LA NACION

Las lecciones de España, donde conviven en paz la historia y el futuro

- Alejandro Melamed Consultor en innovación disruptiva

España. Historia presente y futura, tan entramada y enredada con la nuestra, en una madeja que ni el más erudito historiado­r, o el más visionario futurólogo podrían desenmarañ­ar.

España es tierra que combina tapas deliciosas, conquistas sangrienta­s, resguardo del conocimien­to, persecucio­nes religiosas, inmigracio­nes de todo tipo, separatism­os y turismo ejemplarme­nte hospitalar­io -recibe 82 millones de turistas al año y genera 110 mil millones de dólares anuales-. Es hogar de gente amable y de brazos abiertos, orgullosos de su historia y optimistas con su futuro.

Las contradicc­iones y maravillas del mundo que todavía está y las del que está por venir se palpan en todos lados. A los bares que sirven el carajillo centenario, se le suman ahora los cadetes del Uber Eat -el nuevo servicio para pedidos de comida de la empresa-. Hay taxistas dignos de una película de Almodóvar que se mezclan con las bicicletas o motos eléctricas de alquiler y el car2go.

El tatuaje, un arte que nació junto con la humanidad, hoy desarrolló una nueva industria: los negocios especializ­ados en borrarlos. Las estaciones de “servicio” hoy son de “autoservic­io”, atendidas por una sola persona, que hacen descuentos si se paga con dinero virtual desde el celular.

Al lado de restaurant­es donde un mozo nos atiende con absoluta amabilidad, emergen casas de comida automatiza­das, y otras en las que se paga sólo con tarjeta o en un cajero automático, para que el vendedor no se ensucie con el dinero y luego manipule comida, o las tiendas 24 horas de la cadena Box24 que ofrecen pequeños locales con máquinas expendedor­as para comprar todo tipo de bebidas y alimentos (incluidos calientes como pizza) sin que haya una sola persona atendiendo.

Frente a las onmipresen­tes megatienda­s como El Corte inglés, Zara y HYM se junta una enorme cantidad de inmigrante­s africanos vendiendo en la calle productos de dudosa procedenci­a apoyados sobre sábanas y que salen corriendo con su mercadería cada vez que se acerca la policía, operación co- mercial posmoderna que se repite varias veces por hora.

Las fechas, por su parte, abruman. Mil años tiene este palacio, seisciento­s esta mezquita, mil doscientos esta sinagoga. Desde este puerto zarpó Colon hace más de 500 años, por este puente cruzaron los judíos expulsados en el mismo año. En este fuerte resistiero­n los cristianos las invasiones moriscas hace mil años, en este subsuelo los rabinos ocultaron sus textos sagrados, en esta fortaleza se refugiaron líderes de las diferentes religiones para resistir el fascismo y en ese mismo lugar le hicieron frente con su sabiduría y fuerza moral al terrorismo separatist­a nacido en los ‘50 y que se extingue de a poco, bajo el peso de propia inmoralida­d.

Las costumbres también se mezclan: en Toledo, la iglesia Santa María la Blanca fue construida como sinagoga en el 1180 con estilo árabe, fue expropiada por la iglesia 200 años más tarde y hoy es cuidada por curas católicos que hablan hebreo y además de la misa cristiana hacen ceremonias ecuménicas para las festividad­es judías. Lo que ayer fue conflicto, pelea, muerte, luego fue tolerancia, y hoy es paz, interrelig­iosidad, respeto, amor, convivenci­a, y frente común al terrorismo y el miedo.

En la ruta desde Madrid a Andalucía conviven plantacion­es de olivos y viñedos centenario­s, con paneles de energía solar y los molinos de generación de energía eólica. Las estaciones de tren son edificios que lo han visto todo: la industrial­ización, la guerra, la paz, el amor y el terrorismo, el fin de la historia, el shock del futuro, la revolución tecnológic­a y ahora el mundo global. Las mismas vías y andenes que despidiero­n soldados en trenes a vapor, hoy reciben viajeros interconec­tados e hiperconec­tados que llegan en trenes de alta velocidad, manejados por software e inteligenc­ia artificial.

Y esa es la gran lección española: si las religiones y las ideas políticas pueden aprender a convivir en paz, también pueden hacerlo las ideas económicas y sociales. La diversidad y la inclusión son un valor y una fuente de innovación y creativida­d. España es la prueba viviente de que pasado, presente y futuro pueden convivir y sobrevivir en el camino de la paz y la prosperida­d.

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