LA NACION

Retrato de familia. Armando y Víctor Bo se confiesan entre el cine y el Oscar

Padre e hijo comparten recuerdos y anécdotas mientras se preparan para el estreno de Animal, la película que el más joven de la dinastía dirigió tras ganar un premio de la Academia

- Marcelo Stiletano

Cuenta Víctor Bo que en algún momento de la agitada década del 60 él y su padre, Armando (legendario director de los clásicos de Isabel Sarli), se acercaron con sigilo a una de las garitas de vigilancia policial emplazadas alrededor de la Casa de Gobierno. A la velocidad del rayo, los dos pegaron sobre los cuatro costados de la garita afiches de una de sus películas. Acción directa para denunciar el enésimo embate contra el cine de Bo-sarli por parte del Ente de Calificaci­ón Cinematogr­áfica, dirigido por entonces por Ramiro de la Fuente. “Uno ponía el afiche y el otro lo pegaba. Salimos corriendo porque venía la policía. Y después repetimos el operativo frente al Instituto de Cine. Les llenamos la fachada de carteles para luchar contra la censura”, cuenta hoy Víctor con la emoción de un recuerdo inolvidabl­e dibujada en sus ojos. A su lado sonríe su hijo, también llamado Armando, heredero ya consagrado de una larga dinastía.

Los dos se preparan para repetir aquel ritual, ahora a modo de cábala, porque la censura en la Argentina hoy es solo un mal recuerdo. La familia Bo gana la calle para sumarse al estreno, el próximo jueves, de Animal, la película que Armando dirigió en la Argentina tras ganar el Oscar por el guión de Birdman. Al operativo se suman los hijos de Armando, Amador y Torino, de ocho y cuatro años.

“Me pareció divertido sumar a tres generacion­es de la familia y salir a la calle para apoyar a la película. Es como una vuelta a lo artesanal desde una acción concreta que después se reproduce en las redes sociales. Significa mucho para nosotros”, cuenta Armando, sentado junto a su padre en su oficina de Rebolución, la productora audiovisua­l que maneja. Todos los Bo están expectante­s: después del Oscar y varias posibilida­des que empezaron a abrirse en Estados Unidos, donde se instaló un tiempo, Armando decidió hacer en la Argentina su nuevo largometra­je, la historia de un hombre (Guillermo Francella) con una apariencia de vida hecha en términos laborales y familiares hasta que un hecho inesperado le cambia por completo la perspectiv­a y lo obliga a jugar al límite fuera de su zona de confort.

“El Oscar te pone una vara personal bastante alta. Me puso en un lugar de atención que está muy bueno. Te escuchan un montón, esa es la verdad. Pero, al mismo tiempo, hay que tener muy claro que no podés hacer cualquier cosa. Me gusta ir construyen­do paso a paso mi carrera como director y Animal es el paso más importante que podía dar en este momento. Filmar una de espías o de superhéroe­s en Estados Unidos no me interesaba. Quería contar esta historia. Elegí entrar en esta puerta, por convicción”, señala Armando.

Víctor asiente: “Recuerdo perfectame­nte el primer día de filmación en Mar del Plata. Arrancábam­os

5.30 de la madrugada. Armando quería filmar el amanecer y una escena en la que Guillermo corre en la costa. Lo esperé despierto, estaba muy nervioso, mi hijo empezaba un proyecto muy importante. A las

4.30 salimos en el coche Armando, su mujer y yo. Cuando llegamos vi una producción tipo Hollywood. Diez camiones, desayunos listos, gente esperando. Cada integrante de la producción fue saludando a Armando y el último, un viejo electricis­ta, le dijo: ‘¡Vamos los Bo todavía!’. Al verlo filmar me acordé de mi padre, más allá del parecido físico. Armando es capaz de convencerl­o a Francella para que haga 16 tomas. Eso es pura pasión, algo que no tienen los directores clásicos”.

Víctor cuenta que entre todas las generacion­es de la dinastía, los Bo acumulan más de 300 películas. “El bisabuelo de Armandito era el dueño de los Estudios San Miguel. Entre papá y yo sumamos más de

200 rodajes. Además de actor yo fui productor de mucho cine argentino. Empecé con Seguridad personal. Y le di el primer protagónic­o a Ricardo Darín en Revancha de un amigo, de Santiago Carlos Oves”.

Víctor llevaba a su hijo a algunos de esos rodajes. “E incluso –precisa Armando– actué como extra en un par de películas, Las puertitas del señor López y Siempre es difícil volver a casa, de Jorge Polaco, con los Midachi. En ese rodaje una vez terminé durmiendo en un albergue transitori­o de Salto, porque era el mejor hotel disponible del lugar. Es el primer recuerdo de cine que tengo. De ahí en más siempre me gustó estar allí, andar pispeando una cámara. En mi casa hablábamos de cine todo el día con Víctor y con mi madre, Chia Sly. Y estaba todo el tiempo ese chiste de que había que hipotecar la casa para hacer una película. Parecía un chiste, porque a veces eso es real”.

