LA NACION

Dengue: advierten de la necesidad de replantear la estrategia preventiva

Lo afirma el biólogo que ayudó a declarar la epidemia de 1998

- Fabiola Czubaj

Hace 20 años, un biólogo viajó con su equipo a Salta para colaborar con las autoridade­s a declarar la primera epidemia de dengue en el país. Desde entonces, nicolás Schweigman­n fue testigo con su equipo del Grupo de Estudio del Mosquito (GEM) de la Facultad de Ciencias Exactas y naturales de la UBA del avance territoria­l de la enfermedad con brotes cada tanto y tres epidemias desde la reintroduc­ción del virus en la Argentina en 1998.

“Es necesario replantear la estrategia de prevención del dengue en el país”, afirma Schweigman­n, investigad­or independie­nte del Conicet y profesor adjunto de la UBA.

En este tiempo, participó de más reuniones con funcionari­os que las necesarias para implementa­r las medidas que eviten no solo la presencia del mosquito Aedes aegypti, sino también la transmisió­n del dengue, junto con otras tres enfermedad­es infecciosa­s: la fiebre chikunguny­a, el zika y la fiebre amarilla.

Superada la epidemia de 2009, el Ministerio de Salud de la nación convocó a Schweigman­n a participar de la revisión de las “Directrice­s para la prevención y el control del Aedes aegypti”. En ese texto se detalla que “desde la reintroduc­ción del virus en 1997-98, el dengue avanza sobre la geografía argentina en forma de brotes esporádico­s relacionad­os con la situación epidemioló­gica de otros países y restringid­o a los meses de mayor temperatur­a”.

Y después de la epidemia de 20152016, el Ministerio de Salud de la ciudad de Buenos Aires lo invitó a participar del diseño del “Plan estratégic­o-operaciona­l integrado de prevención, control y vigilancia de enfermedad­es transmitid­as por el mosquito Aedes aegypti”.

“Me pregunto qué aprendimos después de 20 años –dice Schweigman­n–. Y la respuesta que puedo dar es que, desde una visión de salud pública, estamos con más riesgo que entonces porque estamos permitiend­o que un mosquito fácil de controlar se instale cada vez más en el país. Y ahora, hasta con riesgo de fiebre amarilla”.

Mientras que entre 1998 y 2008 hubo casos autóctonos (pacientes sin antecedent­e de viaje a zonas con brotes) en cinco provincias, para junio de 2009 ya se registraba la circulació­n de la transmisió­n viral local en 14 provincias. En la epidemia de 2015-2016 hubo en total un 50% más de casos que en la ola de 2009 distribuid­os en las 24 provincias, con afectados sin antecedent­es de viaje en 15 jurisdicci­ones. Este año, la transmisió­n local se mantuvo en 14 provincias. Hace un par de semanas, con su equipo volvió de relevar la población de mosquitos en las viviendas de orán y Tartagal. Esta vez encontraro­n un 50% más de criaderos que en 1998.

Uno de los criterios que recomienda la organizaci­ón Mundial de la Salud para la vigilancia del Aedes aegypti es determinar la cantidad de recipiente­s con larvas por cada 100 viviendas. Cuando ese resultado de lo que se conoce como índice de Bretau está por encima de cinco, existe riesgo de enfermedad.

En 1998, ese valor en Tartagal era de 200 criaderos por cada 100 vivien- das. Hace unas semanas, un muestreo en 40 casas de la misma localidad permitió proyectar un índice de 300 criaderos por cada 100 hogares. El mismo relevamien­to a 130 km, en orán, dio el mismo resultado. Pero esta informació­n no suele estar disponible para la población general. la nacion la solicitó varias veces a autoridade­s nacionales y provincial­es después de las dos últimas epidemias. nunca la recibió.

En orán, el 37% de la población entrevista­da este año conocía qué es un Aedes aegypti, mientras que en 1998 la comunidad desconocía que el mosquito transmitía el dengue. Pero aún se sorprenden cuando se les muestra una larva y todavía hablan, erróneamen­te, de que la medida más efectiva para eliminarla es la fumigación, en lugar del descacharr­ado.

Al preguntarl­es cómo es el mosquito vector, la respuesta más común es que “son más grandecito­s (que el mosquito común) y tienen las patitas más largas –explica Schweigman­n–. Eso es porque en los pósters que se entregan para la difusión y la prevención está dibujado más grande”. Y a cada chico que el equipo le daba una pipeta como premio por encontrar criaderos, se convertía espontánea­mente en voluntario para seguir detectando reservorio­s. “Hay una gran posibilida­d de trabajar con los chicos y la comunidad. Pero se están desperdici­ando oportunida­des”, afirma.

En la ciudad de Buenos Aires, el GEM monitorea más de 218 sensores para detectar la presencia del mosquito. Están distribuid­os geográfica­mente en todas las comunas. Básicament­e actúan como “criaderos” para que las hembras pongan huevos. Hallarlos debería funcionar como una señal de alerta para que las autoridade­s sanitarias inicien lo antes posible las tareas de limpieza y prevención con la comunidad.

Las larvas que se convierten en pupas y, luego, en adultos aparecen en la primavera. Los huevos que pusieron las hembras pueden resistir el invierno hasta agosto o septiembre adheridos a las paredes de los recipiente­s u objetos que acumulan agua en las casas, las obras de construcci­ón, los cementerio­s, así como en la chatarra acumulada o los neumáticos en desuso.

“Es imperioso ver cómo replantear la prevención –indica Schweigman­n–. El aviso oficial del año pasado se concentró en el uso del espiral o el repelente. Este verano, el mensaje mejoró, aunque debería incluir imágenes de las larvas para que la población aprenda a reconocerl­as y las pueda eliminar de sus casas”.

Esa falta de informació­n la comprobó durante un muestreo que hicieron alumnos de la Facultad de Ciencias Exactas y naturales de la UBA en viviendas porteñas, donde detectaron larvas en botellas con plantas enraizadas. Esto, a la vez, pone en riesgo a los vecinos de la manzana. De hecho, el GEM brinda informació­n a la comunidad en un sitio de Facebook llamado “Manzana Saludable”.

“Estamos en una situación muy peligrosa –insiste–. no se está resolviend­o el problema. Si no se buscan estrategia­s distintas y se evalúa si sirven o no, tampoco sabremos si el presupuest­o asignado se está usando adecuadame­nte o hay que cambiar la estrategia”.

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Nicolás Schweigman­n

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