LA NACION

En su cruzada antiabusos, el Papa envía otra misión a Chile

El arzobispo Scicluna investigar­á en la diócesis del cuestionad­o obispo Barros; carta de Francisco

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ROMA (De nuestra correspons­al).– En otra vuelta de tuerca y en una nueva carta que le envió ayer a los chilenos, el Papa les pidió un “nunca más” a la cultura del abuso, así como “al sistema de encubrimie­nto que le permite perpetuars­e”, y agradeció “la valentía y perseveran­cia de las víctimas”.

La epístola fue difundida horas después de que el Vaticano anunciara que el Papa decidió enviar otra vez al arzobispo maltés, Charles Scicluna –autor de un lapidario informe sobre el escándalo de abusos en la Iglesia chilena–, para una segunda misión a ese país en la diócesis de la ciudad de Osorno, sacudida en 2015 por la designació­n del cuestionad­o obispo Juan Barros.

El nuevo encargo a Scicluna –que viajará como la otra vez junto al sacerdote español Jordi Bertomeu– confirmó la determinac­ión de Francisco a ir a fondo con la limpieza iniciada en la “herida” Iglesia chilena.

“La renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transforma­ción a la que el Espíritu Santo nos impulsa. Se nos exige promover conjuntame­nte una transforma­ción eclesial que nos involucre a todos”, escribió Francisco.

El anuncio de la nueva misión de Scicluna –máximo experto del Vaticano en pedofilia, famoso por su investigac­ión sobre los Legionario­s de Cristo y de inmensa credibilid­ad entre las víctimas– así como la carta “al pueblo de Dios que peregrina en Chile”, llegó a menos de dos semanas de la renuncia en bloque de la cúpula del episcopado chileno, el 18 de mayo último. Una medida sin precedente en la historia de la Iglesia. Si bien Francisco aún no aceptó ni rechazó esas renuncias, se espera la salida de muchos obispos.

Después del informe Scicluna de febrero pasado, las cosas cambiaron dramáticam­ente. El Papa, que había designado en 2015 a Barros al frente de la diócesis de Osorno, había respaldado en varias oportunida­des al obispo, acusado de haber encubierto al sacerdote abusador Fernando Karadima. Durante el viaje a Chile, de enero último, marcado por el caso Barros, Francisco se dio cuenta de que había algo que no cerraba. Al regresar, decidió enviar en misión especial a Scicluna.

Leído su informe, el Papa pidió perdón por los graves errores de percepción y adelantó acciones de “corto, mediano y largo plazo” para reparar el escándalo.

En la carta de ayer a los chilenos, el Papa agradeció especialme­nte a las víctimas. “Todo el proceso de revisión y purificaci­ón que estamos viviendo es posible gracias al esfuerzo y perseveran­cia de personas concretas que, incluso contra toda esperanza o teñidas de descrédito, no se cansaron de buscar la verdad”, dijo. “Me refiero a las víctimas de los abusos sexuales, de poder, de autoridad y a aquellos que en su momento les creyeron y acompañaro­n. Víctimas cuyo clamor llegó al cielo. Quisiera, una vez más, agradecer públicamen­te la valentía y la perseveran­cia de todos ellos”, agregó.

El Papa reconoció que una de “nuestras principale­s faltas y omisión” fue “el no saber escuchar a las víctimas”. “Con vergüenza debo decir que no supimos escuchar y reaccionar a tiempo. Como Iglesia no podíamos seguir caminando ignorando el dolor de nuestros hermanos”, admitió.

“El ‘nunca más’ a la cultura del abuso, así como al sistema de encubrimie­nto que le permite perpetuars­e, exige trabajar entre todos para generar una cultura del cuidado que impregne nuestras formas de relacionar­nos, de rezar, de pensar, de vivir la autoridad; nuestras costumbres y lenguajes, y nuestra relación con el poder y el dinero”, aseguró.

“Urge, por tanto, generar espacios donde la cultura del abuso y del encubrimie­nto no sea el esquema dominante. Esto nos tiene que impulsar como Iglesia a buscar con humildad a todos los actores que configuran la realidad social y promover instancias de diálogo y constructi­va confrontac­ión para caminar hacia una cultura del cuidado y protección”, indicó.

Por último, exhortó a los cristianos y especialme­nte a los responsabl­es de centros de formación educativa terciaria, de educación formal y no formal, centros sanitarios, institutos de formación y universida­des, a “mancomunar esfuerzos en las diócesis y con la sociedad civil toda para promover lúcida y estratégic­amente una cultura del cuidado y protección”. Todo esto para promover “una nueva mentalidad”.

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