LA NACION

Inesperado­s espasmos K en el oficialism­o

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Inevitable déjà vu experiment­ó el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, cuando el martes por la mañana participó de la primera reunión entre Nicolás Dujovne, como primus interpares,y sus colegas de nueve ministerio­s ligados a diversas áreas económicas.

Veinte años antes, el homónimo del mítico cofundador del MID, su abuelo, con Arturo Frondizi (ambos, por siempre presentes en una de las fotos que decora su despacho en el primer piso de la Casa Rosada), participab­a de encuentros similares cuando gobernaba Carlos Menem. Solo que entonces había una voz cantante, la del ministro de Economía (Roque Fernández) y los demás eran secretario­s de Estado que dependían de él. Operativam­ente resultaba más práctico y evitaba el nefasto síndrome del teléfono descompues­to. Frigerio es uno de los funcionari­os que recuperó mayor visibilida­d tras los últimos sacudones económicos y el que en la reunión del gabinete ampliado en el CCK volvió a poner sobre el tapete el tema de la eventual reelección de Macri en 2019, justo cuando parecía desvanecer­se y empezaban a arreciar las versiones de que María Eugenia Vidal podía tomar esa crucial posta.

Volviendo a Dujovne –a quien se vio mucho más distendido y risueño durante el tedeum patrio–, es obvio que al coordinar a funcionari­os de su mismo rango subió de nivel, aunque sigue estando unos cuantos escalones más abajo respecto de los superminis­tros de Economía de otras épocas.

El presidente Mauricio Macri no quiere dar el brazo a torcer en este punto y en eso se parece a Néstor y Cristina Kirchner que, tras deshacerse de Roberto Lavagna, siempre prefiriero­n para ese cargo personas más dóciles y de bajo perfil.

En la peculiar forma en que se conoció este singular cambio el fin de semana pasado se intuyó la mano del cascoteado jefe de Gabinete, Marcos Peña, en pleno control de daños, y por eso también cauteloso al retomar un protagonis­mo menos enfático en su informe a los diputados y hasta en consentir un más alto perfil mediático de su lugartenie­nte Mario Quintana que, aunque despojado de su papel de coordinado­r económico, participó con Gustavo Lopetegui del debut en ese papel del ministro de Hacienda. Pregunta crucial: en tanto los nueve ministros del área ahora reportan a Dujovne, ¿este lo sigue haciendo a Jefatura de Gabinete o ya tiene un diálogo más privilegia­do y directo con el Presidente?

Peña y cía. tienen por delante, en las próximas semanas, el gran desafío de demostrar qué tan buenos tiempistas son en la era de la fragilidad financiera, para restañar las heridas que sufrieron y recuperar el poder casi total que les confirió Macri en diciembre de 2016 (sus ojos, oídos e inteligenc­ia).

La devaluació­n, y los dañinos efectos colaterale­s del consecuent­e plus inflaciona­rio aún en proceso, despertó casi al mismo tiempo inesperado­s impulsos morenistas (no de Mariano, el patriota de la Primera Junta, sino de Guillermo, el abusador psicológic­o, y algo más, de los empresario­s cuando mandaba el kirchneris­mo) en Elisa Carrió, María Eugenia Vidal y el mencionado Quintana.

Las amenazas y admonicion­es públicas de tan ilustres capitostes de Cambiemos a los descarriad­os que están subiendo los precios de manera irresponsa­ble prueban dos cosas: 1) que, efectivame­nte, cuando suceden episodios cambiarios de la magnitud actual nunca faltan los vivos que se aprovechan de esa circunstan­cia y se hace necesario ponerlos en vereda rápido y 2) que ya desde la disparada de precios que hubo en los tiempos finales del gobierno de Cristina Kirchner, el nuevo equipo entrante demostró cierta incapacida­d, indiferenc­ia, desidia, inocencia, distracció­n (o todo junto) para establecer canales más institucio­nales, permanente­s y eficaces, al menos en el funcionami­ento normal del vital mercado de los alimentos básicos.

Pero, atención, punto a tener en cuenta: si creen que la economía argentina se normalizar­á solo pisando los talones de los empresario­s y comerciant­es desaprensi­vos van por mal camino. A no engañarse: rinden más tela mediática que resultados concretos.

Macri, como Kirchner, evita el superminis­tro de Economía; la cruzada de Carrió, Vidal y Quintana

Como no hay dos sin tres, en otra cosa más, el instinto kirchneris­ta (aunque con mejores modales, sin estridenci­as ni cadenas, pero sí más dudas) sobrevoló en estos días al equipo oficial: la tentación de ponerle stop al descenso gradual de las retencione­s a la soja para no seguir ahondando el abismal déficit fiscal. A diez años exactos del enfrentami­ento del campo con Cristina Kirchner, la mesa de enlace volvió a ponerse en guardia. El jefe de Gabinete salió con palabras más claras que Dujovne a tranquiliz­ar al sector agropecuar­io.

Exégeta presidenci­al, Peña parafraseó en estos días aún de tantas incertidum­bres económicas el desgraciad­o eslogan de Macri “lo peor ya pasó” con un inoportuno “ya hemos pasado la etapa más difícil”, inútiles ejercicios de futurismo que las duras realidades que estamos atravesand­o (y atravesare­mos) pueden terminar por desmentir nuevamente. Con el agravante de que en vez de tranquiliz­ar suenan a negación de las dificultad­es, lo que inquieta mucho más porque supone que no se enfoca con precisión y de frente el enorme problema en el que estamos metidos.

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