Mujeres en acción: el virus, la maternidad y la lactancia
Una mirada con perspectiva de género que piensa el VIH en relación con la mujer y sus necesidades
A las dos medidas que más impacto tuvieron en el tratamiento del VIH –disminuir la mortalidad y convertir la enfermedad en crónica– se suma el objetivo cero de la transmisión vertical, es decir, de madre a hijo.
Al principio de la epidemia, la probabilidad de dar a luz a un niño infectado era de entre 25% y 50%. Cuando apareció la AZT, de ese porcentaje se bajó a un 8%. Y después, con los tratamientos combinados (dos y tres drogas), a menos del 2% en la actualidad.
La posibilidad de amamantar
Como la idea del tratamiento es llegar al momento del parto con la carga viral de la embarazada indetectable, una cesárea no implica ningún beneficio y se puede intentar un parto natural sin riesgos. Esto está claro, pero alrededor de la lactancia aún hay una gran controversia.
Si una mujer no hace el tratamiento, puede transmitirle el virus al bebé, pero si, en cambio, tuviera su carga viral indetectable en la sangre, no habría transmisión por lactancia, pero por más que no se vea el virus libre en la leche no se sabe si podría estar en las células que la integran.
Mariana Iacono es activista feminista, tiene VIH y está casada. Con su marido llevan adelante una pareja serodiscordante y ella forma parte de la Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH/sida, una red con perspectiva de género. “Nos basamos en las bajas estadísticas (3% luego de seis meses de amamantamiento y 7% luego de 12 meses) de dos estudios recientes (Promise y Kiularco, 2017) para estar a favor de la lactancia”, destaca.
Desde 2016, también la OMS recomienda que las mujeres con VIH amamanten a sus bebés, en especial cuando el acceso al agua potable es difícil o existe malnutrición.