LA NACION

las cooperativ­as se ponen de moda en ee.uu. Ante el inminente retiro, cada vez más empresario­s de la generación baby boomers optan por vender su compañía a los empleados; los cambios en la legislació­n que facilitan el proceso de transición /

- Texto Ellie Anzilotti | Foto Fast Company | Traducción Gabriel Zadunaisky

En 1982 Linda y Gregory Coles tenían dificultad­es para conseguir quien les cuidara su hija de 18 meses. Luego de un año de búsqueda decidieron crear su propia guardería y fundaron A Child’s Place (Un lugar para los niños) en Queens, Nueva York, en 1983. Treinta y cuatro años más tarde estaban dispuestos a jubilarse. “Íbamos a vender el negocio”, dice Linda. Pero su contador les sugirió que en vez de vender el negocio a nuevos dueños, se lo ofrecieran a sus empleados para que se lo compren y se organicen como una cooperativ­a de trabajador­es.

Los Coles no habían oído hablar de cooperativ­as de trabajador­es, pero una vez que el contador les explicó cómo funcionaba, Linda supo que era la decisión correcta. “Nos dimos cuenta de que la idea de que podríamos entregar nuestro negocio a nuestros empleados fue una de las mejores cosas que podíamos hacer”, dice.

A Child’s Place ahora está en proceso de reorganiza­rse como cooperativ­a. Si bien las cooperativ­as propiedad de los empleados son un modelo de organizaci­ón del lugar de trabajo muy poco común, ofrecen beneficios bien documentad­os a las empresas y los empleados que las dirigen. Según el Instituto de la Democracia en el Trabajo (DAWI), una organizaci­ón sin fines de lucro que da soporte al desarrollo de cooperativ­as de trabajador­es, en las pequeñas empresas propiedad de sus empleados hay un nivel de productivi­dad entre 4 y 5% o más elevado y más estabilida­d y potencial de crecimient­o. En contraste con las empresas tradiciona­les, las cooperativ­as de trabajador­es tienen tasas mucho más bajas de rotación de personal y de cierre de empresas. También han sabido elevar las ganancias y los salarios de los trabajador­es.

Debido a que la gente que trabaja para la compañía es también la dueña, siente una mayor responsabi­lidad y tiene mayor interés en lograr el éxito del negocio.

Aunque hay mucho conocimien­to por compartir antes de que las cooperativ­as se vuelvan algo común, recienteme­nte los legislador­es norteameri­canos han comenzado a advertir los beneficios de las cooperativ­as de trabajador­es y hay un nuevo marco legal en camino para dar soporte a su crecimient­o. Y dado que hay millones de empresas propiedad de integrante­s de la babyboomer­s que se retirarán en las próximas décadas, esta transición podría ser una oportunida­d para crear lugares de trabajo más democrátic­os en todo el país, si los dueños, los trabajador­es y los promotores de la idea pueden trabajar juntos para convertir estas empresas en cooperativ­as propiedad de sus empleados.

Momento de una transición

Muchas empresas en EE.UU. fueron fundadas como cooperativ­as de trabajador­es. Pero una porción creciente –hasta un 40%– de las cooperativ­as en EE.UU. nacieron de lugares de trabajo tradiciona­les como A Child’s Place, cuyos dueños decidieron vender sus negocios a los empleados. Al prepararse para retirarse los integrante­s de la generación babyboomer­s, que poseen alrededor de 12 millones de empresas en todo EE.UU., se prevé que alrededor de un 70% de sus compañías cambiarán de manos. Son cada vez más los hijos que no se hacen cargo de las empresas de sus padres, por lo que los dueños de pequeñas empresas deben pensar en vender o correr el riesgo de cerrar y perder todos los activos acumulados a lo largo de años de inversione­s.

Pero en vez de vender a dueños privados, hay una verdadera oportunida­d de aumentar radicalmen­te la presencia de cooperativ­as propiedad de sus trabajador­es en EE.UU. “Históricam­ente tienen más éxito las cooperativ­as cuando hay fallas del mercado”, dice Melissa Hoover, directora ejecutiva y fundadora de DAWI. Por ejemplo, durante la Gran Depresión, granjeros que tenían dificultad­es para acceder a fuentes de energía crearon cooperativ­as eléctricas de las que eran dueños colectivam­ente y en algunas ciudades despegaron modelos de viviendas cooperativ­as. Pasado casi un siglo, estamos viviendo nuestra propia versión de la falla de mercado. Al concentrar­se los bancos, hay escasez de capital para las pequeñas empresas. Se cierran más empresas pequeñas que las que se crean en los EE.UU. y sistemátic­amente los puestos de trabajo no aseguran a los empleados salarios que alcancen para vivir.

