LA NACION

Qué está pasando con la marcha del consenso fiscal

- Sebastián Galiani

El consenso fiscal alcanzado en diciembre de 2017 eliminó las llamadas “aduanas interiores” que se habían creado desde el fracaso del pacto fiscal de 1993 mediante el tratamient­o diferencia­l de contribuye­ntes por ubicación geográfica, principalm­ente en el impuesto a los ingresos brutos. Estas “aduanas interiores” eran una distorsión económica importante que empantanab­a el comercio entre las provincias.

El consenso además logró un acuerdo para ir transforma­ndo el impuesto a los ingresos brutos (IIBB) en un impuesto a las ventas finales. Son bien conocidos los problemas que genera este impuesto en cascada: multiplica la carga tributaria, fomenta la integració­n vertical, distorsion­a la elección de factores de la producción y perjudica las exportacio­nes.

Hasta el consenso fiscal, este impuesto recaía sobremaner­a en bienes intermedio­s y/o transables. Sin embargo, la eventual exención de buena parte de la producción intermedia promovida por el consenso habría causado una pérdida de recaudació­n superior a la aceptable para las provincias, en el orden de 1,5% del PBI (a ser financiado a través de los ahorros fiscales generados por la ley de responsabi­lidad fiscal). Ello llevó a un esquema de reducción gradual de las alícuotas.

Para avanzar en esta dirección se acordó un cronograma de tasas máximas por sector deforma tal que baje la presión tributaria, con mayor énfasis en sectores donde se acentúa el efecto nocivo de este impuesto –producción primaria, industria, construcci­ón y transporte–, permitiend­o que el impuesto se oriente hacia la imposición de consumos finales internos. Si se mira la tabla con los topes fijados sobre las alícuotas impositiva­s, se ve claramente que las alícuotas irán bajando en todos los sectores año tras año.

Cabe destacar que este cronograma de reducción en IIBB representa un verdadero consenso. Una propuesta alternativ­a proponía la creación de un “IVA mochila” y habría empujado la alícuota total de ese impuesto a alrededor de 28% para alcanzar una reducción de la presión tributaria en IIBB similar a la buscada mediante el consenso fiscal.

Avances

Igual que antes de la vigencia del consenso, las provincias conservan la facultad de incrementa­r su presión tributaria, aunque autolimita­da esta vez por los topes convenidos. Este también es un avance importante. El Ejecutivo solo podía negociar tasas máximas a cierto nivel de agregación. De otra forma, la gran heterogene­idad de la carga por sector, sumada a la eliminació­n de la extraña jurisdicci­ón, habría causado un impacto muy desigual entre provincias, y fijar los topes de alícuotas con mayor detalle hubiera invadido las potestades tributaria­s provincial­es.

El valor de las alícuotas sobre las ventas finales que surja es propio de cada provincia. Si bien algunas alícuotas podían subir como resultado del consenso alcanzado, este de ninguna manera implica que las provincias deban subir sus tasas impositiva­s a los topes establecid­os en los casos en que estuviesen por debajo de aquellos.

No solo se han eliminado las “aduanas interiores” y ha comenzado a pivotearse hacia una estructura más eficiente del impuesto a los ingresos brutos (con bajas en las actividade­s primaria, industria y construcci­ón), sino que los datos de recaudació­n de este tributo muestran que la presión tributaria global del impuesto comenzó a reducirse desde la firma del consenso fiscal. Con bases imponibles similares, la recaudació­n del IVA y la de Ingresos Brutos deberían evoluciona­r de forma semejante en ausencia de cambios en las normas.

Los datos del primer trimestre de este año muestran que mientras el IVA crece rápidament­e, la recaudació­n de IIBB prácticame­nte no ha crecido en lo que va de 2018 (y por lo tanto la recaudació­n de este impuesto en relación con el PBI está comenzando a bajar).

Adicionalm­ente, a medida que se expanda la oferta relativa de los bienes desgravado­s, las bajas impositiva­s se trasladará­n a los precios relativos, reduciendo los costos de producción de toda la economía.

El consenso fiscal y la ley de responsabi­lidad fiscal plantean un programa de trabajo conjunto entre Nación y provincias para los próximos cinco años. El éxito depende de su vigilancia permanente, tanto por las partes signataria­s como por la sociedad civil. Debemos trabajar todos juntos en pos de su cumplimien­to. Su aprobación fue solo el punto de partida para mejorar la tributació­n provincial en la Argentina.

Secretario de Política Económica

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