Las zancadas en el ascenso con River le abrieron paso en Europa
De ayudar en el ascenso de River en 2012 a contribuir a que Monaco volviera a la Ligue 1 en 2013. Lucas Ocampos trajinó sus primeros años en primera división en equipos que vivían la anomalía histórica de jugar en la segunda categoría. Con 18 años, solo disputó un partido (ante Belgrano por la primera fecha) en aquel River que dejaba atrás el capítulo más triste de su existencia deportiva. En agosto de 2012, Monaco lo contrató por 9 millones de euros, cifra que se mantiene como un récord para la segunda división francesa.
Con casi seis temporadas en Europa, hoy, a los 23 años, disputará su primera final en un torneo continental, en Lyon, con Olympique (a las 15.45 de la Argentina), al que llegó en 2015 por 6,5 millones de euros. Cambió el glamour y el boato del Louis II de Monaco por la efervescencia y la pasión que se respira en el Velodrome. El desafío lo agarra bien armado y parado. Ya no es el flaco de 1,88m y 78 kilos que emigró del equipo que conducía Matías Almeyda. Está más macizo, desarrolló el físico hasta llegar a los 85 kilos. Y también con el aprendizaje táctico que le dio haber estado una temporada en el calcio (entre Genoa y Milan) y ser dirigido en Francia por Claudio Ranieri, Marcelo Bielsa y, ahora, por Rudi García, al que le agradece la confianza que le transmite para que juegue simple.
Ocampos nunca tuvo tanta continuidad como ahora. Por la Europa League participó en 16 partidos y es el goleador del equipo, con cuatro (3 en los dos cotejos contra Athletic Bilbao y uno ante Vitoria Guimaraes) y dio una asistencia. Por la Liga de Francia suma 30 encuentros y nueve tantos. Como cuando apareció en River, ocupa el carril izquierdo con su larga zancada. Integra junto con los talentosos Payet y Thauvin una línea de tres media-puntas.
“Soy más completo que antes. Ahora ayudo al lateral a defender. En Francia juegan mayoría de africanos y hay que seguirlos porque nunca se cansan. Puedo atacar y defender durante los 90 minutos. Lo hago a la perfección”, dijo hace un par de meses en una entrevista con la agencia EFE.
Siente admiración por el entrenador al que hoy enfrentará. “Cuando jugué en Genoa coincidí con Giovanni Simeone y algunas veces me crucé con su papá Diego. Me identifico con el estilo del Cholo, con sus ganas, con sus trabajos tácticos y la entrega física que pide. Es un gran entrenador”, expresó. Y de Genoa se trajo otra enseñanza de un compatriota, el zaguero Nicolás Burdisso: “Me enseñó a ser mejor profesional. Yo vivía el fútbol como un juego, pensaba solo en mí, pero dentro de la cancha hay otros diez. Hay que ser profesional con tu compañero”.
Por pecados de juventud, se arrepiente no haber aprovechado a los 18 años la sabiduría de Ranieri, el DT que lo pidió para Monaco. “Si lo hubiese escuchado me habría convertido antes en un jugador más físico; hoy aprendería el doble de él. Sus equipos eran tácticamente perfectos”.
Sí estuvo más receptivo con Bielsa (“aprendímovimientos,pases,cómo distribuir tu energía en el campo”), pero también señaló que su método era muy desgastante para sostener en el tiempo (“su forma de entrenamiento era un poco ruda, muy exigente. Algunos tomaban mal su manera de hablar. Mentalmente, los jugadores se cansan”).
Hasta ahora, Jorge Sampaoli no lo tuvo en cuenta, pero su sueño de selección está vivo: “Si sigo trabajando como hasta ahora algún día llegará la oportunidad”.