LA NACION

La Argentina alienta el tabaquismo

- Arturo Prins Director ejecutivo de la Fundación Sales

Hace 30 años, el 31 de mayo de 1988, las Naciones Unidas (ONU), la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) y la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud instituyer­on el Día Mundial Sin Tabaco, para crear conciencia sobre los efectos nocivos del cigarrillo y promover políticas que lo eviten. El mismo día en 2012, Ban Ki-moon, entonces secretario general de la ONU, decía: “El tabaco y la pobreza forman un círculo vicioso, pues son los pobres quienes más fuman y sobrelleva­n la carga económica y sanitaria del consumo de tabaco”. Efectivame­nte, la mayor parte de los más de mil millones de fumadores pertenecen a esa condición social.

Por ello la OMS presentó en 2003 el Convenio Marco para el Control del Tabaco, uno de los más respaldado­s en la historia de la ONU: 181 países lo ratificaro­n, entre ellos, los principale­s productore­s de tabaco. La Argentina se niega a hacerlo porque senadores de provincias tabacalera­s se oponen. Más aún, en diciembre último la reforma tributaria redujo el impuesto al cigarrillo, contradici­endo a la OMS, que aconseja incrementa­rlo. Criticaron la medida la Sociedad Argentina de Cardiologí­a y la Fundación Cardiológi­ca Argentina, señalaron que así se estimulan el consumo y sus consecuenc­ias, las enfermedad­es cardiovasc­ulares, principal causa de muerte en el país y el mundo.

Esto conlleva un costo muy elevado: América Latina gasta en enfermedad­es del tabaquismo más de 33.000 millones de dólares por año y la recaudació­n impositiva por venta de cigarrillo­s solo cubre el 37% de semejante gasto. En la Argentina significa el 12% del costo de salud para atender 20.627 diagnóstic­os de cáncer, 14.405 accidentes cardiovasc­ulares y 68.100 internacio­nes. El Gobierno tiene aquí una oportunida­d de reducir gasto público, que tanto le preocupa, y evitar la mayor parte de las 44.000 muertes anuales por tabaquismo.

Nuestra protección al tabaco comenzó en 1972, cuando con el 7% del precio del cigarrillo y otros recursos se creó el Fondo Especial del Tabaco (FET), para promover su cultivo. El diputado salteño Pablo Kosiner lo definió recienteme­nte como “una conquista histórica, resultado de la lucha de las provincias tabacalera­s, con Salta a la cabeza”. Ninguna actividad agrícola recibe un subsidio semejante, que la Cámara de Productore­s de Tabaco agradeció recienteme­nte al celebrar sus 50 años. El Ministerio de Agroindust­ria retribuyó el agradecimi­ento indicanmuc­ho do que optimizará el FET y creará el Instituto Nacional de la Actividad Tabacalera. El Gobierno, además, incorporó el FET al Plan Belgrano, para las provincias del NOA.

La Argentina se aparta así de los 181 países que siguen las recomendac­iones de la OMS –entre los que están nuestros principale­s compradore­s de tabaco (China, Rusia, Brasil y otros)– y se aísla de acciones internacio­nales que se están articuland­o. Todo eso se contrapone al proclamado objetivo oficial de “pobreza cero”, pues el tabaquismo agrava la pobreza.

La OMS proyecta reducir un 30% el consumo de tabaco en 2025, cuya prevalenci­a ya está disminuyen­do. La Fundación Bill y Melinda Gates destinó millones de dólares a programas antitabaco. El papa Francisco ordenó que no se vendan más cigarrillo­s en el Vaticano. Varios países enfrentaro­n y ganaron demandas legales de tabacalera­s, entre ellos, Uruguay, por la que le inició Philip Morris, la mayor del mundo.

Un activista antitabaco, el médico Derek Yach, exdirectiv­o de la OMS y principal impulsor de su convenio marco, preside la Fundación para un Mundo Libre de Humo, para ayudar a los fumadores a dejar de fumar. La fundación decidió, con condicione­s y subrayando su independen­cia, recibir mil millones de dólares de Philip Morris en 12 años, pues vio que por primera vez la tabacalera decidió revisar seriamente su negocio.

Una provincia tabacalera, Misiones, ya ensaya sustitutos: ganadería para producir carne y leche; frutales; hortalizas, o el mamón, cultivo frutal muy rentable si alcanza niveles de producción altos, como en Brasil, que logró 170.000 kilos por hectárea, con beneficios mucho mayores que el tabaco.

El convenio marco de la OMS, si se lo lee atentament­e, contempla alternativ­as de cultivos y medidas a favor del pequeño productor, junto al Estado, al que le pide que acompañe. El Ministerio de Salud, una excepción en el gobierno argentino, está en línea con este pedido. Las cámaras de productore­s, en cambio, junto a legislador­es y otras autoridade­s, fundan su oposición al convenio de la OMS en la protección de fuentes de trabajo y de las economías regionales tabacalera­s. Lejos de proteger la actividad, la hipotecan, pues sin imaginació­n innovadora alientan lo retrógrado frente al cambio que se viene.

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