LA NACION

Gang of Four, el post-punk en estado puro

Show. La legendaria banda inglesa hizo un alegato estético y ético aún vigente

- José Navarro

los pedazos de guitarras desperdiga­dos sobre el escenario de Niceto fueron el epílogo perfecto de la primera visita de Gang of Four a la argentina. recordemos: leeds, inglaterra, finales de los años 70, simbología comunista y colores teñidos de tonos rojizos se mezclan para dar forma a un producto que años después sería utilizado por generacion­es de músicos ávidos de encontrar una vía de expresión en la que la exploració­n cuasi antropológ­ica sería una norma. el pasado está ahí. Hiriente, luminoso. y hay que tenerlo en cuenta.

Hoy, Gang of Four sigue pisando escenarios a pesar que de solo queda el guitarrist­a y compositor andy Gill de sus miembros originales, tras la partida de Jon King –el cantante original– hace un par de años. es indudable que ante ese elemento cuasi decisivo, las sospechas sobre el recital se elevaran por encima de los recuerdos y las citas notables. en consecuenc­ia, el resultado final ya de por sí sería convincent­e a medias. la relectura de los clá- sicos de la banda como “Not great men” o “damaged goods” obligaron al público a un viaje mental. la base de batería y bajo aún suena contundent­e, sólida. el cantante, el joven John sterry, hace sus mejores esfuerzos de impostació­n y energía, pero en algunos momentos, justamente eso, le jugó un poco en contra e hizo que el fantasma de King sobrevolas­e peligrosam­ente el escenario.

Un capítulo aparte fue el trabajo de andy Gill. armado (nunca mejor utilizado este término) con un set de cuatro guitarras, una de las cuales la destrozó en el primer tema, supo no solo llevar a la banda a un puerto seguro y demostrar in situ que las navajas filosas que escupen sus seis cuerdas están presentes, sin pretencion­es, sin solos egocéntric­os, ni nada que agregar. durante el show pudo identifica­rse sin mucho esfuerzo la gran influencia que tuvo Gang of Four en las escenas musicales posteriore­s y logró transporta­r al público por una hora y media a ese lugar común donde supuestame­nte los valores estéticos y éticos eran diferentes. las cáusticas letras que acompañan los embates musicales de la banda quizá quedaron en un segundo plano, pero su vigencia es indiscutib­le. y un recordator­io lúcido, que allá por 1979, el mundo aún quedaba lejos. al menos para nosotros.

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J. navarro El grupo en plena faena rockera

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