LA NACION

La lógica indica que algo no funciona bien en el actual sistema

- Nicolás Dapena Fernández LA NACION El autor fue subsecreta­rio de lucha contra el narcotráfi­co y fue consultor de la ONU sobre tráfico de armas

Según el reporte mundial de la Oficina de las Naciones Unidas sobre Drogas y Crimen (UNODC en su sigla en inglés), para 2015 existían 183 millones de personas usuarias de cannabis en el mundo, Colombia y Paraguay, seguidos por Jamaica, eran los principale­s productore­s: 6000 toneladas de hierba de cannabis y 1300 toneladas de resina de cannabis eran intercepta­das anualmente. Y sin embargo, el consumo crecía en ese momento y aún se mantiene en ascenso.

A diferencia de jurisdicci­ones como Inglaterra y Gales, donde el consumo desciende marcadamen­te, en Argentina la ratio de incremento de los secuestros de cannabis que hacen las fuerzas de seguridad bajo la dirección de los magistrado­s, seguidas por la variable pública y notoria de que cada vez es más fácil conseguir, y consumir, cannabis en lugares públicos, dan indicios razonables de que el fenómeno crece sostenidam­ente en vez de retroceder.

La falta de estudios estadístic­os serios y confiables de consumo amplios en la Argentina también conspira para valorar el alcance del fenómeno y ponderar relativame­nte su impacto.

Por su parte, para la ley argentina la siembra o cultivo de semillas de cannabis y su comerciali­zación se encuentran penados con entre 4 y 15 años de prisión, disminuyen­do la pena a un 1 mes a 2 años si por la escasa cantidad sembrada o cultivada y demás circunstan­cias, surja inequívoca­mente que ella está destinada a obtener estupefaci­entes para consumo personal (ley 23.737 artículo 5 y decreto 772/15 y modificato­rios). Más allá de los reiterados cambios de doctrina que la Corte Suprema ha ido teniendo en la materia (referi- dos en los fallos Bazterrica, Capalbo, Montalvo, Arriola, este último que determinó la inconstitu­cionalidad de penar la tenencia de drogas ilícitas para consumo personal, y los vaivenes que segurament­e vendrán), la lógica indica que algo no funciona bien en el actual sistema.

Para comprender­lo de manera holística: si la pena media para la producción de cannabis equivale en términos de condena a la pena mínima por homicidio (8 años) y tanto la cantidad de secuestros de cannabis cuanto el precio de venta al consumidor se incrementa sostenidam­ente conforme los propios informes gubernamen­tales, resulta un choque con la realidad poder comprobar diariament­e que el uso abierto y público de cannabis en las ciudades está ampliament­e permitido. Algo no cierra en la visión sistemátic­a del fenómeno.

Un reciente artículo de The Washington Post nos puso al tanto que Colombia busca posicionar­se como el mayor proveedor mundial de cannabis legal. Una lógica comercial apoyada por las modificaci­ones normativas pertinente­s, en orden a una coherente política con relación al cannabis.

A veces las respuestas son difíciles, y debemos conformarn­os con encontrar las preguntas adecuadas; ¿está siendo coherente el gobierno de Argentina en su política con relación al cannabis? ¿Los consumidor­es sociales de cannabis que compran constantem­ente y alimentan al cruel fenómeno del narcotráfi­co, saben que lo están haciendo?

Se necesita una visión estratégic­a en el correcto sentido de la palabra y la decisión de una política clara de Estado en la materia, ambos aspectos que en nuestro país requieren todavía un mayor desarrollo.

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