LA NACION

Germán Paoloski. “Soy muy bueno haciendo valijas”

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—¿Qué disfrutás más al estar de viaje? —Viajar es espectacul­ar, una promesa de que vas a disfrutar, de que vas a desconecta­rte un poco de las obligacion­es y de lo cotidiano. Muchos años he viajado por trabajo, pero en esta etapa de mi vida los viajes están relacionad­os siempre con las vacaciones. Puro disfrute. —¿Temporada alta o baja? —En general cuando me puedo ir es temporada alta, pero si tuviera la posibilida­d de elegir saldría en la baja porque es mucho más tranquilo. —¿Cuál es la mayor maravilla del mundo que hayas conocido? —Conocí muchos lugares muy lindos, pero si tuviera que elegir uno serían las Cataratas de Iguazú. Fui por primera vez ya de grande, tenía casi 30 años, y me impactaron. —¿Tu mayor hazaña en el turismo aventura? —Soy cero turismo aventura. Quizás lo más parecido a eso es el esquí y snowboard, que también empecé a practicar de grande y me encantó. —¿Tu mayor virtud y tu mayor defecto como viajero? —Considero como una virtud que me gusta hacer absolutame­nte todo. Estoy abierto y predispues­to a conocer y disfrutar. Me entrego al viaje. Como defecto, diría me dan mucha fiaca la salida y la vuelta. Ir al aeropuerto, completar los trámites de migracione­s, las colas... Lo padezco. Para mí el disfrute empieza arriba del avión. Y tengo otra virtud: soy muy bueno haciendo valijas. —¿Alguna técnica en particular? —Lo primero y fundamenta­l es hacerla con tiempo. Muchas gente hace la valija como quien se la quiere sacar de encima. No, no. Hay que tomarse un rato. Primero selecciono el tamaño de la valija, según el destino y la cantidad de días, porque tengo varios modelos. Después selecciono la ropa, la doblo bastante prolija y voy acomodando abajo lo más pesado y así, las camisas van arriba de todo. Parece una estupidez, pero a mí me gusta hacer la valija. Es más, en casa, Sabri [Sabrina Garciarena, su mujer], no hace una valija, las hago todas yo. Le digo; vos decime qué querés llevar y dejamelo a mí. —¿Qué hacés con tu perro cuando te vas de vacaciones? —Es todo un tema de sufrimient­o porque no me gusta dejarlo y tampoco me gusta enchufárse­lo a la familia, que no tiene por qué hacerse cargo. Así que en general, cuando son lugares cercanos, lo llevo. Es un maltés, se llama Atilio y cuando puedo, lo llevo. También lo hemos dejado en algún lugar específico donde cuidan perros durante las vacaciones. Pero no me gusta mucho esa opción. —Actividad física y cuidado en las comidas durante las vacaciones, ¿sí o no? —Ese es un tema clave. Primero habría que ver cómo vengo durante el año, porque últimament­e estoy medio entregado con la actividad física, y las vacaciones son una continuida­d de eso. En general, voy con la idea de comer y disfrutar, sin cometer excesos. Y si puedo salir a correr o hacer alguna actividad mejor… ¡para después poder seguir comiendo! —¿Acampaste o viajaste como mochilero alguna vez? —Nunca. No me gusta dormir en una carpa. De chico me fui con el colegio, pero no es algo que disfruto. Cuando voy de vacaciones me gusta ir a hoteles y lugares donde estoy cómodo. —¿Viajaste a un all inclusive? —Sí, una vez, a Punta Cana, pero tampoco me gustó nada. Prefiero la atención personaliz­ada y ahí era uno más. Todo muy masivo, quinientos tipos almorzando, quinientos tipos cenando; me mata, no me gusta. —¿Un día de vacaciones perfecto? —Me despertarí­a a eso de las 10 en alguna playa del Caribe o del Mediterrán­eo, tomaría un desayuno frugal y bajaría a disfrutar de la playa todo el día. Almorzaría unos mejillones y langostino­s a orillas del mar y me pasaría todo el día así. Cero preocupaci­ones, cero estrés, disfrutar de la playa, el sol y la compañía. Siempre me gusta compartir y disfrutar con alguien, ya sea una pareja, un amigo, con la familia, y quedarnos hasta tarde tomando unos mates para ver la puesta del sol.

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