LA NACION

Justicia peruana, ejemplo a imitar

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Adiferenci­a de lo que sucede en nuestro país, la Justicia peruana evidencia diligencia cuando se trata de perseguir los bienes mal habidos de los responsabl­es de la corrupción que afecta a su sector público. Lejos de demorar o buscar excusas para no caer con el peso de la Justicia sobre el dinero o los activos de los responsabl­es del saqueo del erario público, han sabido poner las herramient­as legislativ­as y judiciales al servicio del castigo ejemplific­ador para quienes desde la función pública violaron sus más elementale­s deberes y responsabi­lidades.

Debido a que el expresiden­te de Perú Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, líderes actuales del Partido Nacionalis­ta Peruano, recibieron en el pasado dineros de pagos ilegales de la constructo­ra brasileña Odebrecht, un fiscal incautó cinco propiedade­s del matrimonio. Entre ellas, su residencia.

También decomisó las casas de la madre del expresiden­te y de una amiga de la exprimera dama. Los inmuebles deberían ser entregados al Programa Nacional de Bienes Incautados (Pronabi). Además, se está actuando contra las cuentas bancarias del exmatrimon­io presidenci­al peruano. La esposa de Humala y su madre, así como su hermano, están siendo investigad­os desde hace tres años mientras que el expresiden­te lo está desde hace dos.

El matrimonio Humala estuvo con prisión preventiva durante unos meses, la que le fue revocada recienteme­nte.

Merece destacarse y aplaudirse la rapidez con la que la Justicia peruana está actuando en este capítulo de la corrupción, a partir de normas específica­mente dirigidas a tratar que el Estado peruano pueda recuperar lo enajenado por la corrupción.

Lamentable­mente, en nuestro país, seguimos sin sancionar la ley de extinción de dominio, destinada a recuperar los bienes de origen ilícito. Esa norma es una herramient­a imprescind­ible en la lucha contra el crimen organizado. Sin embargo, las esperanzas de poder contar con tal instrument­o se desvanecen en la Argentina, muy probableme­nte como consecuenc­ia del temor de parte de la dirigencia política a que esa ley se le vuelva en su contra.

La corrupción es un problema serio y extendido en Perú. Tanto es así que, además de las investigac­iones que apuntan al presidente Humala, presunto beneficiar­io de aportes ilegales a su campaña electoral de 2011, hay otras investigac­iones en torno del también expresiden­te Alan García por supuestos aportes a su campaña de 2006, y a la exalcaldes­a de Lima Susana Villarán, por dineros recibidos para evitar su destitució­n en 2013.

Por otra parte, otra investigac­ión apunta directamen­te a la jefa de la oposición, la encumbrada parlamenta­ria Keiko Fujimori. El expresiden­te Alejandro Toledo, que vive en el exterior y es considerad­o prófugo de la Justicia, también está sospechado de haber recibido sobornos para adjudicar la construcci­ón de la carretera interoceán­ica a Odebrecht. Esto pone en evidencia que, en las últimas décadas, demasiados líderes políticos peruanos hicieron de la corrupción una práctica habitual. A diferencia de lo que ocurre en la Argentina, la Justicia no demora su actuación y nos confirma una vez más que es posible, como en Brasil, caer con todo el peso de la ley sobre los corruptos y recuperar lo robado para beneficio, en última instancia, de la población, y también para el justo castigo de los culpables.

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