Historia de amor y reconciliación entre boleros
SOLAMENTE UNA VEZ
★★★ bueno. dramaturgia: Patricia Suárez. intérpretes: Mónica Buscaglia y Guido D’Albo. piano y voz: Sergio Perotti. escenografía y vestuario: Ana Díaz Taibo. luces: Paula Fraga. coreografía: Mecha Fernández. asistencia de dirección: Florencia Camodeca. dirección musical: Sergio Perotti. producción ejecutiva: Nicolás Hensy. dirección: Claudio Aprile. teatro: Regina, Santa Fe 1235. funciones: viernes, a las 21. duración: 70 minutos.
En la sala de esperad e una maternidad, una expareja vuelve a mirarse a los ojos después de muchos años. La inminente llegada del primer nieto (o nieta) provoca un encuentro no pactado, que los toma desprevenidos, torpes, llenos de ansiedades. Poco a poco, cada uno abrirá su mochila de selectivos recuerdos y sendos anecdotarios. Mientras su única hija puja, el yerno acompaña y el bebé viene de nalgas, estos jóvenes abuelos se preguntan, otra vez, por qué no están juntos.
La obra tiene esas respuestas. Las muestra, las trae al presente para contarnos qué pasó entonces, cuando intentaron desanudar el divorcio y refrescar el romance. El amor permanecía, pero las mañas continuaban para el dolor de una y la displicencia del otro.
Cambio de vestuario pero no de escenografía, las escenas del pasado se desarrollan junto al piano del maestro Sergio Perotti, la tercera e indispensable presencia en el escenario. Porque Solamente
una vez es una obra musical por valiosas y contradictorias intenciones. En primer lugar de la autora, Patricia Suárez, prolífica y premiada dramaturga (Las polacas, El corazón del incauto y varias obras en cartel) que debuta en el género y elige el conocido bolero de Agustín Lara como título y columna vertebral de la pieza; los personajes son cantantes e instrumentistas, y lo fundamental, en la obra hay unas pocas canciones y, también, coreografías. Alfredo y Rosa, los actores Guido D’AlboyMónica Buscaglia, interpretan los clásicos románticos “Fly me to the moon” (Bart Howard), “Amor de mis amores” (Ángel Cabral), “Júrame” (María Grever), “Crazy” (Willie Nelson), “Dame una esperanza” (Facundo Toro), “María bonita” (de Lara, el mejor momento musical de la noche) y la canción del título. Y lo hacen con mucho profesionalismo y solvencia, pero siempre “a modo ilustrativo”, es decir, las canciones no impulsan la narración. La embellecen, sí, pero no son imprescindibles: si no estuvieran, no afectarían al cuento.
Por otro lado, esta historia de pareja mantiene un tono de comedia amable, con toques de humor y el ping pong de reproches mutuos que la nostalgia de un buen bolero logrará disipar. En ese contexto, la escena donde aparece un broche al borde de la tragedia (no damos más detalles) resulta algo descolgada en la totalidad de una obra que termina con los protagonistas de cara al público festejando al amor según pasan los años. No obstante, es un producto redondo y prolijo con el que muchos adultos mayores podrán identificarse y que reúne un equipo de profesionales con experiencia y trabajos en común (el director Claudio Aprile ya había dirigido otras obras de Suárez –El escorpión, El juicio de Rica– y Buscaglia, a su vez, dirigió otra obra de la autora, La familia del jorobado) y todo, por suerte, en un teatro renovado que volvió a abrir sus puertas.