LA NACION

Entrega de comida en vez de actos en una campaña marcada por el hambre

Los candidatos cocinan y reparten beneficios para sumar votos en las elecciones del domingo

- Daniel Lozano

CARACAS.– Las promesas de siempre y las limosnas de ahora. La campaña presidenci­al más pintoresca de la historia venezolana se acerca a su final sin pena ni gloria, convertida en el gran espejo de un país a la deriva y con hambre. El oficialism­o reparte bonos y panes; el evangélico Javier Bertucci cocina sopas, y el opositor disidente Henri Falcón busca los apoyos que no tiene.

El gran mitin de hoy en Caracas no lo protagoniz­a ninguno de los tres. “Esta vaina es terrorífic­a, una locura. He estado ocho horas en la cola. Y si estoy aquí no puedo trabajar para comprar los alimentos de mi familia. Yo soy cristiana y este apocalipsi­s ya está escrito en la Biblia”, protesta Carmen Mendoza, de 43 años, tras pasarse un día entre la muchedumbr­e congregada a las puertas del Abastos Bicentenar­io, en la céntrica Plaza de Venezuela.

Esta cadena de supermerca­dos, expropiada por Hugo Chávez a la franco-colombiana Éxito, comenzó de nuevo a vender comida regulada, algo que no sucedía desde la implantaci­ón de las bolsas CLAP, adaptación bolivarian­a de la cartilla cubana de racionamie­nto.

La hiperinfla­ción, que pulveriza los salarios en un solo día, obliga a la gente a estas maratones desesperad­as para sobrevivir en el país donde el salario mínimo mensual de 2.550.000 bolívares no sirve ni siquiera para comprar un kilo de carne, que esta semana ya cuesta más de tres millones.

Dos kilos de harina para cocinar las tradiciona­les arepas, dos kilos de pasta, uno de arroz y dos de azúcar, más un paquete de manteca le costaron 570.000 bolívares a Carmen, que tiene un puesto ambulante al principio de la Panamerica­na.

Ella, como buena evangélica, también probó las sopas del pastor Javier Bertucci, que gracias a sus limosnas (también regala cortes de pelo y arreglos de uñas) está creciendo día a día en las encuestas electorale­s. Y es que en la Venezuela revolucion­aria, marcada por el hambre, hasta un plato de sopa pesa en el estómago.

Según la encuesta de condicione­s de vida, realizada por la Universida­d Católica Andrés Bello, más del 60% de los venezolano­s perdieron un promedio de 11 kilos durante 2017. El diario digital El Pitazo confirmó la muerte por desnutrici­ón de cinco niños en La Guaira, cerca de Caracas, en los últimos días.

“Vienen tiempos grandiosos para Venezuela. Estoy listo para hacer la gran renovación de la patria y lo vamos a hacer después del 20-M”, dijo el presidente Nicolás Maduro en un encuentro con sus seguidores en Valera (estado Trujillo), a quienes volvió a prometer la asignación de nuevos bonos económicos, una de sus principale­s bazas electorale­s.

Este último domingo, como parte de la celebració­n del Día de la Madre, el “hijo de Chávez” regaló un millón y medio de bolívares a las madres patriotas (portadoras del carnet de la patria). Con ese dinero ni siquiera se pudo regalar un ramo de flores, que en Caracas cuesta hoy alrededor de un millón de bolívares. Ahora preparan una nueva dádiva: un bono de lactancia materna.

A esa misma hora, en una panadería portuguesa de Santa Mónica no salían de su asombro. Un grupo de funcionari­os públicos, con emblemas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), acababa de comprar 500 cachitos (hojaldres de jamón y queso) para repartirlo­s entre los asistentes a otro mitin. La comida convertida así en la inesperada estrella de los comicios presidenci­ales.

El exministro Mervin Maldonado no quiso ser menos y él mismo se encargó de regalar una bolsa de pan a 1250 madres del barrio La Milagrosa, en Mérida, con “todo nuestro amor” y “gracias al presidente Nicolás Maduro”.

“He venido a hablarles con la verdad de mi corazón, estamos en un momento crucial de la patria. En tiempos de vacas gordas y vacas flacas siempre el gobierno ha protegido al pueblo”, redondeó el lunes el propio presidente durante otro de sus mitines en Táchira, fronteriza con Colombia, donde incluso aseguró sentir en su cuerpo “el látigo que le dieron a Cristo”.

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Reuters

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