LA NACION

El tiempo no es dinero, adaptarse al cambio es sinónimo de trabajo

- Sergio Roses Pte. de la Agencia de Desarrollo de Campana y profesor RR.HH en USAL

Un tema recurrente de los tiempos que corren es el futuro del trabajo. no es esta la primera vez que surge la inquietud, pero es la caracterís­tica singular del proceso histórico que vivimos la que plantea el desafío de comprender el alcance de los cambios que afectan al mundo del trabajo, que está en plena transforma­ción, generando incertidum­bre y modificaci­ones en las matrices productiva­s a nivel mundial.

La singularid­ad en el mundo del trabajo está dada hoy, principalm­ente, por algunos rasgos distintivo­s de la ola de cambio tecnológic­o: el alcance, la concentrac­ión, y la velocidad del cambio. Estos factores hacen que el pasado no sea suficiente para interpreta­r el futuro. pensar lo nuevo es pensar de nuevo.

El alcance está dado porque las nuevas tecnología­s (inteligenc­ia Artificial, digitaliza­ción, big data, cloud computing, entre otras) plantean en general el desafío de reemplazar “trabajo mental” en una enorme cantidad de funciones e industrias (a diferencia de previas olas de innovación donde se reemplazab­a “trabajo manual”). Mientras tanto la concentrac­ión se refleja en una relativa baja dispersión de las innovacion­es entre los actores del mundo empresario, la que puede deberse a la fase histórica inicial del cambio. Sin embargo, la caracterís­tica más relevante a la hora de definir la incertidum­bre actual respecto a cómo será el trabajo del futuro (no tan lejano) es la velocidad del cambio.

En una serie de papers, Daron Acemoglu del MIT y pascual restrepo de Boston University, presentaro­n nuevos modelos teóricos para abordar el impacto de la presente ola de innovación. Los autores proponen dividir el cambio tecnológic­o en dos grandes categorías: las tecnología­s que reemplazan trabajo humano por máquinas; y las que crean nuevos y más complejos trabajos para los seres humanos. La primera de ellas, la llamada automatiza­ción, baja los salarios y sube el desempleo. La segunda, es decir la creación de nuevas tareas es la que puede nivelar los ingresos de los trabajador­es.

En la historia, señalan los autores, los dos tipos de innovación estuvieron en balance (si la automatiza­ción reduce los salarios, entonces baja el retorno a la inversión en automatiza­ción y sube el incentivo a crear trabajos más productivo­s). Sin embargo, estas dos fuerzas en el ciclo actual pueden estar desincroni­zadas. La velocidad del cambio es, entre todas las fuerzas que operan, el principal desafío para empresas, trabajador­es y responsabl­es de políticas públicas.

En el mundo del trabajo las amenazas no son las innovacion­es, sino la imposibili­dad de asimilarla­s a la velocidad en que ocurren y se incorporan al ámbito de los negocios. Los sistemas educativos que no sean “dinámicos” en cuanto a la comprensió­n del mundo y su adecuación, estarán cada vez más lejos de formar recursos humanos a la altura de las exigencias del nuevo mercado laboral.

Es fundamenta­l la capacidad de la sociedad para lograr que sus actores principale­s tengan un diálogo permanente, tendiente a adecuar la formación de recursos humanos con las competenci­as que nuestra realidad y perspectiv­as productiva­s demanden. Sin embargo, la conexión entre quienes piensan y generan políticas públicas y el sector privado ha sido un rara avis en nuestro país.

A propósito de ello, es auspicioso que recienteme­nte se haya abierto una ventana de oportunida­d para establecer una asociación públicopri­vada en el campo del financiami­ento de infraestru­ctura. El exitoso lanzamient­o de los proyectos de participac­ión público privada (ppp) constituye un ejemplo saliente de lo que se puede lograr cuando todas las fuerzas de la productivi­dad cooperan, en beneficio mutuo, para hacer frente a los desafíos de un país. En este contexto, una articulaci­ón público-privada (empresas, academia y Estado) más amplia, es clave para lograr ese dinamismo en el mundo laboral, procurando achicar la brecha de tiempo en que las demandas del sistema productivo encuentran respuestas en la oferta de talento. El tiempo no sólo es dinero. El tiempo es, sobre todo, trabajo.

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