LA NACION

Sin otro gran socio, Messi se queda un poco más solo

- Claudio Mauri

Cuando Andrés Iniesta fue reemplazad­o a diez minutos del final y le colocó la cinta sobre el brazo izquierdo a Lionel Messi, tras lo cual se dieron uno de esos abrazos perennes, para la eternidad, hizo algo más que transferir­le la capitanía. Lo dejaba al rosarino como el sobrevivie­nte del trío que se completaba con Xavi y que durante más de una década fue una oda al fútbol. Un terceto que llevaba metaboliza­do el ADN de La Masía.

El adiós de Iniesta es mucho más que la salida de un futbolista. Es una bisagra que divide épocas. El club de denostador­es de Messi, cuyos socios más radicales habitan en la Argentina, alegan que al Nº 10 todo se le hacía más fácil porque al lado los tenía a Xavi e Iniesta. Cuando Xavi partió hace un par de temporadas a Qatar, Leo empezó a jugar un poco como lo hacía el Nº 6. Elaboró más cerca del círculo central, dirigió el juego, decidió cuándo acelerar o hacer la pausa.

Ahora Messi se sentirá un poco más solo porque se queda sin su otro socio, alguien con quien sintoniza de manera natural, con el mismo sentido estético y productivo. Ambos construyen un fútbol tan bello como eficaz.

Messi se fue a los 13 años a Barcelona. Lejos, encontró en Iniesta al compinche que en nuestras canchas estuvo corporizad­o un poco en Juan Román Riquelme y otro tanto en Ricardo Bochini. El español se asomaba a la primera del Barça durante el fugaz paso de Román por Cataluña. Suficiente para que se declarasen admiración mutua para siempre, como si uno se reconocier­a en el otro. Cuando Iniesta cubre la pelota y gira con igual coordinaci­ón y orientació­n para cualquiera de sus perfiles, la imagen lo equipara con la de Riquelme. Cuando conduce con toques de seda, cabeza levantada y pone asistencia­s que son navajazos para la defensa rival, la estampa remite al recuerdo de Bochini.

Hay otro hilo conductor entre Iniesta, Bochini y Riquelme: fútbol puro, incontamin­ado por las apariencia­s o las poses. Aunque al de Fuentealbi­lla y al Bocha el tiempo los sorprendió prematuram­ente con la calvicie, ninguno habría recurrido a peinados, tatuajes o piercings para llamar la atención porque en ellos lo que nunca pasa de moda, lo imperecede­ro, es el fútbol que nace de sus cabezas y llega claro y fluido, sin intermiten­cias, a sus pies.

El fútbol también es sentimient­o, identifica­ción. Por eso este fin de semana, Iniesta, Buffon y el Niño Torres se emocionaro­n e hicieron emocionar en sus despedidas. Iniesta le dijo a un Camp Nou repleto que “lo echará de menos y lo llevará en el corazón”. Palabra de un señor del fútbol.

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