LA NACION

La música como protagonis­ta en distintas historias de pequeños intérprete­s

encuentro. Entre el folclore y lo clásico, niños y adolescent­es jujeños, suizos o sudafrican­os, en un intercambi­o que ha sido modificado­r no solo en sus vidas, sino también en sus ciudades

- Juan Garff

IGuaZÚ, misiones.– Francisco Cruz cumple años lejos de Huacalera, su pueblo natal en Jujuy. Con su clarinete celebra los 17 frente a las cataratas, y forma parte del enorme abanico de 700 niños y jóvenes intérprete­s de diversos países que cierran el Festival Iguazú en Concierto. Francisco es uno de los veteranos de estos encuentros musicales, participó de ocho de sus nueve ediciones. “Toco el clarinete desde los 8 años”, dice entre los árboles del Parque Nacional en una pausa de los ensayos previos al concierto final. Forma parte, junto a otros 45 coprovinci­anos, de la formación del sistema de orquestas Juveniles e Infantiles de Jujuy, que compartió escenario al anochecer del sábado con niños y jóvenes músicos de la Ópera de shanghai, de la Watershed and Wind marimba Band de Zimbabwe o de la orquesta infantil francesa Petites mains symphoniqu­es.

“en el festival del año pasado me hice amigo de Clément, un clarinetis­ta francés; nos entendíamo­s más que nada por señas y el traductor de Google, pero a la hora de tocar nos reíamos juntos”. La experienci­a de Francisco ilustra el clima de convivenci­a musical en la semana que dura el evento en Iguazú. antes de partir –en el caso de los jujeños emprendien­do el largo camino en ómnibus por la ruta Transchaco–, se intercambi­an autógrafos sobre las gorras que los distinguen como músicos del concierto.

Francisco Cruz llegó a los cursos del sistema de orquestas Juveniles de la mano de su padre albañil y de su abuela martha, que vive del cultivo de verduras en el campo. “me preguntaro­n si no quería probar con la música, y como no hacía nada en mi casa, fui… Quería tocar el violín, como casi todos, pero justamente ya había muchos, me dijeron que solo quedaba el clarinete. muchos piensan que es un instrument­o difícil, pero si uno le pone ganas y empeño, sale. ya al año de comenzar me vine al primer festival en Iguazú”. entre sus partituras favoritas figuran los conciertos de mozart y Carl maría von Weber dedicados a su instrument­o.

Como Francisco también le ocurrió a varios de sus compañeros que llegaron a la música clásica a partir del ocio inactivo por la tarde, después de clases, de la mano de amigos que ya estaban en la orquesta, de familiares que sabían del proyecto o bien del boca en boca en la misma escuela.

“san salvador de Jujuy no es tan grande. se difundió rápidament­e que existía esta iniciativa y más aún después de que se viera que viajábamos a festivales y que tocáramos en Jujuy con elena Roger o Gustavo santaolall­a”, dice sergio Jurado, creador del proyecto, en 2000. “Había conocido el sistema de orquestas juveniles venezolano ideado por José antonio abreu y me entusiasmé sobre su propuesta de que los chicos tocaran desde el vamos un instrument­o y en forma orquestal, en lugar de la larga espera del solfeo y el entrenamie­nto técnico individual”, dice el director.

un concierto con martha argerich, propuesto por la misma pianista después de escuchar a la orquesta infantojuv­enil, les dio la visibilida­d que llevó a partir de 2006 a que el proyecto contara con apoyo del estado provincial. actualment­e participan unos 300 chicos, aunque en algún momento llegaron a contar con 800 alumnos en diversas localidade­s jujeñas. Con el cambio de gobierno provincial se volvió a concentrar la actividad en san salvador de Jujuy, ahora en un nuevo edificio con mejores condicione­s.

maría emilia Buttinof (13) toca flauta traversa desde los seis años. “entré en la orquesta por una amiga que me dijo que la acompañara y me encantó. Fue como entrar en un mundo nuevo, esto es un mundo paralelo a la realidad, conocés un montón de gente de otras culturas y la música es un idioma para comunicarn­os”. Recién después de ingresar en la orquesta supo maría emilia que en su familia se hacía música. “mi abuelo tocaba música andina, pero recién lo supe después de unos años de estar en la orquesta. También mi mamá me dijo que ella cuando era chica tocaba guitarra y cantaba, pero yo no sabía”. al entrar a ese mundo paralelo se encontró con la música del abuelo, tocando ella con él los vientos andinos de quena y zampoña.

varios de los jóvenes concertist­as jujeños cuentan que redescubri­eron la música de sus abuelos después de que ellos se iniciaran en la música clásica. en una de las provincias de mayor raigambre de la música tradiciona­l, tal vez se perdió un tanto en la vida urbana de san salvador…

un nuevo proyecto marca a partir de este año otro camino de retorno hacia la música con los abuelos: “Nosotros, los chicos, les enseñamos a los grandes, es a la inversa, o sea, les damos clase y ellos aprenden con nosotros. y después se arma una orquesta entre todos y eso está muy bueno”, cuenta maría emilia. La orquesta Intergener­acional comenzó como una propuesta para los abuelos que llevaban sus chicos a los ensayos, y se extendió ahora incluso a hogares geriátrico­s.

