LA NACION

¿Tiene Macri un Chivilcoy?

- Texto Sergio Suppo

El 3 de octubre, el discurso de Sarmiento en Chivilcoy cumplirá 150 años .“les prometo hacer cien chivilcoye­n los seis años de mi gobierno, con tierra para cada padre de familia, y con escuelas para sus hijos. […] La pampa no está condenada, como se pretende, a dar exclusivam­ente pasto a los animales, sino que en pocos años, aquí, como en todo el territorio, ha de ser luego asiento de pueblos libres, trabajador­es y felices”.

Faltaba una semana para que el sanjuanino asumiera su mandato presidenci­al. Había regresado de los Estados Unidos, donde el impulso económico y social había entusiasma­do tanto al nuevo presidente que lo animó a presagiar que había visitado al país que se aprestaba a liderar el mundo.

Más por la influencia desarrolli­sta de uno de sus mentores en sus años juveniles que por sus conocimien­tos históricos, Macri suele remedar algunas de aquellas ilusiones sarmientin­as. El martes por la noche, en la cena de la Cámara de Comercio de Estados Unidos (Amcham), el Presidente improvisó algunos deseos sobre el futuro de la Argentina y dijo que esperaba un crecimient­o más federal, próximo a centros de producción en los que el país puede aprovechar ventajas comparativ­as y ser competitiv­o. Recordó su sorpresa por una lejana visita a Atlanta, donde descubrió que la potencia de los Estados Unidos no estaba concentrad­a en dos o tres puntos, sino desplegada en centenares de ciudades. La capital de Georgia tiene medio millón de habitantes y es sede, entre otros gigantes, de Coca-cola, AT&T, CNN y Delta, además de un enorme hub aéreo. Sin proponérse­lo, Macri había visitado uno de los Chivilcoy de Sarmiento.

Los argentinos escribimos la historia al revés de aquellos sueños de un siglo y medio atrás. Casi la mitad de la población está hoy agrupada en grandes conglomera­dos urbanos con un sistema productivo que hace medio siglo entró en crisis y convirtió en pobres crónicos a los hijos y nietos de la última versión de la Argentina con pleno empleo, la de la década del 60.

Ahora que una vez más las urgencias fiscales desbordan y que el gobierno de Macri corre para el ineludible rincón de los recortes, se acentúa la ausencia de un destino cierto. Debería ser al revés. Es en los peores momentos en los que los liderazgos están obligados a mostrar un horizonte que salte sobre lo circunstan­cial.

El Presidente tiene ahora una agenda más inmediata: ya no es solo el hombre que vino a resolver la herencia kirchneris­ta. Ahora también tiene que enmendar los errores que cometió en ese intento, empezando por el de no haber hecho tomar conciencia a la Argentina de que la crisis estructura­l no se resolvía sin sacrificio­s. Es difícil proyectar un país e imaginarle un futuro a medio siglo cuando las urgencias financiera­s se convierten en crisis económicas. Es difícil, pero es imprescind­ible. ¿Tiene Macri un Chivilcoy? Si lo tiene, no lo explica.

Comparacio­nes sobre sus dimensione­s políticas al margen, como Sarmiento 150 años después, Macri corre el riesgo de imaginar que coloca los mojones de un país que nunca fue y que tal vez nunca será.

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