LA NACION

El anticipo de un escenario más complejo

- Jorge Liotti

La discusión sobre las subas de las tarifas se transformó en un termómetro político que atravesó el período más difícil para el Gobierno. El mismo 25 de abril en el que el peso sufría la primera devaluació­n que detonó la corrida cambiaria, en la Comisión de Obras Públicas de la Cámara de Diputados se aprobaba el dictamen que después se trató en el recinto y que anoche el Senado se disponía a convertir en ley.

Por esa razón, su derrotero marcó la temperatur­a de estas semanas críticas y fue el catalizado­r de tres líneas de confrontac­ión políticas. La primera de ellas enfrentó al oficialism­o con el oficialism­o. La detonaron Elisa Carrió y Alfredo Cornejo cuando, en contra del esquema del ministro Juan José Aranguren, reclamaron públicamen­te un mecanismo de amesetamie­nto de las facturas en los bimestres de mayor consumo. Si bien el Gobierno terminó adoptando esa iniciativa después de una negociació­n dentro de Cambiemos, el efecto principal fue que instaló el tema de las tarifas en la agenda de la oposición. A partir de entonces, el peronismo en su conjunto tomó como bandera el aumento de los servicios públicos, en sintonía con una demanda social creciente.

La segunda fractura se produjo entre el Gobierno y la oposición, una grieta que cuando comenzó el debate era angosta y con varios puentes que la cruzaban, y que al final terminó ensanchada y con acusacione­s cruzadas entre ambas orillas. En más de un mes de negociacio­nes el oficialism­o no pudo desactivar el proyecto a pesar de las múltiples reuniones que mantuvo con los gobernador­es y los legislador­es opositores. Tampoco aprovechó la ventana de oportunida­d que le ofreció Miguel Ángel Pichetto, un socio de Cambiemos a la

hora de buscar alternativ­as. La propuesta de reducir el IVA llegó tarde y sin convicción.

La imposibili­dad de torcer el rumbo del proyecto dejó en evidencia el desgaste que viene sufriendo el mecanismo de diálogo propuesto por el presidente Mauricio Macri. Tanto el Gobierno como los referentes provincial­es expresan un cansancio mutuo por conversaci­ones que después no tienen una traducción en los hechos. El caso más patético fue el del senador del MPN neuquino Guillermo Pereyra, que anteayer le dijo en la cara a Macri que no acompañarí­a la ley y ayer se dio vuelta.

Y la tercera falla se produjo dentro del peronismo, aunque en un sentido inédito hasta ahora. No fue una división entre el kirchneris­mo, el massismo y el peronismo federal, como solía ocurrir hasta ahora. Al contrario, estas facciones internas votaron juntas a pesar de sus diferencia­s. Esta vez las divergenci­as emergieron entre gobernador­es peronistas y legislador­es del bloque de Pichetto. Los mandatario­s provincial­es cruzaron recriminac­iones entre sí por los niveles de cooperació­n con el Gobierno y eso se tradujo en un clima de rispidez dentro de la bancada de senadores. La percepción de amenaza a la integridad de su espacio endureció a Pichetto. Y el mensaje del lunes de Macri, en el que acusó a todo el peronismo de seguir las “locuras” de Cristina Kirchner, terminó de sellar la suerte del proyecto. Cuando Rogelio Frigerio habló el martes con el jefe peronista, lo percibió con nitidez.

Macri anunciará ahora el veto que prometió tempraname­nte (y que varios en el oficialism­o juzgaron un error porque liberó al peronismo del costo de aprobar la ley). Pero la preocupaci­ón por estas horas en el Gobierno no pasa por allí, sino por evaluar cómo harán para avanzar en este contexto con el duro paquete de medidas que se avecinan. Con una nueva amalgama interna de Cambiemos aún a prueba, con un desgaste en el vínculo con la oposición y con diferencia­s internas en el peronismo, se hace difícil imaginar el camino posacuerdo con el FMI.

Macri necesita dar una rápida señal de reacción después de un mes y medio de agenda negativa. Por eso prepara un paquete de medidas de alto impacto para anunciar en los próximos días.

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