Siete, el número de la suerte para los argentinos
Todos los tenistas nacionales triunfaron en su primer desafío en el Bois de Boulogne
PARIS.– ¿Quién lo hubiera imaginado? La verdad, ni el más optimista. El tenis argentino no pisa sobre terreno firme en los Grand Slam, salvo algunas excepciones con Juan Martín del Potro y Diego Schwartzman, desde hace un buen tiempo. Los vaivenes emocionales y las lesiones desgastan las estructuras y el polvo de ladrillo es un sueño del pasado. Sin embargo, aquí están: 7 de 7. Siete tenistas ingresaron en escena, siete ganaron en la presentación. Y el cielo frenó la octava “maravilla”: Leonardo Mayer superaba al francés Julien Benneteau por 6-2 y 4-3, cuando la oscuridad eclipsó el triunfalismo. No hay luces, ni partidos nocturnos en el Bois de Boulogne: con la adrenalina todavía sobre su cuerpo, el correntino deberá esperar hasta hoy, en el segundo turno de la cancha 1, conocida como la Plaza de Toros por su formato cilíndrico y una de las más bonitas del club parisino.
Cada uno tuvo su historia, que empezó con un desliz peligroso, por la salida de Nicolás Kicker, acusado de ser partícipe de arreglos de resultados tiempo atrás. Su despedida, que conmovió al ambiente del tenis en general, pero sobre todo, a los argentinos que están en Roland Garros en particular –estaba peloteando con Federico Delbonis cuando fue notificado–, fue rápidamente dejada de lado por historias lógicas y cuentos de príncipes, todos con finales felices. Al menos, los que encuentran el punto y aparte luego del primer capítulo.
Guido Andreozzi, surgido de la clasificación, ganó su primer partido en un Gran Slam y hoy, en el segundo turno de la cancha 6, se enfrentará con Fernando Verdasco, un experimentado español, que conoce cada centímetro de París. Un rato antes, el azuleño Delbonis, el héroe de la Copa Davis 2016 que de a poco recupera antiguas y placenteras sensaciones, jugará desde las 6 de nuestro país, en el court 7, contra otro español, pero en este caso, uno de los más capaces de los últimos años: Pablo Carreño Busta. A la misma hora, a pocos metros, todavía con la efervescencia de las 10 horas en carretera de Barcelona a París, el “perdedor afortunado” con más suerte de Francia, Marco Trungelliti, se enfrentará con otro Marco, el italiano Cecchinato.
Daniel Orsanic, el capitán del equipo nacional de la Copa Davis, los sigue a todos, pero tiene, tal vez, una preferencia sentimental por Diego Schwartzman y Guido Pella. El Peque, en la mejor versión de su vida, jugará mañana con el checo Adam Pavlasek, mientras que el bahiense Pella sabe que tendrá el desafío de su carrera: Rafael Nadal, en la pista central, a cinco sets. “Me quiero morir”, afirmó, entre bromas, luego de superar al portugués Joao Sousa por 6-2, 6-3 y 6-4. “Igual, nadie espera nada de mí, así que…”, sostiene, con suspenso. Ellos son –lo siguen siendo– las principales cartas del conductor, con el objetivo en el choque contra Colombia, previsto para septiembre próximo, en San Juan, el último escalón para volver a la elite mundial de la Davis.
Hay más. Horacio Zeballos, de 33 años, el más experimentado de esta suerte de legión parisina, se impuso por 6-4, 6-7 (3-7), 6-4 y 6-2 sobre el japonés Yuichi Sugita. Ahora jugará con el gigante estadounidense John Isner, que se impuso en tres sets, los últimos dos… en tie-break, su especialidad por la voracidad de su servicio. Más tarde, Juan Martín del Potro tuvo su propio desafío. Contra un rival y contra sí mismo. “Está buenísimo que hayamos ganado todos”, comenta. Para completar el 7, el número de la suerte para la delegación argentina.