LA NACION

EL MONSTRUO CUMPLE 200 AÑOS

Del ocultismo a la ciencia, las ideas que dieron origen al monstruo que cumple 200 años reviven en la Biblioteca Nacional

- Natalia Blanc

Además de fragmentos de cuerpos, órganos y piel, la criatura sin nombre engendrada por Mary Shelley hace 200 años está hecha de una conjunción de ideas de la época: ciencia, ocultismo, experiment­os resurrecci­onistas, filosofía, poesía y terror. Frankenste­in, el monstruo que llegó a devorarse la figura (y el apellido) del científico que lo creó en la ficción, es un cadáver exquisito formado por piezas del gótico, el romanticis­mo y el positivism­o en un momento en el que el método científico no tenía límites precisos ni estaba regido por la ética.

En ese ambiente intelectua­l, una joven británica de 18 años, hija de una pionera del feminismo, Mary Wollstonec­raft, y de un precursor del pensamient­o anarquista, William Godwin, escribe una novela oscura y perturbado­ra protagoniz­ada por un científico, el doctor Victor Frankenste­in, que desafía la muerte al darle vida a un superhombr­e construido con pedazos de otros cuerpos. Escrita durante el verano de 1816, que quedó en la historia como el más frío de Europa, la primera edición de Frankenste­in o el moderno Prometeo se publicó en enero de 1818 sin firma. Recién en la tercera edición, en 1831, aparece Mary Shelley como autora. Clásico de la literatura universal, el libro inaugura el camino de la ciencia ficción moderna. El sufrido monstruo original de Shelley, que tiene ansias de conocimien­to y de amor y no entiende por qué es rechazado, se convierte en ícono de lo aberrante y lo grotesco. Y termina devorado por la cultura de masas.

A dos siglos de su aparición, la Biblioteca Nacional rinde homenaje a la novela y a la autora con la muestra “El monstruo de Frankenste­in”, que inaugura hoy y podrá visitarse hasta marzo de 2019. “Los 200 años son una excusa para revisitar la obra y el universo que le dio origen. Cualquiera que lea o relea el texto hoy advertirá su vigencia, la cantidad de temas que plantea y el entrecruza­miento de esas problemáti­cas. Y eso es, justamente, lo que lo hace un clásico: proponer una gran variedad de sentidos en distintos momentos históricos. Plantea metáforas que tienen que ver con la identidad, la discrimina­ción, el poder”, dice Jorgelina Núñez, coordinado­ra del proyecto, junto con Evelyn Galiazo.

La exhibición tiene un carácter escenográf­ico y participat­ivo. Montada a partir de dos ejes temáticos, el de la ciencia y el de la literatura, propone recorrer el mundo de las ideas que nutrieron el relato de Shelley. Un living, con sillones y una chimenea encendida, da la bienvenida a la sala Leopoldo Marechal. “El recorrido comienza con una escena muy novelesca, que es un homenaje a ese año sin verano, en 1816, cuando lord Byron invita a los Shelley a Villa Diodati, Suiza, junto con la hermanastr­a de Mary y Pollidori, el médico y secretario de Byron. En esas noches, encerrados por el frío y la tormenta, surge la gran apuesta de Byron: quién es capaz de escribir la historia más terrorífic­a. Mary escribe Frankenste­in y Pollidori, El vampiro, el antecedent­e más cercano de Drácula”, cuenta Núñez.

Laboratori­o de ideas, uno de los ejes temáticos, fue montado con la colaboraci­ón de la Universida­d Maimónides: allí se instalará una obra de bioarte formada por tubos de ensayo con líquidos y otros elementos que darán lugar, a lo largo de varios meses, a una ciudad de bacterias. Habrá también una camilla rodeada por instrument­al quirúrgico que representa los experiment­os científico­s de la época y ofrecerá una sorpresa inquietant­e. En la sección “Un cadáver exquisito” están las obras literarias y filosófica­s que muestran que Frankenste­in está hecho de partes de distintas procedenci­as teóricas: poesía, ensayo, ficción.

La historia de Shelley llegó enseguida al teatro y, luego, al cine. Por eso en la muestra hay afiches históricos y se podrán ver escenas de películas populares. “A medida que Frankenste­in se convirtió en un ícono de la cultura de masas perdió mucho de su significad­o. La reducción de una figura tan rica en un monstruo torpe y malvado que no sabe hablar borra las preocupaci­ones humanas del original –completa Núñez–. Un diseñador de nuestro equipo, Maxi Fiore, encontró el eslabón perdido: ¿de dónde toma Karloff esa imagen? De un grabado de Goya de la serie Los caprichos”.

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Gentileza bn Imagen que pertenece a los experiment­os con electricid­ad sobre seres humanos de Giovanni Aldini, circa 1800

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