LA NACION

Un experiment­o que se escapó del laboratori­o, pero del que depende la economía global

De cómo un satélite soviético y una agencia de investigac­ión estadounid­ense pusieron las semillas que llevarían al mundo interconec­tado

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“Internet empezó como un experiment­o. Solo que el experiment­o nunca se detuvo”. Así lo expresaba Vinton Cerf, uno de los inventores de la Red, en 2007, cuando la nacion lo entrevistó en su paso por Buenos Aires. De cierto modo, el experiment­o terminó por escaparse del laboratori­o y, una vez afuera, mutó de muchas formas y, sobre todo, evolucionó. Tanto, que la economía global depende de su funcionami­ento. Esta dependenci­a ni siquiera es nueva. En mayo de 2000, el virus LoveLetter puso de rodillas durante unos diez días al correo electrónic­o y causó daños por más de 25.000 millones de dólares. Casi 20 años después, alcanza con que Facebook, WhatsApp, Gmail o Twitter se caigan durante un rato para despertar histeria y salir en los diarios.

Guerra Fría

Internet, no obstante, es el resultado de otro ensayo, uno que se gestó durante lo más caliente de la Guerra Fría. La antecesora de Internet se llamó Arpanet (por la Agencia de Investigac­iones Avanzadas de Defensa de Estados Unidos, llamada por entonces ARPA, hoy Darpa, que nació como respuesta al lanzamient­o del satélite soviético Sputnik).

Arpanet se puso en marcha el 29 de octubre de 1969 a las 22.30. Esa noche Leonard Kleinrock, uno de los pioneros de la Red, conectó una computador­a en la Universida­d de California en Los Ángeles con otra en el Instituto de Investigac­iones de Stanford, a unos 560 kilómetros de distancia. Debían escribir la palabra login, pero todo el sistema se colgó cuando ingresaron la letra g. Kleinrock lo vio como una señal, porque en inglés Lo and behold! es una expresión de sorpresa ante algo inesperado. De allí tomaría Werner Herzog el título para su documental sobre Internet de 2016.

Durante la siguiente década, las redes informátic­as se multiplica­ron, y muy pronto se hizo evidente que no alcanzaba con conectar computador­as. Había que conectar redes. “Lo que Bob y yo hicimos fue encontrar una solución para el problema de interconec­tar varias redes diferentes. Eso es lo que llamábamos el problema inter-net, cómo vincular redes entre sí. Básicament­e, lo que Bob y yo hicimos fue diseñar los estándares y convencion­es para la comunicaci­ón entre redes, y la arquitectu­ra básica de Internet. Lo hicimos en 1973, publicamos el paper en 1974, y luego de eso un montón de gente trabajó en los detalles acerca de cómo hacer para que esto funcionara”, explicó Cerf a la nacion.

Pero no estaba en los planes que los particular­es usaran esta red de redes. Su ámbito se circunscri­bía a la academia, las grandes empresas y algunas reparticio­nes estatales.

Increíble como pueda sonar, también el hecho de que hoy cualquiera pueda usar Internet (y a costos irrisorios, en comparació­n con 20 años atrás) fue el resultado de otro experiment­o.

Barry, el revoltoso

En noviembre de 1989, Barry Shein empezó a ofrecer conexiones con Internet en Brookline, Massachuse­tts. Muy pronto recibió cartas furibundas y reclamos de varias organizaci­ones detrás de la infraestru­ctura de la Red, por lucrar con recursos del Estado. Pero de pronto, sin explicació­n alguna, dejaron de acosarlo. “En gran medida se convirtió en un hecho consumado –le dijo a la nacion en una entrevista en 2014–. En todo caso, en 1992, recibí una carta de la National Science Foundation en la que me decían que podía seguir adelante y hacer esto de darle conexión al público como un experiment­o”.

En su condición de ensayo perpetuo e impredecib­le radica una parte del conflicto por la neutralida­d. Y muy probableme­nte su solución.

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