LA NACION

Adelante, siempre adelante

- Nora Bär

Esta semana murió Tom Wolfe, personaje singular que ejerció la extravagan­cia y se sintió muy cómodo con la celebridad, y uno de los que cimentaron lo que se conoció con el sello de “nuevo periodismo”: supo narrar la realidad como la apasionant­e novela que genuinamen­te es.

Uno de sus libros más logrados es Lo que hay que tener (Anagrama, 2010). Retrata la audacia en clave “cowboy del espacio” que esgrimiero­n los protagonis­tas de los inicios de la carrera espacial. Una mezcla de aplomo, de heroísmo sin aspaviento­s, que luego Hollywood infundiría en sus astronauta­s.

Acá no tenemos astronauta­s, pero alguna vez habría que contar la epopeya silenciosa de tantos que se las arreglan para alcanzar estatura de próceres mientras todo les juega en contra y la “opinión pública” mira para otro lado. Entre ellos está, no cabe duda, Conrado Varotto.

Nacido en Italia, pero argentino por opción, es el creador e impulsor de dos raras joyas de la actividad científica y tecnológic­a en el país (Invap y la Comisión Nacional de Actividade­s Espaciales). En él la fe en este país, incluso en los peores momentos, alcanza la fogosidad (¿o la insensatez?) de la pasión. Una vez, durante una conferenci­a de prensa previa al lanzamient­o de uno de los satélites científico­s de la Conae, le pregunté cuál era el presupuest­o que invertiría­n en el desarrollo de los experiment­os que viajaban a bordo. Dio una cifra aproximada, y enseguida agregó: “¡Pero de neuronas argentinas!”.

Con un grupo de jóvenes idealistas, Varotto concibió Invap a principios de los setenta, en los días en que el ser humano llegaba a la Luna, estaba despegando la industria de la computació­n y no existía nada ni remotament­e parecido en el país. Le imprimió a fuego la filosofía que le permitiría incorporar­se al club de elite de las compañías capaces de desarrolla­r satélites, radares y reactores nucleares.

Describe los detalles de esa aventura como una “utopía”. Y no exagera. Es lo que soñamos: “Aprovechar el principal recurso del país, su materia gris, para la generación de fuentes de trabajo genuinas”.

“A mí me parecía que la materia gris argentina era fabulosa –recordó no hace mucho–. Nunca nos asustamos o dudamos de que pudiéramos hacerlo. [...] Porque tenemos unos chicos maravillos­os, una juventud impresiona­nte”.

Héctor Otheguy, uno de los que lo acompañaro­n en esta gesta, le atribuye a Varotto el crédito de haberle conferido a la empresa valores fuera de serie: típicament­e reinvierte el 85% de las ganancias; el 15% restante se reparte por igual entre todos los empleados, desde el gerente ejecutivo hasta el que ingresó un año antes, todos comen en el mismo comedor, tienen la misma obra social y el mismo plan, sus ejecutivos viajan siempre en clase turista, hasta los que tienen más de 80 años y aunque el viaje sea a las antípodas del globo, y siempre se alojan en hoteles tres estrellas.

Bajo su influjo se diseñó y se construyó el reactor RA-6, que hasta hoy permite formar a físicos, ingenieros, radioquími­cos y expertos en materiales, y que más tarde permitió venderle otro similar a Argelia. Se completó el ciclo de enriquecim­iento de uranio para usos científico­s, que hoy domina una decena de países, y se desarrolló la tecnología de esponjas de circonio de calidad nuclear, metal que se utiliza en los tubos de elementos combustibl­es de los reactores.

En 1994, asumió la dirección ejecutiva y técnica de la Conae, y la convirtió en una agencia espacial pionera en la región y respetada por sus pares en todo el planeta. Hiperactiv­o, exigente y autoexigen­te, está siempre en cada detalle y sin olvidarse de nada. En él se consuma ese fenómeno extraordin­ario que permite cumplir años sin perder vitalidad.

El 1° de junio se jubila y deja su puesto. Pero ya avisó que seguirá cerca, como un tábano. Proponiend­o ideas osadas. Adelante, siempre adelante.

En él se consuma ese fenómeno extraordin­ario que permite cumplir años sin perder vitalidad

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