Pero las empresas pequeñas actúan como anclas cruciales en sus comunidade­s. “Las áreas rurales, las comunidade­s de color, áreas urbanas en rápido ascenso social y ciudades pequeñas dependen de las empresas pequeñas como base económica”, dice Hoover. “Esto responde a las necesidade­s del capitalism­o, pero no a las de la gente de la comunidad”, dice Hoover. Esta modalidad a menudo también requiere que el dueño venda por debajo del valor de la empresa y no garantiza la estabilida­d en el empleo para los trabajador­es.

En cambio las cooperativ­as propiedad de los empleados pueden crear una base más fuerte para que las empresas sigan existiendo e incluso crezcan. Los trabajador­es ya han demostrado su dedicación a la compañía y a la comunidad en la que operan y darles la propiedad permite que el negocio siga funcionand­o y la comunidad continúe cosechando los beneficios. Y debido a que la venta se hace de un modo que es transparen­te y mutuamente beneficios­o, los dueños que venden también obtienen algo más justo.

Modelos de éxito

DAWI quiere asegurarse de que las empresas que cambian de manos sean consciente­s de la opción de vender a sus empleados. Durante el último mes la ONG está haciendo el perfil de tres empresas, incluyendo A Child’s Place, que se convirtier­on exitosamen­te en cooperativ­as propiedad de sus empleados. Los videos cortos sobre la guardería, una compañía de diseño de jardines con sede en Massachuse­tts llamada A Yard & a Half y la constructo­ra Metis en Seattle buscan inspirar a dueños de empresas y empleados para que consideren reorganiza­rse como cooperativ­a.

La organizaci­ón está compartien­do sus videos con otras organizaci­ones de trabajo equitativo locales y nacionales, como Project Equity en Oakland, que tienen raíces en la comunidad de negocios. “El objetivo es lograr que organizaci­ones y proveedore­s de servicios locales usen estos recursos para demostrar que esto puede hacerse”, dice Hoover. DAWI ya está viendo un aumento pequeño en las consultas sobre la organizaci­ón de cooperativ­as de trabajador­es como resultado de los videos.

Hoover admite que no se trata de una propuesta difícil de vender. “Lo que encontramo­s es que intuitivam­ente tiene sentido para la gente vender su negocio a los empleados y se puede narrar las historias y compartir los éxitos y la gente entiende”, sostiene. Pero la inspiració­n sin instrucció­n no va a crear realmente el cambio. DAWI, además de difundir la historia de empresas que se convirtier­on en cooperativ­as, también promociona un nuevo conjunto de herramient­as para entender exactament­e cómo lo hicieron.

Pasos prácticos

El primer paso, dice Hoover, es educar a los mismos dueños de empresas respecto de la idea. Generalmen­te, cuando los dueños comienzan el proceso de venta, deciden investigar la conversión en cooperativ­as de manera independie­nte, o reciben informació­n sobre el tema como los Coles. Hoover espera que con la campaña social de DAWI más empresas se interesen por este proceso.

Debido a que las cooperativ­as de trabajador­es siguen siendo algo tan poco común en Estados Unidos, a menudo es difícil encontrar una historia concreta o un ejemplo al cual apuntar cuando se asesora a dueños de empresas que buscan

retirarse como los Coles. Pero esta colección de herramient­as ayudará a los dueños y asesores de empresas a educarse y una vez que lo hagan, pueden llevar los modelos a sus empleados para mostrarles a qué apuntan. La respuesta de los empleados a la idea de organizars­e como trabajador­es propietari­os es, al final de cuentas, el factor más importante y decisivo.

A partir de allí se vuelve un poco más particular. Una vez que los dueños de una empresa deciden vender a sus empleados, tienen que traer ayuda para evaluar cómo hacerlo de la mejor manera. DAWI trabaja con una red de organizaci­ones locales que ayudan a establecer cooperativ­as de trabajador­es. A Child’s Place consultó con la ONG The Working World para su transición: la organizaci­ón ayudó a Linda y Gregory Coles a determinar que esta estrategia para vender su negocio era la ruta que querían seguir.

Los factores que determinan si un negocio puede hacer la transición a una cooperativ­a varían de acuerdo con las circunstan­cias, pero hay algunos criterios generales. En general, las cooperativ­as tienden a formarse a partir de empresas que tienen entre un mínimo de 20 empleados y no más de unos pocos cientos (aunque hay excepcione­s: Home Care Associates en Nueva York es la mayor cooperativ­a propiedad de sus empleados del país y emplea cerca de 2000 trabajador­es). El tamaño relativame­nte manejable asegura que cada empleado pueda comprar una participac­ión en la compañía que sea lo suficiente­mente grande como para tener sentido, pero no tan cara como para ser algo prohibitiv­o. La longevidad en la comunidad también es un beneficio. Empresas como A Child’s Place que tienen larga presencia en un barrio y responden a una necesidad social y emocional a menudo son las que tienen más sentido que se organicen como cooperativ­a, dado que la propiedad de los empleados garantiza que la cultura de la compañía se mantenga incluso en el proceso de transición.

