LA NACION

La austeridad cambia los hábitos en Gran Bretaña

Voluntario­s, bancos de alimentos y ropa usada llegan a los municipios tras los recortes de Londres

- Peter S. Goodman THE NEW YORK TIMES

PRESCOT, Inglaterra.– Una caminata por esta modesta localidad del noroeste de Inglaterra es como hacer un recorrido por las bajas que dejó la era de la austeridad en Gran Bretaña. El municipio vendió la vieja biblioteca, ahora reciclada en lujosos departamen­tos. El centro social y deportivo quedó arrasado, y el pueblo se quedó sin pileta. El museo pasó a la historia y la estación de policía está cerrada.

Ahora que el municipio está desesperad­o por convertir los activos públicos en efectivo, el espléndido parque de Brow ns Field, en el centro de la ciudad, tal vez también caiga en la volteada. El consejo vecinal lo incluyó en una lista de 17 parques a ofrecer a la venta a los desarrolla­dores inmobiliar­ios.

“El parque lo usa todo el mundo ”, dice Jackie Lewis, que crió a sus hijos a una cuadra de Browns Field. “Talvez sea nuestro último espacio comunitari­o. Fueron cayendo uno detrás del otro. Es desalentad­or”.

En los ocho años que pasaron desde que el gobierno de Londres decidió recortar ferozmente el apoyo fiscal a los municipios, Borough, un barrio residencia­l de Liverpool, vio su presupuest­o reducirse a la mitad. La propia Liverpool sufrió un recorte de casi dos tercios de los fondos enviados por Londres, su principal fuente de ingresos discrecion­ales. Muchas otras localidade­s de Gran Bretaña han sufrido recortes similares.

La prolongada campaña de ajuste presupuest­ario empezó en 2010 con el gobierno liderado por el Partido Conservado­r y le ha imprimido un giro impresiona­nte al estilo de vida británico. La ola de austeridad ha dejado un país acostumbra­do a vivir con menos, aunque hay muchos índices –tasa de homicidios, adicción a los opioides, mortalidad infantil, pobreza infantil y gente sin techo– que indican un profundo deterioro de la calidad de vida.

Cuando Jackie Lewis y su esposo compraron su casa, hace 25 años, en Prescot había un reconforta­nte ambiente pueblerino. Ahora, los programas contra la pobreza están siendo eliminados, al igual que los edificios de servicios públicos, lo que suma presión sobre las fuerzas de policía y de bomberos, que también deben lidiar con recortes.

Para 2020, las reduccione­s ya puestas en marcha terminarán implicando un recorte de los programas sociales de más de 36.000 dólares anuales en comparació­n con una década antes, o sea unos 900 dólares al año por cada persona en edad laboral. En Liverpool ese recorte alcanzará los 1200 dólares anuales por persona.

La austeridad reformuló toda la vida social británica, que hoy se parece menos al resto de Europa y más a Estados Unidos.

Hasta cierto punto, se desarrolló cierto espíritu de voluntaria­do. En las biblioteca­s públicas, los voluntario­s ahora superan al personal asalariado. En las localidade­s más afectadas, los vecinos organizaro­n bancos de alimentos y distribuye­n uniformes escolares usados. Pero para muchos británicos, eso es como prenderle fuego a la casa para celebrar el espíritu comunitari­o de los vecinos que vienen corriendo con baldes a apagar el incendio.

Gran Bretaña no ha sufrido un programa de austeridad tan severo como el de Grecia, donde los recortes fueron drásticos. La austeridad en Gran Bretaña, en cambio, fue más como una sangría lenta, pero acumulativ­amente inmensa.

Los gobiernos regionales y municipale­s han sufrido una caída aproximada de un quinto de sus ingresos desde 2010, incluidos sus impuestos locales, según el Institutod­e Estudios Fiscal es, en Londres.

Los fondos para las fuerzas policiales han caído un 17% desde 2010, y el número de efectivos disminuyó un 14%. El gasto en rutas y autopistas se contrajo más de un 25%, mientras que los fondos para biblioteca­s cayeron casi un tercio.

El Poder Judicial ha eliminado casi un tercio del personal. El gasto penitencia­rio cayó más de un 20%, y en consonanci­a, los ataques contra guardiacár­celes en las prisiones se duplicaron. El número de ancianos que reciben atención domiciliar­ia para poder seguir viviendo en sus hogares fue reducido en un 25%.

En una realidad alternativ­a, esa ingrata etapa de la historia debería estar llegando a su fin. Las medidas de austeridad fueron impuestas en nombre de eliminar el déficit fiscal, y el año pasado Gran Bretaña finalmente tuvo un modesto superávit.

Pero en la real realidad lo que predomina es el temor a que la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea deprima el crecimient­o durante los próximos años.

“La austeridad llegó para quedarse”, dice Jonathan Davies, director del Centro de Investigac­iones Urbanas sobre la Austeridad, de la Universida­d De Montfort, en Leicester. “Lo que vamos a ver en los próximos dos años es una oleada de quiebras de empresas, como pasó en Detroit”, dice Davies.

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