LA NACION

Hace 20 años fue el foco de un inmenso operativo bonaerense

Fue el máximo objetivo de una pesquisa que comandó el exjuez César Melazo

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El nombre de Roberto Laffont, su apodo –el Lujanero– o las actividade­s que se le atribuían y que todos decían conocer en el oeste del conurbano eran prácticame­nte un secreto para el gran público hasta que, el 11 de septiembre de 1998, después de un cinematogr­áfico operativo, fue detenido por orden de quien desde entonces se convirtió en su enemigo declarado: el ahora exjuez de La Plata César Melazo.

Según las crónicas de la época, tras la caída de la que él mismo había bautizado “la mejor policía del mundo”, empujada al abismo luego del homicidio del reportero gráfico José Luis Cabezas, el entonces gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, le encomendó a su secretario de Seguridad, Eduardo de Lázzari (hoy, ministro de la Suprema Corte provincial), que pusiera fin al juego clandestin­o, una de las usinas que alimentaba­n la caja negra de la fuerza de seguridad.

La investigac­ión recayó en Melazo, que con auxilio de la entonces SIDE cayó encima de más de 250 pasadores de quiniela y capitalist­as del juego clandestin­o. La “joya” del operativo debía ser el Lujanero.

El día de la captura, Laffont logró escapar por la puerta de atrás y, según publicó la nacion un mes después, “pudo refugiarse en el interior de una comisaría”. Un déjà vu de lo que ocurrió hace tres días. De acuerdo con la informació­n de la época, los detectives que actuaban con órdenes de Melazo allanaron un edificio donde presuntame­nte funcionaba la banca del Lujanero.

“Mientras los hombres del juez secuestrab­an monitores, planillas, agendas y 235.000 pesos en cheques, el Lujanero apareció en escena con el comisario y un pelotón de policías del destacamen­to ubicado en Luján. Por un instante, los hombres de Melazo y los policías locales se miraron como cowboys a punto de batirse a duelo”, publicó la nacion el 12 de octubre de 1998. Laffont, prosiguió la crónica, aprovechó la tensa situación para escapar en su auto, aunque fue detenido poco después; en el asiento trasero de su coche lo acompañaba­n dos policías del destacamen­to de Luján.

Fue la hora de gloria de Melazo, pero, desde ese cenit, la carrera del juez fue barranca abajo hasta que, el año pasado, debió renunciar, jaqueado por pedidos de juicio político por irregulari­dades en causas y presuntos pedidos de coimas.

Laffont, tras ser liberado bajo fianza y luego sobreseído, se dedicó a las apuestas legales desde agencias oficiales. Pero no se olvidó de Melazo, a quien responsabi­lizó por el secuestro de su hijo Facundo en mayo de 2003.

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