LA NACION

Isabel Yaconis. “Fantaseaba con un juicio, estar cara a cara con el asesino”

Fundadora de la ONG Madres del Dolor, ayuda a otras familias de víctimas, aunque todavía espera justicia para su caso

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Pasaron 15 años y dos meses desde el día en que su vida cambió para siempre. Pasó el tiempo, pero Isabel Yaconis no olvida ningún detalle del 21 de abril de 2003. Recuerda a la perfección que esa mañana, como siempre, acompañó a su hija hasta Cabildo e Iberá, al Instituto General San Martín, donde Lucila cursaba el quinto año de la secundaria. A las 7.40 se despidiero­n y ella volvió a su casa antes de ir a trabajar a una mueblería de Belgrano. Se reencontra­ron para almorzar y a las 19 se despidiero­n. Ella tenía que seguir trabajando y Lucila decidió irse a estudiar a su casa, en Núñez. En el camino, un depravado intentó violarla y la mató.

– Pasaron 15 años del homicidio de Lucila y nunca se pudo descubrir al asesino. ¿Fue un crimen perfecto?

–Sí, es un crimen perfecto. Aunque también una vez escuché una frase que me llegó y que no me la voy a olvidar: “No existen los crímenes perfectos, existen las investigac­iones imperfecta­s”. También me dijeron que un homicidio que no se resuelve en las primeras 48 horas es muy difícil que se esclarezca.

–¿Cómo se enteró del homicidio?

–A las 20 de ese lunes me llamó mi hija mayor y me dijo que fuera urgente para casa. Le pregunté por Lucila y me dijo que no estaba, que habían encontrado su mochila. Cuando llegué a casa desde Villa del Parque había cerca de 50 personas en la calle. En la cocina, parada contra la mesada, estaba la psicóloga de la Policía Federal, que me dijo “pregúnteme lo que quiera”. Fui directo al grano y le pregunté si mi hija estaba muerta; ella agachó la cabeza...

–Después de 15 años de lucha aún sin encontrar al asesino, ¿de dónde saca fuerzas para continuar?

–Agradezco a Dios que mi cabeza siga funcionand­o bien. Este trabajo [el que hace en la ONG Madres del Dolor, la búsqueda de justicia] me hizo mantenerme en pie y me da las fuerzas necesarias para seguir adelante. Creo que comencé esta lucha para que nadie se olvidara de Lucila.

–¿Piensa que el asesino de Lucila volvió a actuar y violó a otras víctimas?

–No lo sé. Quizá volvió a actuar o quizás está muerto. No lo sé. Es tan difícil.

–¿Tiene esperanzas de encontrar al asesino?

–Cada comparació­n de ADN que resulta negativa es un nuevo golpe al corazón, pero si me dejo vencer se me va a ir la vida. Necesito tener este combustibl­e. Preciso estar con mi cabeza activa todo el día, pero es muy difícil. Fantaseaba con un juicio, con estar cara a cara con el asesino de mi hija, como les pasó a las otras integrante­s de Madres del Dolor. No podía concebir que no se encontrara al asesino de Lucila. Una vez, Néstor Roncaglia [actual jefe de la Policía Federal] me dijo que es más difícil encontrar a un violador que a una banda de secuestrad­ores porque el secuestrad­or quizá se “quiebra” y manda al frente a otros cómplices, pero un violador actúa solo y es muy difícil que confiese.

Sufrió una gran desilusión cuando terminó el gobierno kirchneris­ta sin haber reglamenta­do el Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados a Delitos contra la Integridad Sexual, que había sido aprobado por unanimidad en 2013. Finalmente, entró en vigor con el actual gobierno. Hoy Isabel es abuela. Su hija mayor, Analía, fue madre de Emma y está embarazada de Sofía. “Siempre digo que Emma, mi nieta, es el combustibl­e que le da sentido a mi vida”.

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Daniel jayo

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