LA NACION

el otro supermerca­do oriental

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La última gran explosión del mercado de arte está protagoniz­ada por los compradore­s chinos que se quedaron en 2017 con el 31% de las operacione­s globales, detrás de Nueva york y adelante de Londres. En menos de diez años multiplica­ron por 30 sus inversione­s en arte, según las mediciones de la consultora Artprice, y alcanzaron inédito protagonis­mo en todas las áreas. El extaxista Lin yigian pagó dos años atrás el récord de US$170,4 millones por Desnudo recostado, de Amedeo modigliani, y fue tapa de los diarios. En mayo de 2017, Christie’s Nueva york subastó la colección del museo Foujita por un total de US$263 millones. Para encontrar una cifra equivalent­e

por una sola colección hay que recordar la venta de los Picasso del matrimonio Victor y Sally Ganz; él, un joyero de la Quinta Avenida, ella, una exempleada de macy’s. y Picasso, es Picasso. El artista más caro de la historia.

La avanzada china registra también el éxito fenomenal de la obra de Ai wei wei, artista disidente, perseguido y polémico, que expuso en la explanada de la Fundación Proa (La Boca) la instalació­n Forever Bike, fondo obligado para la mayor cantidad de selfies del verano porteño, incluida la de la primera dama Juliana Awada.

El caso chino fortalece una regla del mercado, desde que fueron fundadas las casas de subastas en el siglo XVIII: economía y arte van de la mano. En los 70 irrumpiero­n los árabes que pusieron de moda la pintura orientalis­ta. Esas pinturas exóticas con fondo de baños turcos y eunucos pintadas por Alma Tadema se fueron para arriba. Los petrodólar­es dominaron el mercado hasta los 80, cuando la fortaleza del yen hizo saltar la banca del arte. En mayo de 1987, la asegurador­a japonesa yasuda Company pagó US$39,9 millones por Los

girasoles, de Van Gogh, cuatro veces más que el precio más alto logrado jamás por una obra de arte. La escalada fue imparable hasta mayo de 1990, hasta llegar a US$82,3 millones por Retrato del

doctor Gachet, de Van Gogh. El éxodo de los japoneses coincidió con una meseta recesiva que terminó en 2004 con la subasta de un divino Picasso rosa, Muchacho con pipa, por US$104 millones. El boom chino ya estaba en marcha. Comenzó en 1999 con el ingreso en la omC y la expansión imparable de su economía que dio origen a la expresión “crecer a tasas chinas”. Solo un 5% de los chinos entró en la rueda del alto consumo, pero ese porcentaje son 60 millones de personas. Los mismos compradore­s que hacen cola en París para comprar carteras de Louis Vuitton, hicieron de Hong kong un megacentro del mercado de arte. Allí se concreta el 40% de las ventas asiáticas. En 2014 fue subastada en Hong kong por US$12,1 millones una obra de Zhang Xiaogang, pintada en 1995. más que un dato, un fenómeno: por algo la feria suiza Art Basel abrió su segunda “sucursal” en la isla china.

A pesar de las turbulenci­as recientes, Buenos Aires tendrá su versión Art Basel Cities en septiembre y tiene también su “éxito chino”. Semanas atrás, la subasta de la colección Abel Guaglianon­e en martín Saráchaga alcanzó un nivel de efectivida­d, infrecuent­e en la plaza local, del 78 por ciento. Un par de tejas chinas de la época ming alcanzó los US$40.000 y un grupo de porcelana kakiemon, adaptado a un reloj de mesa francés, se pagó 19.000 dólares.

El caso chino fortalece la regla de mercado que dice que economía y arte van de la mano

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