LA NACION

El dólar No asusta

A pesar de la devaluació­n, hay más ventas en la actual arteba

- Celina Chatruc

“Bazán”, se alcanzaba a leer sobre la pared del stand de la galería Miranda Bosch, junto a una pintura de Matías Ercole. La huella borroneada del lápiz es una señal del sorpresivo éxito de ventas en arteba, días después de la devaluació­n que volvió a poner al país contra las cuerdas. “Estamos cambiando el stand porque vendimos prácticame­nte todo lo que trajimos”, explicó ayer temprano a

la galerista Eleonora Molina, la nacion cuando aún faltaba todo el fin semana para el cierre de la 27a edición de la feria.

Algo similar ocurría en Quadro, en el Barrio Joven, donde Federico Gonz esperaba concretar la venta de las últimas dos obras. Los precios en este sector de la feria, que reúne a las galerías emergentes, van de 80 a 3000 dólares, mientras que en la sección principal, donde se agrupan las más consagrada­s, el techo está puesto por la Teoría estructura­l del color, de Raúl Lozza, ofrecida por Daniel Maman en tres millones de dólares.

Ese mismo monto pedía Maman el año pasado por una escultura gigante de Fernando Botero, comprada por Pilar Golf. Este año es muy raro que las compras superen los

20.000 dólares, aunque desde el comienzo de la feria hubo muchas ventas. Ayer, la galería Isla Flotante anunció que el Guggenheim de Nueva York y el museo español Reina Sofía adquiriero­n obras de Mariela Scafati, gran revelación argentina en la última edición de Art Basel Miami.

“Yo estaba con mucha aprehensió­n porque pensé que el impacto de la devaluació­n iba a ser más grande. Pero la producción de los artistas importante­s demostró una vez más ser un refugio de valor. Y la persona que quería gastar unos

4000 dólares para convivir con la obra, lo hizo de todas maneras”, confesó Nora Fisch.

Esta respuesta del mercado no sorprende a Orly Benzacar, quien recordó que las mejores ediciones en términos de ventas coincidier­on con las peores crisis del país, como la de 2001. Sin embargo, esta galerista pionera de la feria e integrante del comité de la Sección Principal se encoge de hombros a la hora de hablar en términos de inversión. “En arte contemporá­neo, nadie tiene la bola de cristal –opina–. Si comprás obra de un artista joven, el riesgo es alto: no sabés si va a llegar a crecer como Tomás Saraceno o Adrián Villar Rojas. Pero la obra la amortizás disfrutand­o”.

Famoso por regatear y hasta ofrecer la mitad del precio del valor de una obra, el coleccioni­sta argentino promedio no tiene buena fama. “¿Es una buena inversión?”, suelen preguntarl­e a Jorge Mara. “Yo les respondo que es una gran inversión espiritual e intelectua­l, que les va a dar placer”, dice el galerista. “El balance de esta edición es sorprenden­temente positivo en una realidad tan turbulenta, y eso habla de lo impredecib­le que es este país”, opinó.

El tequilazo, el corralito, el cepo, el conflicto con el campo. Nada parece detener al público argentino, ávido de consumo cultural. Con un promedio de visitas que suele rondar las 80.000 personas, arteba es una de las ferias de arte más visitadas del mundo. Y este año comenzó con el pie derecho: el primer día, las ventas de entrada en ventanilla ya habían superado en un 30% a las de 2017.

“Varios coleccioni­stas de Brasil y Chile vienen por el fin de semana”, señaló Julia Converti, gerente general de arteba. Agregó que la ampliación de la oferta de performanc­e “aportó mucha frescura” a la feria, que definió como “apta para todo público”.

Decenas de personas observaban anteanoche a un artista desnudo recostado sobre el piso en el Barrio Joven, mientras un grupo de chicos jugaba en su flamante sector, ubicado en el otro extremo del pabellón. En U-turn, el sector más internacio­nal de arteba, otro grupo escuchaba atento a un guía que hablaba sobre la obra Diego Bianchi, frente a un cuerpo cubierto de polvo de ladrillo con un sahumerio encendido en la ingle.

“Apareciero­n varias joyitas, hay muy buena obra moderna”, señaló el artista Andrés Waissman sobre las piezas exhibidas en el sector de galerías consagrada­s.

Muchos coincidier­on en que la calidad museo, unida a una nueva distribuci­ón de los stands que permite un recorrido más fluido, es lo mejor de esta edición. Otros señalaron que la madurez de arteba, que pronto cumplirá tres décadas, le quitó al Barrio Joven la irreverenc­ia necesaria para incomodar y aportar sorpresas. “No sé si está bueno tanto profesiona­lismo –dijo una artista que exhibe en la feria–. El arte no puede ser todo el tiempo políticame­nte correcto, falta más rock and roll”.

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Luis Frangella en la galería Cosmocosa
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Fotos: hernán zenteno El cabinet Oscar Bony en Henrique Faría

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