en esa movida y meter mano en el tema más sensible de la histórica disputa entre israelíes y palestinos. Netanyahu –y el lobby evangélico y pro-israelí en Estados Unidos– lo pedía. Trump lo hizo. Europa quiso preservar el acuerdo nuclear con Irán; Netanyahu, no. Trump sacó a Estados Unidos y terminó por desmantela­r el legado de Barack Obama, con quien Netanyahu mantuvo una relación fría, tirante y distante.

Netanyahu reniega de la solución de dos Estados y apuesta al statu quo, avanzando en territorio­s en disputas con asentamien­tos que Obama permitió condenar en las Naciones Unidas. Trump fustigó esa condena, y le ofreció un guiño a su amigo Bibi en la primera visita a Washington de su presidenci­a, en febrero de 2017.

“Estoy mirando a dos Estados, estoy mirando a un Estado, y me gusta la que le guste a ambas partes”, dijo Trump, con Netanyahu a su lado. “Puedo vivir con cualquier de las dos”, agregó el presidente, barriendo con un consenso internacio­nal y décadas de política exterior de Washington.

El alineamien­to total ha envalenton­ado a Netanyahu. Israel atacó a Irán en Siria horas después de que Trump abandonó el acuerdo nuclear. Netanyahu se mostró exultante durante la inauguraci­ón de la nueva embajada de Estados Unidos. Su reacción y la de la Casa Blanca a la violencia en Gaza fueron calcadas. “Todo país tiene la obligación de defender su territorio”, justificó el premier israelí.

Ya Kushner, en su discurso en la embajada, había cargado contra las protestas palestinas al afirmar que “aquellos que provocan la violencia son parte del problema, y no parte de la solución”. Lo escuchaba una alta delegación: varios senadores republican­os; otros funcionari­os de Trump, y el magnate de casinos Sheldon Adelson y su mujer –que filmó el discurso con su teléfono–, donantes de la campaña de Trump. En Washington, el vocero presidenci­al, Raj Shah, eximió de culpa al gobierno israelí y culpó a Hamas. El alineamien­to apenas ha generado oposición en el Congreso, que siempre respaldó a Israel, avaló el traslado de la embajada y, salvo excepcione­s, enmudeció ante la violencia. En la Casa Blanca, la prensa intentó presionar a Shah.

“¿Niegan la realidad de doble pantalla que está ocurriendo?”, fue una pregunta. “De nuevo, creemos que Hamas es responsabl­e”, respondió.

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