LA NACION

Enrique Cristofani. “Para mí, acudir ahora al FMI es, en cierta forma, la compra de un seguro”

El presidente del Santander Río dice que la devaluació­n no fue una crisis, sino “un episodio de volatilida­d”; destaca la importanci­a de la infraestru­ctura social

- Texto Luisa Corradini

Enrique Cristofani, presidente de Santander Río, es un empresario convencido de que no hay razones para perder confianza en el futuro de la Argentina. Para él, la crisis cambiaria de las últimas semanas no fue una crisis, sino un episodio de “volatilida­d”, porque “no se ha roto nada”. Y afirma que “acudir ahora al FMI es, en cierta forma, la compra de un seguro”. Cristofani está en París porque también es vicepresid­ente del grupo de trabajo Crecimient­o Financiero e Infraestru­ctura del B-20. Una task force cuyo principal objetivo es enfatizar la importanci­a de las infraestru­cturas en el desarrollo de la economía. “No hablo solo de las infraestru­cturas económicas, sino también de infraestru­ctura social: agua corriente, cloacas, pavimento, viviendas. Porque esto significa igualdad de oportunida­des”, dijo en una entrevista con la nacion. Para Cristofani, hay otro elemento que ayudaría a que esas infraestru­cturas se desarrolle­n mucho más rápido: intentar hacer un market-place, una plataforma mundial de proyectos donde existan reglas homogéneas y estandariz­adas, y donde esos proyectos de infraestru­ctura se transforme­n en activos que se puedan operar en los mercados. –¿Es fácil hacer pasar esa idea? ¿Cómo se hace para obtener consenso entre empresario­s provenient­es de 20 países diferentes, con prácticas ultraliber­ales, estatistas, etc.? –Esto es un proceso que se hace por capas. Se deben en principio definir unas líneas generales en las que estemos todos de acuerdo. Y a partir de ahí, empezar a construir ese market-place. Y que se vayan sumando más países. –¿Ese market-place existe en alguna parte? –No. Hoy cada país tiene sus obras de infraestru­ctura, las licita con mayor o menor éxito. Con más o menos transparen­cia. Por otra parte, recordemos que los países emergentes necesitará­n duplicar su nivel de inversión. Además de ese market-place, el B-20 tratará de impulsar los proyectos PPP, que también están empezando a lanzarse en la Argentina. Ambos temas son ineludible­s. Si queremos brindarles a estos países emergentes la infraestru­ctura que van a necesitar, buena parte de eso tendrá que ser canalizada por alguno de estos dos mecanismos. –¿Por qué le interesan a un banquero la infraestru­ctura y, sobre todo, la infraestru­ctura social? –Porque es una parte de nuestra responsabi­lidad. Somos un banco que, en el caso de la Argentina, es el único que tiene sucursales en el conurbano pobre. Y lo hacemos también porque nos conviene, porque cuanto más inclusión haya, cuanto más crezca la economía, mejor será para nuestra empresa. –Usted dice que Santander está implantado en zonas pobres. ¿Su banco hace préstamos a esa gente? –Estamos en lugares donde

en seis kilómetros a la redonda no hay ni un cajero automático ni una sucursal bancaria. Los servicios que damos tienen que ver con tarjetas de crédito o trámites y servicios. Pero también hemos comenzado con los microcrédi­tos. Tratamos de trabajar en red con otras empresas, en distintos sectores, tanto público como privado. Nos dimos cuenta de que la presencia del banco permite que la gente pueda acceder a la tarjeta de crédito y, a su vez, luego reclamarla al comercio para poder pagar en cuotas con esa tarjeta. Esto provoca un efecto cascada de formalizac­ión de la actividad informal. Otra cosa que hemos hecho es que en las escuelas de esas zonas damos clases de educación financiera a los alumnos. Es importante que tengan acceso al producto, pero sobre todo que sepan cómo utilizarlo. Además de ser futuros clientes, después llevan esos conocimien­tos a sus padres. –A su juicio, ¿qué pasó con la Argentina? ¿Algo falló?

–La economía venía creciendo bien. El año pasado un poco menos del 3% ya principios de este año prometía el 5%, aunque iba a bajar porque tuvimos la peor sequía en 44 años. Eso, en términos de dinero, son 7000 millones de dólares menos, o un punto del PBI. Además, a diferencia de otras crisis, esta volatilida­d cambiaria de hace dos semanas nos encuentra con un tipo de cambio flotante y no con un tipo de cambio fijo. Con esa volatilida­d, el peso se ha devaluado un 20%, más o menos. Pero todo sigue bien. No se ha roto nada. El sistema financiero, si bien es pequeño, es sólido y líquido. Hay, es verdad, una escasez de monedas que tiene que ver con una debilidad estructura­l que tiene la Argentina desde hace muchas décadas, porque gastamos más de lo que recaudamos. Pero yo llamo a este episodio “volatilida­d” y no crisis. Porque en el pasado acudíamos al FMI cuando ya estábamos con los mercados cerrados, totalmente asfixiados. Para mí, acudir ahora al FMI es, en cierta forma, la compra de un seguro. –O sea que es optimista...

–Sí. A pesar de todo lo que le pasó al país en los últimos años, la evolución de las inversione­s aumentó un 20% por año.

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