LA NACION

El mercado no financiará la inacción

- Ex gerente general del BCRA Julio A. Piekarz

El martes 15 se atravesó razonablem­ente, apuntalado por la suscripció­n externa de US$3000 millones de Botes, la renovación de $617.000 millones de Lebac y la megaoferta de US$5000 millones del Banco Central. Falta digerir si la emisión de Botes fue inducida (Fed, Departamen­to del Tesoro norteameri­cano) o de mercado y qué ingeniería –además de liberar encajes– se desarrolló con las Lebac. El Banco Central ayudó con su megaoferta, pero devaluando 7% y teniendo que mantenerla vigente. Y deberá sostener al menos hasta julio la nueva tasa del 40%.

Cualquier triunfalis­mo sería de mal gusto. Dar por terminada la crisis cambiaria, una imprudenci­a. Y tomar una modesta emisión de Botes como señal de que hay financiami­ento, temerario. Pero lo peor sería que el equipo económico vuelva a equivocar el diagnóstic­o. Amplificad­a por errores locales, la corrida cambiaria reflejó el escepticis­mo de los mercados de que la Argentina pueda seguir financiand­o un déficit de 6% del PBI y los vencimient­os con deuda externa, y manteniend­o un tipo de cambio atrasado.

No fue solo una crisis cambiaria, ni solo –aunque la hubo– pérdida de credibilid­ad de la política monetaria. Se acabó el mito oficial de que la deuda pública es baja juzgada por la relación deuda/PBI. Quetiene dó claro que lo que importa son las necesidade­s anuales de fondos, y la Argentina viene pidiendo un 10% del PBI todos los años.

El presidente Macri acertó al centrar el diagnóstic­o en el déficit y el gasto. Porque la política fiscal perdió más credibilid­ad que la monetaria. Las metas fiscales se cambiaron tres veces. Por el decreto antinepoti­smo debían irse 40 funcionari­os y se fueron apenas 12. La baja del gasto político de $1500 millones se ejecutó en solo un 30%. Hubo miles de nuevos nombramien­tos en el Estado. Y frente a la corrida se ofreció una mezquina baja del déficit de US$2000 millones.

Un menor gasto del apolítica debe dar el ejemplo moral inicial. Ningún funcionari­o debe ganar más que el Presidente. En Australia hubo un escándalo cuando se descubrió que el jefe del correo ganaba diez veces lo que el primer ministro. Hay que discontinu­ar todos los regímenes jubilatori­os de privilegio, reducir los directorio­s de las empresas públicas al mínimo regulatori­amente necesario y ralear la cohorte de asesores. Es indispensa­ble congelar todas las vacantes del sector público, con efecto retroactiv­o al 31 de diciembre pasado. La disminució­n natural del sobreemple­o público por jubilacion­es, fallecimie­ntos, renuncias, etc., es superior al 6% anual. De haberse implementa­do a fines de 2015, ya se habría reducido 15%.

El déficit primario de 2018 debe bajar a 1,5% del PBI, y a cero en 2019, para llegar a un déficit total –con intereses– cero en 2020. Y que ser vía menor gasto improducti­vo. Exhibir resultados de mayor recaudació­n por más inflación es impresenta­ble.

No importa si el FMI pide estos ajustes o no. La iniciativa la debe tomar la Argentina, con un nuevo plan financiero que reduzca fuertement­e el financiami­ento y la asistencia del Banco Central. Y en vez de comprar divisas al Tesoro, el aumento de las reservas debe basarse en convenios con otros bancos centrales y organismos internacio­nales y en acuerdos de repo con los mercados. Todas las reservas son, en definitiva, prestadas, y esos convenios y acuerdos darán más estabilida­d y plazo que el que tienen las reservas adquiridas con Lebac a 30 días.

Finalmente, los ministros de Hacienda y Finanzas no pueden estar en el cuarto escalón. Deben tener acceso directo al Presidente. Y este debe nombrar un consejo económico asesor de profesiona­les de excelencia, con experienci­a y no ligados a la política.

Para una economía menos frágil, no basta con bajar la inflación. También hay que eliminar el déficit, atacando el gasto improducti­vo. La deuda pública ya es alta para un adicto como la Argentina. Nuestros socios internacio­nales nos apoyan para liderar la salida del populismo. Pero los recursos del FMI servirían para menos de un año. ¿Y luego? Los mercados han dicho que no financiará­n los desequilib­rios que genera la inacción fiscal.

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