Dos bloopers, un tricampeón
Obtuvo el trofeo por 13a vez, tercera consecutiva, en una final que tuvo dos gruesos errores del arquero Karius, un golazo de Bale y las lesiones que ponen a Salah y Carvajal en duda para el Mundial
Fue campeón el favorito Real Madrid, pero la final en Kiev no se resolvió por el duelo de goleadores entre Cristiano Ronaldo y Mohamed Salah. Ambos fueron noticia por otros motivos. El portugués, que si bien fue por séptima vez el máximo anotador de la Champions League con 15 tantos no marcó en los últimos tres partidos, dejó tras el ceirre, a pie de campo, la intriga sobre su continuidad en Real Madrid. Y el egipcio, que estaba haciendo un muy buen partido, dándole trabajo a Marcelo y llevando peligro a Navas, salió a la media hora con una lesión en un hombro que podría dejarlo afuera del inminente Mundial. Héctor Cúper, director técnico de Egipto, se debe haber retorcidode fastidio en el sillón viendo las imáge- nes que llegaban por televisión.
Si las lesiones de Salah y Carvajal dieron para las lágrimas, los errores del arquero Karius fueron para el espanto. Se entiende que Joachim Löw no lo haya incluido entre los cuatro guardavallas de la lista preliminar de Alemania para el Mundial. Tan clamorosos fueron los fallos de Loris Karius (24 años) –en 2018 le quitó el puesto al belga Mignolet– que varios jugadores de Real Madrid interrumpieron los festejos por la obtención de la 13ª Champions League para ir a consolarlo. Abatido, con el rostro desencajado por ser sentirse responsable de la derrota 3-1, Karius se paró frente a la multitudinaria hinchada de Liverpool para pedir disculpas. Cargaba con la cruz del papel de villano y le llevará largo tiempo sacársela de encima.
El arquero de Liverpool le regaló un gol a Benzema y otro a Bale. El primero fue insólito: el francés interceptó con una pierna un saque de arco con la mano. Un gol de campito entre niños recién iniciados. En el segundo, se le doblaron las manos ante un remate controlable de Bale desde más de 30 metros.
Como sea, por méritos propios, concesiones rivales o decisiones controvertidas de los árbitros, siempre gana Real Madrid en la Champions League. Decimotercera en su historial, tercera consecutiva (algo que no ocurría desde la década del 70 con Ajax y Bayern Munich) y cuarta en los últimos cinco años.
Tercera Champions para Zidane en dos años y medio de gestión. Impresionante campaña del francés, que en enero de 2016 asumió de apuro para apagar el incendio incipiente que dejaba el despido de Rafa Benítez. Zizou iguala a Bob Paisley (Liverpool) y Carlo Ancelotti (dos
con Milan y una con el Madrid) como el entrenador más ganador de la competencia.
Mientras Liverpool veía cómo se desintegraba su tridente con la salida del lesionado Salah, Zidane decidió volver a darle la vida a la BBC con la entrada de Gareth Bale por el intrascendente Isco. Gale, Benzema y Cristiano Ronaldo, una fórmula que el entrenador francés había discontinuado desde la temporada pasada. Y a los
18 minutos del segundo tiempo, tres después de ingresar, el galés enganchó de espaldas al arco una chilena estratosférica que se metió apenas por debajo del travesaño. Un galés amargando y frustrando por partida doble a un equipo inglés, este Liverpool que tiene cinco Champions, la última en 2005. Bale ya había anotado un gol decisivo en el 4-1 de la final del
2014 contra Atlético de Madrid. Cuando Barcelona quedó eliminado inesperadamente en los cuartos de final, la visión interesada desde el seleccionado argentino era que Lionel Messi se evitaba el riesgo que padecieron Salah y Carvajal: sufrir lesiones importantes a menos de tres semanas del comienzo del Mundial. Es cierto que no hay antídoto infalible, como lo demuestra el caso de Sergio Romero, que se agravó de una afección en la rodilla derecha durante una práctica. Pero una final de Champions League no admite jugarla con el freno de mano o tomando excesivos recaudos físicos. Demasiada gloria en disputa como para especular en sacar el cuerpo o evitar un choque.
El espectáculo decayó ostensiblemente en esos seis minutos en los que se sucedieron los reemplazos del delantero egipcio y el lateral español. Lo que era un desarrollo intenso, con Liverpool ahogando y animándosele a Real Madrid, derivó en un ambiente de pesadumbre, que duró hasta el comienzo del segundo tiempo. A la final le sobraban lágrimas, con ambos futbolistas dejando el campo en medio de llantos incontenibles, y le faltaban goles.
Llegaron en el segundo tiempo, con la incidencia decisiva de Karius. Liverpool había empatado con el sen e galés mané, que conectó un cabezazo de Lovren tras un córner. Era 1-1, pero Real Madrid siempre tiene un recurso a mano. Marcelo es una constante vía de ataque; el brasileño sirvió el centro para la estupenda chilena de Bale, que hizo recordar al gol de Cristiano Ronaldo a Juventus. Goleador del torneo con 15 tantos, curiosamente el portugués no marcó en los últimos tres partidos. Aunque no cambió la ecuación: en la Champions, a Real Madrid las cuentas siempre le dan para ser campeón.