El escritor italiano reflexiona sobre el drama de los migrantes
Escritor, activista, hombre solitario, el italiano no reconoce fronteras porque, para él, la patria es la lengua; seguro de que hay belleza en todas las cosas, mañana dará una charla en OSDE
C onocido por su literatura quizá tanto como por su compromiso social, el narrador y poeta napolitano Erri de Luca visita por tercera vez el país, invitado en el marco del programa del Verano Italiano 2018, para dar una charla en la Fundación OSDE. Exobrero e integrante del grupo revolucionario Lotta Continua, es autor de novelas cortas, algunas de las cuales fueron ya traducidas a una veintena de idiomas, entre ellos Los peces no cierran los ojos y El crimen del soldado, todos publicados por Seix Barral.
De Luca vive solo en las cercanías de Roma y se habla de él como de un hombre solitario. “Pasó así. No armé una familia”, dice a la nacion. –¿Es amigo de la soledad?
–Estuve solo cuando trabajaba como obrero, vivía en una ciudad que no conocía, no veía a nadie. Más que soledad, aquello era aislamiento. Pero ahora que soy escritor mi soledad es muy relativa. Aquí estoy hablando, contando historias, participando de encuentros. Tengo el privilegio de que haya personas que me hacen preguntas. La soledad es cuando nadie te pregunta nada. –Usted es un hombre comprometido con su tiempo. Su fundación da becas y alimentos... –Ese es el compromiso de la fundación en este momento; el mío es el de un ciudadano que se ocupa de causas, de luchas, de injusticias que existen y no son conocidas o son difamadas. Hay un verso de las Sagradas Escrituras que dice: “Abre tu boca por el mudo”. Esto es lo que puede hacer un escritor. Su ámbito es la palabra. Garantizarla a los que no la tienen, pero no porque sean mudos, sino porque nadie los escucha. El escritor puede ser un amplificador, un megáfono de esta voz. Es lo que hago yo. –¿Los inmigrantes que naufragan en el mar es lo que más le preocupa? –Los naufragios en el Mediterráneo son hoy lo más grave porque podríamos evitarlos y no lo hacemos. Es más: nuestros gobiernos hacen de todo para volver tan difícil la travesía que el naufragio termine produciéndose. –¿Qué significan hoy términos como “frontera” o “patria”?
–Para mí, la palabra “patria” se refiere a la lengua italiana; mi patria es la lengua italiana. Las fronteras son una convención entre dos Estados para establecer sus respectivas administraciones, pero no son barreras ni murallas, sino lo contrario.
Las montañas son un abanico de pasadizos no controlables a través de los cuales se comunican ambos lados. El sistema de los Alpes que cierra nuestra frontera norte nunca frenó ningún ejército. Las montañas hacen pasar. –Hoy se “pasa” también a través del mar.
–Somos contemporáneos de estos pasajes de personas que son, todas, huéspedes, no clandestinos. Clandestino es una palabra que usamos desde hace poco y significa que alguien sube a un medio de transporte sin pagar el boleto. Pero estas personas que viajan han pagado caro cada metro de su viaje. Son lo contrario de clandestino: son huéspedes. –Muchos no quieren recibir a los inmigrantes.
–No es una cuestión de acogida, sino de absorción. Estas personas encuentran trabajo, aunque sea en negro; por tanto, nuestro territorio las absorbe económicamente. Cuando no es así, no permanecen y van a otra parte. Son flujos migratorios contra los cuales no se puede hacer nada. Te doy una imagen: en la playa de Libia, de noche, unas cien personas suben a uno de estos botes inflables de diez metros; entre esas personas hay madres con niños que saben muy bien el riesgo que están corriendo, ellas y sus hijos. Este fotograma de una madre que corre este riesgo demuestra que los flujos migratorios no pueden ser frenados. Cuando hay este nivel de desesperación –y la desesperación es una fuerza que te empuja, no te hace estar quieto–, no hay nada capaz de frenar estas partidas. Así que no debemos hacer más que constatar. –Se manifestó a favor de tres acusados en Francia de ayudar a inmigrantes a cruzar la frontera y cuyo juicio es mañana. –Han acusado a quienes hicieron lo justo; es injusta la ley que los castiga. He dicho que si ellos cometieron un delito, yo soy su cómplice. –¿Podrían hacerle otro juicio como hace dos años, cuando lo acusaron de incitar al delito de sabotaje, del que fue absuelto? –¿Por qué no? Yo defiendo mis palabras. Sé qué palabras pronuncio y soy responsable de ellas. Si esto es un delito, asumo la responsabilidad. –¿De casos reales como estos surgen sus historias?
–Son todas historias que viví, escuché o pasaron cerca de mí. No invento los personajes, no invento la trama. Aprovecho lo que me ha pasado o lo que escucho. –En este tiempo de imperio de la imagen usted afirma que el oído es la principal vía de conocimiento. –Sí, porque me pasó. Cuando era chico y estaba en un callejón de Nápoles, no veía más que el edificio de enfrente. El oído sentía todo lo que pasaba en el piso de abajo, de arriba, enfrente. Todas las historias que contaban los adultos me llegaron a través de la escucha. Aprendí todo de la escucha. Hoy es el tiempo de la imagen, pero yo tengo esta objeción. Frente a un cuadro a menudo me interesa lo que está fuera del marco porque la imagen me hace ver lo que quiere ella. La imagen es una reducción del conocimiento. El oído no, es más grande. –También ha dicho que “no hay nada de lo creado que no tenga algo de belleza”. ¿Cómo es esto? –Eso lo encontré en la Biblia. La belleza es una fuerza, no una decoración. Yo vengo de un golfo, Nápoles, famoso por su belleza, pero esa belleza no fue diseñada por un pintor, sino provocada por inmensas catástrofes, irrupciones, terremotos. La belleza es el resultado provisorio de movimientos del fondo de la tierra. La belleza es una fuerza que empuja desde abajo hacia arriba y florece en la superficie.