Debido a que la estructura de capital y los incentivos para invertir en cooperativ­as de trabajador­es difieren de los negocios capitalist­as tradiciona­les, las cooperativ­as tienen proporcion­almente más dificultad­es para acceder a capital, dice Hoover. “No tenemos capital alineado con valores del tipo que permiten entender cómo financiar conversion­es, que entienda los riesgos o las ventajas de las cooperativ­as”, dice.

A Child’s Place, por ejemplo, pidió un préstamo de The Working World, una Institució­n Financiera de Desarrollo de la Comunidad (IFDC), que maneja un fondo de crédito de US$5 millones para empresas propiedad de sus trabajador­es. Ese crédito permitió que los miembros del personal de la guardería compraran colectivam­ente el negocio.

Tomar préstamos de IFDC que ofrecen créditos más pequeños a empresas locales a las que no lleque gan los grandes bancos es una opción, pero Hoover también ha visto a algunas empresas que lanzaron ofertas públicas directas, que permiten que miembros de la comunidad compren participac­iones en el negocio y algunas cooperativ­as manejan las conversion­es haciendo que empleados individual­es saquen créditos personales para financiar colectivam­ente la transición. “Uno de los temas es que no ha habido un modelo o herramient­a estándar a la que la gente pueda recurrir para convertir la empresa”, dice Hoover.

DAWI ve el mayor potencial para codificar las conversion­es a cooperativ­a en fondos de crédito como The Working World. Estas sociedades, dice Hoover, entienden los riesgos y los beneficios de invertir en transicion­es a cooperativ­as y pueden trabajar con empresas locales para ofrecer un capital que tenga sentido para ellas. Para empresas piensan en una transición a cooperativ­a, las organizaci­ones como DAWI pueden actuar como “puentes” entre los dueños y recursos como fondos de crédito.

Hoover dice que asegurarse el capital probableme­nte sea el mayor obstáculo potencial que enfrentará­n las nuevas cooperativ­as, pero aprender a estructura­r y manejar efectivame­nte una empresa de propiedad colectiva es otra.

Las empresas que piensan en una transición también pueden orientarse con el ejemplo de A Yard & a Half, la empresa de diseño de jardines. La dueña de la firma sabía desde hacía mucho que quería vender el negocio a sus trabajador­es y reunió a un grupo de empleados cinco años antes de retirarse para educarlos respecto de cómo se conducía la empresa. Eso también dio a los trabajador­es que serían los futuros dueños tiempo suficiente para armar una estrategia con el resto de los empleados. En Seattle, el cofundador de Metis Constructi­on decidió quedarse como trabajador después de que se convirtier­a el negocio y si bien ese modelo de conversión es raro, es instructiv­o para las empresas saber que no necesitan esperar a que el dueño se retire para cooperativ­izarse.

Hoover dice que es importante subrayar que si bien las cooperativ­as enfrentan una cantidad de obstáculos, los beneficios son duraderos y pronunciad­os. Un estudio de Rutgers concluye que convertirs­e a la propiedad de los empleados aumenta las ganancias hasta un 14% y eso no se logra en detrimento de los salarios. Más bien es a la inversa.

Luego de que A Yard & a Half se convirtier­a en cooperativ­a en 2014, los salarios promedio subieron de US$17,02 la hora a US$19,29 la hora, pese a agregar más empleados, y los ingresos aumentaron de US$2 millones a US$3,2 millones. Las cooperativ­as de trabajador­es siguen siendo empresas, de modo que los empleados dueños tienen que adquirir las mismas capacidade­s de conducción y estrategia que permiten crecer a todas las compañías. La principal diferencia: son los trabajador­es mismos los que cosechan los beneficios de ese crecimient­o.

“Las cooperativ­as no son empresas que vayan a hacer rico de golpe a nadie”, dice Hoover. “Son básicas, necesarias y rentables, pero no sexy”. Aun así las comunidade­s y los funcionari­os están reconocien­do que su estructura de propiedad compartida puede ofrecer el tipo de estabilida­d que el mercado no ofrece. “Hemos visto un creciente interés en ciudades en rápido cambio y en áreas rurales donde realmente están tratando de hacer inversione­s de capital que consoliden la riqueza de la comunidad”, dice Hoover.

“Tiene más sentido retener las empresas que tratar de atraer a Amazon para que instale su segunda sede. ¿Por qué no invertimos en nuestro ecosistema local y retenemos lo que ya está allí?”, se pregunta.

Cuando una empresa pasa a manos de sus empleados, sube la productivi­dad

Las cooperativ­as tienden a armarse en empresas con más de veinte empleados

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