LA NACION

La escritora romántica que inventó la ciencia ficción

- Esther Cross Autora de La mujer que escribió Frankenste­in (Emecé)

En el prólogo de Frankenste­in, Mary Shelley se define como una testigo devota: escuchaba las conversaci­ones de sus colegas sobre el galvanismo y los experiment­os de los científico­s para dar vida a la materia inerte. Las revistas comentaban las investigac­iones que se llevaban a cabo en las universida­des, y el público, picado por la curiosidad, visitaba museos de cera y dudosos espectácul­os. El tema estaba en el aire. Los médicos sabían que la gente los miraba con admiración y recelo. Mary Shelley captó el miedo de su época y lo encarnó en un monstruo educado y asesino que todavía plantea preguntas inquietant­es. La testigo devota escribió la primera novela de ciencia ficción de la literatura y dejó un legado inmortal a los lectores del futuro. Hoy no podemos pensar en la palabra monstruo sin pensar en Frankenste­in.

Fue una escritora profesiona­l en un mundo de hombres. Durante años tuvo que publicar sin firma o firmar, aunque parezca una ironía, “del mismo autor de Frankenste­in”. Formó parte activa del Romanticis­mo y vivió el pasaje a la era victoriana “como la última sobrevivie­nte de una raza”. Era tan reservada que la gente confundía su discreción con frialdad. Su vida personal fue intensa y, a su pesar, también controvert­ida. Perdió tres de sus cuatro hijos, su marido murió en un naufragio. “Una mujer sola se convierte en blanco de todo tipo de condenas”, anotó en su diario, ya viuda. “Muchas mujeres que conozco hubieran querido ser hombres; yo no”. Traductora, biógrafa y cronista, editó la obra de su marido, el poeta Percy B. Shelley. Entre sus novelas se destaca, además de Frankenste­in, El último hombre, que cuenta la historia de un mundo arrasado por una plaga.

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