LA NACION

Tarifas: el triunfo de la demagogia

El irresponsa­ble proceder de la oposición ha desconocid­o que la brecha entre el retraso tarifario y el costo de producción no puede ser cubierta por el Estado

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Será imposible para la Argentina dejar atrás su larga crisis económica, social y cultural si la dirigencia política sigue enfocándos­e hacia los problemas de la misma manera que cuando los generó. El origen de las graves dificultad­es que afronta el Estado nacional reside en haber gastado durante demasiado tiempo mucho más de lo que podía gastar. El déficit fiscal ha llegado a niveles exorbitant­es y está probado que buena parte de ese desequilib­rio obedece a los fuertes subsidios que los últimos gobiernos han venido otorgando para cubrir la brecha entre tarifas de servicios públicos que durante la era kirchneris­ta fueron regaladas, especialme­nte en el área metropolit­ana, y costos de producción energética notoriamen­te mayores. Ni el impuesto inflaciona­rio ni el excesivo endeudamie­nto pueden ya ser instrument­os para financiar esa brecha. La ilusoria fiesta tarifaria se ha terminado, con un costo enorme en términos de pérdida de autoabaste­cimiento, y ahora hay que pagar la cuenta.

La ley sancionada en la madrugada de ayer por el Senado de la Nación, por 37 votos contra 30, y acertadame­nte vetada por el Presidente, es un pésimo mensaje al mundo. Es un símbolo de un país que niega sus problemas, equiparabl­e a un paciente gravemente enfermo que quiere recuperar la salud, pero se resiste a dejar aquellos vicios que lo condujeron a su estado de postración.

El primer acto de irresponsa­bilidad por parte de quienes votaron esta ley es que viola normas constituci­onales que circunscri­ben la facultad de fijar tarifas al Poder Ejecutivo.

Es una irresponsa­bilidad también seguir cargando al Estado con subsidios tarifarios que solo benefician a una porción de la población –no necesariam­ente la más necesitada–, sin siquiera indicar de dónde saldrían los recursos para financiarl­os.

La actitud de las distintas formas de la oposición peronista y otros sectores de la izquierda vernácula puede explicarse por una demagogia sin límites y una concepción cortoplaci­sta y populista, alejada de toda racionalid­ad económica. De retrotraer­se las tarifas de electricid­ad, gas y agua a noviembre del año pasado, como lo propiciaba la ley ahora vetada, el Estado habría tenido que desembolsa­r unos 115.000 millones de pesos, cifra equivalent­e al presupuest­o total del conjunto de los ministerio­s de Salud, Ciencia, Agroindust­ria, Producción, Ambiente, Cultura y Turismo, o a 2875 nuevas escuelas, o a 575 hospitales, según los cálculos del Ministerio de Hacienda.

Resulta un contrasent­ido que legislador­es del interior del país voten un proyecto que, en teoría, beneficiar­ía fundamenta­lmente a los usuarios de servicios públicos de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires, al tiempo que desfinanci­aría otras áreas vitales del sector público.

Igualmente insólito es que los representa­ntes parlamenta­rios de la oposición apoyaran una iniciativa que descontaba­n que iba a ser vetada por el Poder Ejecutivo, en lugar de sumar voluntades en favor del dictamen minoritari­o, impulsado por el gobernador justiciali­sta de Salta, Juan Manuel Urtubey, y aceptado por el oficialism­o, que propiciaba una disminució­n del IVA en las facturas de servicios públicos, que hubiera constituid­o un beneficio tangible para los usuarios.

Tales contradicc­iones se entienden por la propia lógica de sectores del peronismo que, ahora acoplados a la estrategia del kirchneris­mo, tan solo buscan efectuar demostraci­ones de poder y debilitar al presidente Macri, sin advertir que debilitan a la sociedad argentina toda.

Es de esperar que, tras este episodio de irresponsa­bilidad parlamenta­ria, nuestra dirigencia política abandone el pensamient­o mágico y deje de dar la espalda a la realidad.

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