LA NACION

El modelo de gestión de Cambiemos

Más que cambios de forma, se precisa una visión común de los problemas y dejar de pensar que el diálogo es sinónimo de debilidad política

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Como un coletazo más de la crisis cambiaria que lo llevó a iniciar negociacio­nes para un crédito stand-by del FMI y a anunciar una profundiza­ción de la lucha contra el déficit fiscal, el gobierno de Macri ha introducid­o algunos cambios en la organizaci­ón y la coordinaci­ón de sus numerosos ministerio­s, al tiempo que convocó a un acuerdo nacional para reducir el déficit fiscal.

El titular de la cartera de Hacienda, nicolás Dujovne, ha sido ubicado como coordinado­r de otros nueve ministerio­s del área económica, con la intención de liderar el proceso de disminució­n del desequilib­rio de las cuentas públicas. al mismo tiempo, se ha ampliado la llamada “mesa chica” del Gobierno, formada originalme­nte por el Presidente, el jefe de Gabinete y los gobernador­es de la provincia y la ciudad de Buenos aires, con la integració­n del titular de la cámara de Diputados, Emilio Monzó, y del ministro del interior, Rogelio Frigerio, además de figuras del radicalism­o y de la coalición cívica.

no debieran ser cambios de forma, sino de fondo, que reflejen cierta vocación del titular del Poder Ejecutivo por escuchar las críticas a los errores de comunicaci­ón y de coordinaci­ón ministeria­l, pero que para resultar efectivos deberán estar acompañado­s de una visión común de los problemas y de la necesaria convicción acerca de cómo resolverlo­s.

El nuevo papel de Dujovne como ministro coordinado­r de las distintas áreas económicas responde fundamenta­lmente a la necesidad de contar con un interlocut­or ante el FMI empoderado, capaz de garantizar ante el organismo financiero los acuerdos que se alcancen y los compromiso­s que adopte el Gobierno. Dujovne ha demostrado capacidad para emprender esa tarea, por lo cual su designació­n debería estar refrendada mediante un decreto.

El modelo de gestión de cambiemos ha sido objeto de no pocos cuestionam­ientos, al punto que, a juicio de distintos analistas, la debilidad económica que exhibe actualment­e debe asociarse con cierta debilidad política. Esta última ha sido producto del daño que al gobierno de Macri pudieron hacerle las críticas de sus aliados al nuevo esquema tarifario, y también de la inexistenc­ia de un ministro de Economía, algo que termina exponiendo peligrosam­ente al jefe del Estado, quien definitiva­mente no puede ocupar el lugar de los ministros, que son fusibles por naturaleza.

La argentina carece de una tradición de gobiernos de coalición, y los dirigentes de cambiemos deberían demostrar que una exitosa alianza electoral puede transforma­rse en una coalición gubernamen­tal, evitando caer en los mismos errores cometidos en circunstan­cias no muy lejanas aun cuando fueran distintas, como las del recordado gobierno de Fernando de la Rúa.

El presidente Macri debe abandonar definitiva­mente la idea de que las convocator­ias al diálogo, tanto a sus aliados como a sectores de la oposición con afán de colaborar, son muestras de debilidad política. La búsqueda de consensos políticos y sociales surge hoy como un imperativo para resolver viejos problemas que afectan a nuestro sistema. Entre ellos, un déficit fiscal que se solo se pudo evitar durante cuatro de los últimos 60 años y un prolongado proceso inflaciona­rio que siempre ha castigado con mayor virulencia a los sectores de la sociedad más vulnerable­s.

Es claro que el diálogo y la búsqueda de consensos debe hacerse sobre la base de objetivos firmes y compartido­s, y no a partir de transaccio­nes espurias y nada cristalina­s, que no procuren más que repartir espacios de poder y privilegio­s entre dirigentes.

Los consensos, por definición, implican que todas las partes involucrad­as cedan algo en pos de un bien mayor. Y a eso deben enfocarse tanto el Gobierno, con su convocator­ia a un acuerdo

La Argentina carece de una tradición de gobiernos de coalición, y los dirigentes de Cambiemos deberían demostrar que una exitosa alianza electoral puede transforma­rse en una coalición gubernamen­tal, evitando caer en los mismos errores cometidos en otras circunstan­cias

nacional, como los distintos sectores de la oposición, que no pueden desentende­rse de la necesidad de cooperar y de garantizar la gobernabil­idad.

Sería deseable que, además de avanzar hacia una ley de presupuest­o 2019 realista, que haga foco en una drástica reducción del abundante gasto improducti­vo de la administra­ción nacional, y hacia un nuevo acuerdo fiscal que efectivame­nte comprometa a los gobiernos provincial­es y municipale­s a disminuir sus erogacione­s, oficialism­o y oposición pudieran consensuar leyes indispensa­bles como la de extinción de dominio, la de financiami­ento transparen­te de la actividad política y la de reforma laboral.

así como quienes conducen la actual fuerza gobernante deben comprender que no es factible gobernar mediante el estrecho camino del marketing y la apuesta a la atomizació­n de sus rivales políticos, la oposición debe entender que no es saludable retornar al poder por el fracaso de los otros, sino por demostrar responsabi­lidad frente al difícil momento que vive el país. Y nadie puede preciarse de ser una opción superadora si no es capaz de mostrar espíritu colaborati­vo.

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