El tiempo pasó y los rituales, como el de pegar carteles, se repiten. “Ahora llevo a mis hijos a los rodajes para contagiarl­es la mística. Animal se va a estrenar el mismo día que la película de Han Solo y traje la rivalidad a casa. Mis hijos no quieren saber nada con Han Solo. Acá lo odiamos todos”, señala con una risa franca.

No siempre el cine fue la carrera elegida para el heredero de los Bo. Amante del deporte de toda la vida (a los 75 años mantiene un excepciona­l estado físico), Víctor se empeñó en llevar a su hijo al mundo del tenis hasta que un día Armando se cansó de la raqueta y le dijo a su padre que quería hacer cine. “Víctor tuvo conmigo un trato diferente al de mi abuelo Armando con él –cuenta el mas joven de los Bo–. Mi padre y mi abuelo eran muy amigos, un vínculo que a veces llevó a confundir los roles y a plantear, sin quererlo, hasta alguna rivalidad. Víctor aprendió eso y si bien fuimos y seguimos siendo dos personas muy cercanas siempre quiso priorizar mi futuro ”.

Víctor asiente: “Se es padre hasta la muerte. Y después también. Lo más lindo que tiene el cine es que mi viejo sigue vivo y desde algún lugar está haciendo fuerza por su nieto. Además, mis nietos tienen la suerte de que pueden ver a su bisabuelo, todo lo que hizo en el cine, aunque todavía algunas cosas de sus películas no están autorizado­s a verlas”, cuenta con un guiño cómplice. Víctor extiende ese orgullo de padre a su otra hija, Teresa Bo, periodista y correspons­al de guerra, hoy a cargo desde Buenos Aires de todas las operacione­s de la cadena televisiva Al Jazeera en América Latina.

En la charla se mezclan las alusiones al cine popular que intentaron hacer el dúo Bo-sarli y más adelante Víctor con la serie de los superagent­es con las inquietude­s más autorales de Armando, en sus trabajos como guionista junto al mexicano Alejandro González Iñárritu y ahora como director. Primero con El último Elvis y ahora con Animal, ambas escritas por Bo junto a su primo Nicolás Giacobone. Otro signo del destino familiar.

“Lo popular en el cine no tiene un solo significad­o. Y a veces, equivocada­mente, se separa a lo popular de lo que supuestame­nte tiene prestigio. Eso no está bien. Yo puedo tener mis propias inquietude­s como realizador, pero también crecí viendo cómo mi padre y mi abuelo se jugaban enteros por una película. Puedo tratar de contar algo artísticam­ente muy potente, pero también sueño que sea accesible para mucha gente. Apoyándome sobre todo en una figura como la de Francella, un actor querido por todo el mundo, capaz de traspasar la pantalla. Animal no es una película más, busca algo diferente. Pero además de mostrar conceptos, ideas, sensacione­s, quiero que al mismo tiempo sea entretenid­a, que no te aburra”, dice Armando. Para Víctor, Francella cumple en

Animal el sueño de Alberto Olmedo. “Es un tema que charlamos mil veces con Alberto –vuelve a emocionars­e –. Hubiese dado la vida por hacer una película como Animal. Quería hacer un papel dramático, jugado, donde pusiera todo lo que tenía adentro. La vida no se lo pudo dar”. También acerca otros datos desde la historia y su memoria. Dice que su padre fue el primero en llevar a Borges al cine, en 1954, como productor de Días de odio, inspirada en

Emma Zunz. Y que trajo de Paraguay a Augusto Roa Bastos para que escribiera el guión de El trueno entre las

hojas, el primer papel protagónic­o de Isabel Sarli.

“Mi viejo siempre encaró su vida a partir de lo que sentía. Nunca hizo una película para vender un desnudo. Su éxito más grande como actor fue Pelota de trapo, una de las grandes películas argentinas. A veces olvidamos que el cine es algo muy caro. Vivir del cine es difícil y el éxito es lo que te da la continuida­d”, apunta antes de decir que la noche en la que vio a su hijo ganarse el Oscar “desde el gallinero del teatro en Hollywood” fue la más feliz de toda su vida.

“El mejor momento para mí es este –concluye Armando–. Estar a punto de estrenar mi nueva película y tener a Víctor, a mis hijos, a toda mi familia y mis amigos detrás de ella. Esto es más importante que el Oscar”.

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Alejandro Guyot Víctor y armando, con sus hijos, pegan en la vía pública los afiches del film que protagoniz­a guillermo Francella y se estrena este jueves
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Fotos Alejandro Guyot “El Oscar te pone una vara personal bastante alta”, señala Armando Bo
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Guillermo Francella cumple el sueño de Alberto Olmedo
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El gran heredero de Víctor Bo

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