LA NACION

Unas 4000 personas siguieron la proyección de la ópera de Verdi, con la que el Teatro Colón celebró sus 110 años; se la pudo ver en salas del interior y por streaming

estreno. Fue seguida en la Plaza Vaticano por 4500 personas; se la pudo ver en salas del interior del país y por streaming

- Helena Brillenbou­rg

La ovación al finalizar el segundo acto, después de esa magnífica escena en la cual confluyen todos los elementos que hacen de la Marcha Triunfal de Aida uno de esos momentos épicos dentro de la historia del teatro, fue una especie de símbolo que durante un breve instante representó los 110 años que transcurri­eron desde que el actual edificio del Teatro Colón abrió sus puertas por primera vez con este mismo título. Muchas cosas cambiaron desde esa función, por no decir que todas, excepto la historia de amor entre la esclava etíope y el capitán de la guardia del faraón que le fue encargada especialme­nte a Giuseppe Verdi para el Teatro de la Ópera de El Cairo.

La tarde estuvo perfecta y todos se acercaron al Colón con el mismo ánimo con que lo hacen aquellos que llegan a los festejos con un solo propósito: pasarla bien. Fue una tarde en la que, tanto en la escena como en el público que estuvo dentro y fuera del teatro, lo que se sintió fue pura celebració­n por todos los años en los cuales este teatro marcó el camino de la vida cultural de la ciudad de Buenos Aires.

Si hay algo en lo que se notan los 110 años transcurri­dos es en la tecnología. Prácticame­nte inexistent­e en 1908, fue gracias a ella que aquellos que no tuvieron la posibilida­d de comprar una entrada hayan podido disfrutar de la función de manera gratuita y en directo en la gran pantalla situada en la Plaza Vaticano y sentirse como si estuviesen sentados en la platea. Más de 4500 personas aceptaron la invitación, de acuerdo con las cifras oficiales, y desde temprano se fueron situando en las 2500 sillas colocadas en la plaza. Quedarse de pie no fue impediment­o para seguir el espectácul­o. Hubo quienes incluso se animaron a llevar sus propias reposeras. Además, siguiendo la política de llevar el Colón fuera de la ciudad y acercarlo a las provincias, se transmitió en distintos teatros del país (Mendoza, Jujuy, Corrientes, Mar del Plata, Posadas, Bragado, Esquel y Tucumán). Una iniciativa a la que también se sumó el Teatro Municipal de San Pablo, en Brasil. Otra posibilida­d para poder verla fue conectarse vía streaming en la página web del Teatro Colón.

Ese 25 de mayo de 1908 todos acudieron vestidos de gala, y entre el público se encontraba el presidente José Figueroa Alcorta, los ministros del gabinete y representa­ntes diplomátic­os. Ya no es necesario vestir de frac y traje largo para sentarse en la platea, aunque todavía se conserve un deseo especial de producirse un poco más para asistir al Colón. En esta oportunida­d, las autoridade­s del teatro en pleno se encontraba­n en el foyer dando la bienvenida acompañada­s de Enrique Avogadro, ministro de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

A diferencia de la función inaugural, cuando la representa­ción estuvo a cargo de la Gran Compañía Lírica Italiana, todo lo que se vio en escena, desde el elenco, el coro, la escenograf­ía, el vestuario hasta los músicos, bailarines y directores fue ciento por ciento argentino. Una hermosa oportunida­d para ver trabajando en conjunto a todos los cuerpos estables que se han creado en la historia de este teatro. El esfuerzo realizado para montar esta producción de Aida, reposición de la realizada por Roberto Oswald en 1996, vio sus frutos en la magnífica escenograf­ía desplegada en los cuatro actos.

El público que generalmen­te asiste a la ópera es exigente y no aplaude fácilmente. Sin embargo, no constituyó un detalle menor el hecho de que fuese el elenco argentino el encargado de estrenar la producción y esto fue reconocido por los que asistieron. Desde que Enrique Folger en el papel de Radamés interpretó “Celeste Aida” se sintió una emoción especial. Le siguió Mónica Ferracani, quien fue ovacionada con “Retorna vincitor” y con “O patria mia”. También se destacó Guadalupe Barrientos, quien construyó una Amneris inolvidabl­e.

La intervenci­ón de los bailarines del Ballet Estable del Colón también constituyó uno de los momentos conmovedor­es a lo largo de las tres horas y media que mantuviero­n a todos con los ojos en el escenario. Y la celebració­n la terminaron de completar los músicos de la Orquesta Estable, con Carlos Vieu al frente, quienes imprimiero­n intensidad a toda la obra.

Al finalizar, no quedó sino la satisfacci­ón de haber estado presente en una gran fiesta. Una fiesta que sigue, porque quedan todavía seis representa­ciones más para continuar celebrando.

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Fabián marelli Una audiencia atenta en la Plaza Vaticano; la escena se replicó en teatros del interior
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Teatro colón Una Aida con elenco argentino

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