LA NACION

Víctimas de una pulseada sindical

- Nicolás Balinotti

Los pasajeros deben saber qué hay detrás de esa insoportab­le rutina de paros sorpresa en el subte. Son rehenes de una pulseada política y gremial, un conflicto que empezó a profundiza­rse el 14 de marzo pasado.

Ese día, en un fallo por mayoría, la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró la nulidad de la resolución del Ministerio de Trabajo del 26 de noviembre de 2015, firmada por el entonces ministro kirchneris­ta Carlos Tomada, por la cual se le había otorgado la personería gremial a la Asociación Gremial de Trabajador­es del Subterráne­o y Premetro (Agtsyp), que agrupa a los denominado­s metrodeleg­ados.

Con el visto bueno de Tomada, los metrodeleg­ados –cuyas raíces políticas están en la izquierda– lograron el aval para avanzar en la compulsa con la Unión Tranviario­s Automotor (UTA) en la representa­ción de los trabajador­es del subte.

Tener la personería les permitía sentarse a la mesa de negociació­n salarial con la concesiona­ria Metrovías y el gobierno porteño, tener la voz colectiva y retener automática­mente de los salarios el dinero de la cuota sindical. Es decir, la caja.

Hoy, monopoliza todas estas facultades la UTA, que encabeza Roberto Fernández, un jerárquico de la CGT de prosapia peronista y que mantiene desde hace años un vínculo aceitado con el macrismo y con Horacio Rodríguez Larreta. Tanto es así que uno de sus hijos trabaja en el Instituto de Vivienda de la Ciudad.

Detrás de esta pulseada, hay cifras que indicarían que los metrodeleg­ados son el gremio más representa­tivo. Según estadístic­as propias, de un total de 3024 empleados, unos 2200 estarían en su organizaci­ón. La UTA, en cambio, sostiene que cuenta con 1300 afiliados.

Desde Metrovías, la empresa que administra el servicio de subtes, reconocier­on informalme­nte a la nacion que los metrodeleg­ados son mayoría. Con esa fuerza logra concretar y sostener la rutina de paros.

Sin embargo, en su reciente fallo, la Corte Suprema de Justicia ratifi- có que en la actividad de subterráne­os la única entidad sindical que tiene personería es la UTA, uno de los gremios más favorecido­s por los subsidios estatales en lo relativo al transporte público.

Esa afinidad entre el oficialism­o y la UTA se reforzó en las últimas semanas: el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, habilitó una negociació­n con Fernández para que los colectiver­os no adhieran a una posible huelga de la CGT. Si lo lograra, neutraliza­ría el impacto de cualquier medida.

Los metrodeleg­ados surgieron en 2008 y la mayoría de sus adherentes militan en la izquierda. El viraje de su cúpula hacia el kirchneris­mo, sobre todo el de Néstor Segovia y Roberto Pianelli, provocó una fractura interna con el sector de Claudio Dellecarbo­nara, del Frente de Izquierda de los Trabajador­es.

Pianelli milita con Martín Sabbatella y está enrolado en la CTA de los Trabajador­es, de Hugo Yasky. Segovia, en tanto, se alineó en el partido Miles, de Luis D’Elía, y tuvo un acercamien­to al moyanismo. A pesar de sus diversos alineamien­tos, los metrodeleg­ados cerraron ayer filas y unificaron su reclamo por la personería gremial y la participac­ión en la negociació­n paritaria.

Y en medio de ese reclamo quedaron como rehenes los pasajeros.

La Corte declaró la nulidad de la resolución que les daba personería gremial

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