“mi abuelo estaba en un montón de bandas de música andina, pero yo nunca lo escuché”, dice amaru Cachizumba, trombonist­a de 14 años y por cuarta vez partícipe del Iguazú en Concierto. “dos años después, mi abuelo me regaló una zampoña y me inscribió para aprender en clases de instrument­os andinos. ahora vamos tocando, quena, zampoña, erkes”. amaru admira a Los Kjarkas, el grupo boliviano originario de los años 70, y ya formó su propio grupo andino en san salvador.

Para los jóvenes concertist­as jujeños es perfectame­nte compatible la formación sinfónica con la tradición andina. “el 90% de nuestros chicos tocan instrument­os de ambos tipos, nosotros lo promovemos también en el sistema de orquestas, es nuestra huella de identidad”, señala sergio Jurado. La directora artística del festival en Iguazú, andrea merenzon, coincide en que esta caracterís­tica le otorga una personalid­ad singular a la orquesta jujeña. “Tienen frescura, muestran garra al tocar, sin por ello dejar de ser prolijos en la interpreta­ción”, define merenzon, quien es probableme­nte la principal experta en el tema de las orquestas de niños y jóvenes en el país, como organizado­ra de Iguazú en Concierto y del encuentro Internacio­nal de orquestas Juveniles que se realiza anualmente en octubre en la Facultad de derecho de la uBa.

“en Iguazú tocamos la Sinfonía 104, de Haydn, y la marcha Pompa y circunstan­cia, de edward elgar, pero también carnavalit­os, cuecas y chacareras”, dice la violonchel­ista Gianella santana, de 15 años, a quien le gusta escuchar rock nacional –Charly García, spinetta, Cerati– y que sueña con formar parte alguna vez de una orquesta filarmónic­a. También Carlos alberto vásquez recorre ambos andarivele­s musicales: toca el violonchel­o y el charango, “porque mis abuelos son gauchos”.

en ese mismo camino ecléctico anda amaru. Para perfeccion­arse en el trombón a vara está tomando clases vía skype con un concertist­a en Buenos aires. en misiones se hizo amigo el año pasado de un joven músico suizo de la swing Kids Jazz Band, una formación que llegó a participar en el célebre Festival de Jazz de montreux. Pero, a su vez, sueña con la música de su pasado inca, con componer temas como los de sus admirados Kjarkas.

Los pequeños músicos de jazz suizos dirigidos por el japonés dai Kimoto son también visitantes recurrente­s del Festival Iguazú en Concierto. marco, de 15 años, cuenta una historia similar en algunos aspectos a las de los músicos jujeños, a pesar de la distancia geográfica y cultural: a los seis años decidió seguir el ejemplo de su padre y su abuelo, y aprender a tocar la trompeta. También samuel, de 11, comenzó a esa edad, en su caso con el saxo. “me daba curiosidad la cantidad de llaves que tiene ese instrument­o”, dice caminando entre coatíes por un sendero del Parque Nacional después de una intervenci­ón musical sorpresiva ante una de las cataratas. Le gusta viajar con la música. “aunque aquí es muy húmedo”, acota, extrañando tal vez un poco el paisaje alpino. Joscha, el batero suizo de 12 años, destaca que lo mejor es tocar con otros, en conjunto, que no se divierte tanto solo.

Los que casi pierden la diversión de tocar con los demás en Iguazú fueron los sudafrican­os de la st. stithians Boys marimba Band. Por un error de papeleo se les quedaron las marimbas trabadas en la aduana. el festival tiene por suerte lugar en una provincia maderera. en solo una semana se realizó en una carpinterí­a del cercano pueblo de andresito, sin experienci­a previa y contra reloj, una tarea que en manos de luthiers profesiona­les puede demandar dos meses: se fabricaron veinte marimbas de diversos tamaños, con sus 278 maderas y tubos afinados, que sonaron maravillos­amente en el megaconcie­rto de cierre, junto a trompetas suizas, violines franceses y brasileños, el clarinete jujeño y la potente voz de una cantante de Zimbabwe. “Los instrument­os te marcan y te cambian la personalid­ad un poco”, dice maría emilia desde la sabiduría de sus 13 años; “aprendés muchas cosas más allá de la música”.

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La joven formación del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Jujuy, en Iguazú

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