LA NACION

Chauvinism­o mundial

- Pablo Sirvén

El Mundial, como gran metáfora pacífica de la guerra, activa los dormidos sentimient­os chauvinist­as de los países participan­tes. Las banderas flamean en cada delegación que las llevan orgullosam­ente en alto y en las remeras que transpiran los jugadores. Ser el nº 1 es la meta de todos.

Aquel partido de 1986 en el que derrotamos a Inglaterra, y que la copa al final fuera nuestra, tuvo el sabor de una revancha festiva, apenas cuatro años después de la guerra perdida en Malvinas. Una catarsis necesaria.

El “Brasil, decime qué se siente”, tras el humillante 7 a 1 que le asestó Alemania, en 2014, lo paladeamos hasta que los germanos también rompieron nuestro sueño cuando creíamos que ya acariciába­mos por tercera vez ese preciado trofeo.

En estos tiempos de taquicardi­as cambiarias e ilusiones rotas, nada nos vendría mejor que una buena borrachera de triunfos futboleros.

Al menos se preparó para eso Marcos Sierra, que ideó una remera que dice en ruso “Argentina, vamos a ganar”. otros aprenden el himno nacional en esa lengua. Hasta ofrecen fundas para valijas que lucen como la remera de Messi, en tanto se suceden infinitas publicidad­es que apelan a la emoción patriotera.

Todo comienza a latir y respirar celeste y blanco.

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